El olmo de la imagen, La Olma, era un ejemplar de dicho árbol que, como tantos otros, murió por la enfermedad de la grafiosis. Los que la conocimos y disfrutamos, los que estuvimos albergados bajo su sombra, llegamos a amarlo como a un personaje más de un lugar diminuto, llamado Riocavado de la Sierra.
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jueves, 22 de diciembre de 2011
CARADURAS
CARADURAS
Viendo la cara de Rosell, el presidente de la CEOE, no podemos pensar que estamos ante un témpano de hielo, porque casi tiene aspecto de persona inofensiva, con una caída de ojos de alguien más bien tímido o apocado. Sin embargo si medimos el grado de caradura con el que plantea, casi sin inmutarse, el asunto de los minijobs (minitrabajos), creo que estamos ante un ejemplo más de lo frio que les deja a los grandes empresarios y banqueros la suerte que corran una buena parte de los ciudadanos. Ayer oí decir a un político español (famoso en el Sobrarbe por haber bajado en navata por el Cinca) que los políticos tienen complejo de inferioridad ante los banqueros y los financieros. Y debe ser así porque después de haberles salvado aquellos con el dinero público, ahora que no sueltan un duro en créditos, los banqueros y grandes empresarios también quieren disponer de lo público a su antojo. Rosell dice que sobran 900000 funcionarios y se queda tan ancho. Somos de los países europeos con una proporción menor de funcionarios por habitante y se especula con hacer una limpia de trabajadores que pondría el número de parados en los seis millones de personas. Eso desde luego dejaría a merced de cualquier empresario sin escrúpulos a muchos desesperados dispuestos a contratarse por una miseria como la que proponen. A esta feliz idea añadamos la de no contar la antigüedad más que a partir del segundo año de trabajo y tendremos que el paso hacia una nueva especie de esclavitud consentida y prolongada hasta no se sabe cuándo, está servida. Si uno mira el porcentaje del paro entre los jóvenes, ve claramente que antes de los 30 muy pocos trabajan. Si el periodo de cotización para cobrar una pensión digna está en los 38 años, ¿Que cuentas se puede hacer una persona si le contratan para esos minijobs, que suenan a juguete semejante a la barbie o algo igual de ridículo e insultante?.
Esperemos que la política recupere su espacio, si alguna vez lo ha tenido de verdad, de valedora de la igualdad, de servidora de la justicia y la equidad, de parapeto contra los abusos de quienes se pasan por el forro la Constitución, el estado del bienestar y la lucha de más de siglo y medio por dejar atrás la esclavitud.
ANDAR SOBRE HIELO
ANDAR SOBRE HIELO
Me gusta andar sobre el hielo, sentir por un rato la sensación de lejanía que produce su frío silencio en lo más hondo de los barrancos. No me ha gustado nunca, sin embargo, desafiarlo. Admiro a los que tienen el valor de arriesgarse a subir una pared helada o son capaces de adentrarse en la inmensidad de un desierto helado. Hace unos días hablaban en la radio sobre la conquista de la Antártida, en la que Roald Amudsen se adelantó a Scott, cuya vida acabó de forma trágica, muy cerca del lugar que acaparó sus sueños largo tiempo. Amudsen, que moriría años más tarde, siguiendo su instinto de eterno explorador, cedería parte de su fama, a la visión romántica y doliente de otro hombre que vivió la certeza de su muerte acercarse entre el hielo, una vez que todos sus compañeros de expedición ya habían muerto. Los humanos, tan dados a celebrar hazañas, trataron injustamente a Amudsen por haber sobrevivido, comiéndose a sus perros para no perecer. Scott confió su destino a la tecnología y prefirió buscar la gloria al estilo de las expediciones esponsorizadas de hoy en día, con mucha parafernalia de fotos y documentación. Amudsen, hombre ya bregado en tratar con el hielo y el frío fue más práctico y supo dar cabida a las enseñanzas de los esquimales, con los que había convivido durante varios años. La tecnología, sin duda, es útil, pero la experiencia puede serlo mucho más.
Hoy la Antártida sigue siendo el continente menos hollado. Aunque ya se cuentan por miles los turistas que acuden anualmente a visitarlo, sus posibles riquezas no son explotadas. El tiempo que queda de moratoria, sea quizá un tiempo decisivo para comprender que puede valer más la pena preservar lo mejor del planeta, sus reservas de agua, sus bosques, que crear una riqueza efímera que no contribuya a hacernos más felices y más sabios, sino a enriquecer a esos pocos que nunca tendrán bastante aunque casi lo tengan todo.
EL TIEMPO SE AGOTA
EL TIEMPO SE AGOTA
Sabemos que el calentamiento de la tierra es un hecho. Da igual si nuestro planeta ha sufrido otras veces un proceso semejante por causas diferentes a las actuales. Son tantos los intereses en juego que es muy conveniente seguir poniendo en duda nuestra responsabilidad como especie en dicho proceso. No conocemos otra forma de estar sobre el planeta que no sea esquilmar de manera constante sus recursos. Lo hicimos por ignorancia durante siglos y lo hacemos ahora aprovechando una tecnología devastadora puesta al servicio de gente a la que no le importa la habitabilidad futura del planeta.
Nos hemos acostumbrado a la imagen repetida y espectacular de los glaciares descomponiéndose a bocados frente a la mirada asombrada de los turistas que abarrotan los barcos aparcados en la cercanía de sus lenguas. Es todo un lujo emplear cubitos de hielo con miles de años de antigüedad garantizada para aguar el wiskhy. Pagaremos todos esa pequeña frivolidad y la más grande de aparcar los problemas acuciantes de la tierra en el cajón más olvidado del trastero. Durban, Kioto, Río de Janeiro…parecen una pérdida de tiempo y energía para nada, pues casi nadie cumple sus compromisos. Empezando por los países que más contaminan, Estados Unidos y China, siguiendo por los que hacen oídos sordos, como España, y los que se avienen a vender sus derechos de contaminación, según un cambalache perverso inventado para acallar las voces críticas, todos incumplen o consienten que los compromisos adquiridos no se cumplan.
Los rastros que deja el calentamiento global los vemos en los icebergs, cada vez de mayor tamaño, que se desprenden del continente antártico, en los glaciares que descienden del Himalaya hacia la India y China, en los frágiles trozos de hielo a los que se aferran los acongojados osos blancos que ven menguar su espacio a un ritmo trepidante. Y para no ir muy lejos, nuestros propios glaciares, antaño majestuosos, se convierten en vestigios de un pasado en el que el ser humano respetaba más la naturaleza, aunque solo fuera por no tener los medios que hoy en día tiene para acabar con ella. Las imágenes de Lucien Briet de hace cien años son hoy irrepetibles.
En buena lógica yo creo que nadie en su sano juicio destrozaría su casa para buscar un tesoro efímero del que ni siquiera podrán disfrutar los que les toque nacer de aquí a veinte años. Marte es un frío y loco sueño en el que quizá estén pensando los que ahora no hacen otra cosa que emporcar el planeta sin freno e impunemente.
martes, 8 de noviembre de 2011
Espectáculos crueles
En el teatro griego, dioses y humanos hablan de tú a tú, intercambian papeles, o se abisman en el amor y el odio aunque, solo los humanos acaban por pagar con su vida, la traición, el despecho o la pasión desenfrenada. Frente a la tragedia, donde las deidades se salen con la suya, manejando los hilos de la acción, la comedia solo atañe al ingenio y la torpeza de los seres humanos.
La risa, el llanto, el miedo, la soberbia, los celos; un retrato cercano y descarnado bajo máscaras inmóviles, tras las que cada espectador se reconoce. Pero todo transcurre en la ficción. La muerte es un espectro recordado, pero ausente.
Los romanos llevaron la guerra al escenario. La sangre de personas y animales, alimentó la sed de masas despiadadas que, a distancia, ejercían parte de su derecho a convertirse en asesinos, sin empuñar la espada, solo el grito o el silencio cómplices. Pan y circo y una horda inacabable que los reclame siempre. Mientras no falten uno y otro, se borrará la sangre y el abuso, como si se extirpase la memoria, en el clamor anónimo, que reclama la muerte de un gladiador esclavo o una indefensa víctima, letal para la pervivencia del estado.
Tiempo después, cuando reinaba un dios terrible, la justicia de sus representantes en la tierra, abarrotó las plazas para ver las hogueras arder y, dentro de ellas, nuevas víctimas de un orden implacable contra los disidentes, incrédulos o no. La Inquisición llegó a hacer de la muerte el espectáculo de mayor audiencia.
La guerra, no obstante, siempre ha sido, sin duda, el mayor espectáculo, en un juego sin reglas ni tramoyas fingidas, donde los escenarios saltan por los aires. A su pesar, actores, las víctimas huyen como un enjambre de la trama central. Bajo el humo se escapan de una muerte segura a otra más lenta, en tanto que la guerra no concluye.
Al teatro sucedieron las luchas de gladiadores y las carreras de cuadrigas, luego se llenarían los estadios y los campos de fútbol, cada vez más repletos de espectadores. También en la guerra ha cambiado el atrezzo, solo para matar más rápido y que unos actores, los que matan no vean frente a frente al enemigo.
Espectáculos crueles
Misterio sin resolver
Misterio sin resolver
La muerte de Albo Luciano se consumó entre las cuatro paredes de su habitación. Parece que los testimonios de quienes encontraron su cadáver son contradictorios en cuanto a la hora exacta en que lo descubrieron. Su asistenta testificó que la luz, aún permanecía abierta, cuando, al no recoger su desayuno, dejado en la puerta, entró para despertarlo. Aún sostenía en la mano un lápiz o una pluma y ciertos papeles que no se atrevió a tocar.
Si lo hizo, al parecer, el asistente. La noche anterior mantuvo una conversación con el muerto, cuyo contenido no transcendió y sobre la que luego se especuló bastante. Gracias a él no se hizo la autopsia, o al menos se retrasó su conocimiento público. El médico que hizo el parte de defunción no era siquiera su médico oficial
No podían permitir que en aquel estado minúsculo, pero influyente, ninguna investigación policial pudiese arrojar sombras sobre las causas absolutamente naturales de aquella muerte.
Tan solo hacía un mes que ocupaba su cargo. Su salud no era de hierro, pero si buena. Tomaba medicación, pero su tensión arterial era más bien baja, lo cual no es precisamente malo, sino casi un seguro de vida. Peor hubiera sido lo contrario.
En el caso de sus predecesores, al morir siempre se hacía un detallado informe médico de las causas de la muerte, pero en esta ocasión no se contempló siquiera la necesidad de hacerlo y menos con rigor. Había sido un infarto de miocardio y punto.
Se dieron tanta prisa en encontrarle un sustituto, (al parecer estaba cantado), que la nueva elección convirtió en algo secundario la muerte de Luciano.
Tiempo después alguien expresó la certeza de que había sido envenenado con un vasodilatador y que los papeles que tenía en su mano la mañana de su muerte, contenían una lista de cambios en el organigrama de su empresa, entre ellos la destitución de su asistente.
Este, al parecer se relacionaba con otras empresas rivales, que utilizaban métodos mafiosos o practicaban un secretismo cercano a la presunción de delincuencia. Luciano estaba dispuesto a cambiar aquello y dejar de hacer negocios con empresas que no tuviesen un historial intachable.
Esto era más de lo que la camarilla más influyente de ejecutivos con birrete podía soportar. No estaban dispuestos a que se descubriesen las inversiones con dinero de su empresa en armamento, en drogas y a saber en cuantos más negocios de probada suciedad.
En círculos internos, para calmar los ánimos y en vistas a minimizar las sospechas, dijeron que Luciano tenía en la cabeza un negocio ruinoso que consistía en regalar anticonceptivos a millones de pobres que no tenían acceso a ellos. Querían dar testimonio evidente de su locura. Nadie se molestaría en indagar sobre la muerte de alguien tan estrafalario.
Con el tiempo salieron a relucir a la luz pública las relaciones que mantenían aquellas empresas, pero la muerte de Luciano ya estaba lejos.
En los nuevos tiempos cualquier noticia no inmediata deja de tener atractivo y se convierte, como mucho, en tema para una novela, o una tesis doctoral que nadie leerá.
Para siempre, encerrado entre las cuatro paredes de aquella habitación queda el enigma de aquella muerte.
Treinta años después esa empresa, a la que pertenecía Luciano sigue negándose a facilitar que lleguen a los más pobres los preservativos o cualquier forma de anticonceptivo.
El negocio es el negocio
MÁS LOCOS QUE GENIOS
MÁS LOCOS QUE GENIOS
Hoy en día, tal vez haya “Picassos”, “Van Goghs” o “Caravaggios” que viven vidas singulares, atrapados en el éxito o en la más irremediable penuria, en espera de que el tiempo y la volubilidad humanas juzguen el resultado de sus manos. Pero si nos paramos a pensar en genios locos, no los hay y tan peligrosos como los ingenieros de las finanzas.
El fenómeno Madoff es de película de terror. Alguien “normal”, procedente de un ambiente nada encumbrado, que ha sido capaz de engañar durante cuarenta años a los más avezados, se supone, en buscar los cados más rentables para su dinero, en sacárselo a otra gente, no es posible que pueda seguir siendo el ejemplo de éxito a seguir en el futuro.
Aunque su estafa haya tenido como víctimas a personajes podridamente ricos, forma parte de una caterva de la que las víctimas se cuentan por millares y son de muy diversa fortuna o infortunio.
La gente real que sufre esta peste y está sujeta a sus desmanes, no puede volver a permitir que el desarrollo de un capitalismo salvaje, en el que todo vale, las ningunee y las humille de esta forma.
Lo malo es que los mecanismos que existen para descubrir y penalizar semejantes fraudes, son un engranaje oxidado, por desuso o, simplemente, inexistentes.
Contradecir la regla de oro del capitalismo, “libre comercio a cualquier precio”, es el mayor anatema, incluso para cualquier estado aconfesional o laico. Digo esto, porque las regulaciones, ajustes, deslocalizaciones…son fórmulas inamovibles de una religión voraz, cuyo objetivo es el estrago continuo, aflojar y tensar el ronzal que nos liga a la supervivencia y al deseo de vivir plácidamente.
Hay extensas masas de población que ni siquiera conocerán en papel impreso el nombre de Madoff.
Más difícil lo tendrá Georges Bush, cuyo mayor éxito habrá sido el consenso conseguido contra su imagen de ignorante irresponsable y peligroso.
Políticos, banqueros y especuladores, a los que se añaden mafiosos y narcotraficantes, en muchos lugares, son caras de un mismo poliedro. Cada una contribuye en lo que está en su mano a adormecer la mente, a aligerar el bolsillo, a arriesgar inútilmente los sueños de todos cuantos, sin saber o sabiéndolo, formamos el engranaje de una mentira, que subsiste gracias a que todos nos la creemos un poco y una gran parte piensa, en el fondo, que no hay nada capaz de reemplazarla.
domingo, 30 de octubre de 2011
GOYA Y GAZA
GOYA Y GAZA
Estas Navidades estuve viendo la exposición “Goya y el Mundo Moderno”. Pensar en Goya y en parte de su obra artística es penetrar en el lado oscuro del ser humano. En una gradación progresiva, tal vez muy meditada, se pasa del retrato y la vida cotidiana al enigmático universo de “los Disparates”
Crecen las ramas del miedo. Polifemo el bobo, toca las castañuelas, siguiendo el canto de los difuntos. Cabalga su memoria a lomos de un oso alado, enfurecido y ciego.
No hay tregua en la barbarie de monstruos deformes, que gritan a la noche, más oscura que el fango de las alcantarillas.
Procesiones de sacos fantasmales, contienen un hálito de horrores.
Rostros, tan imposibles como una pesadilla amable.
Hasta la fiesta tiene semblantes desencajados. Siempre es de noche cuando los locos vuelan y torvos frailes señalan con el dedo el camino invisible hacia el infierno
La voz hueca de un cráneo anuncia que la siembra de muerte está madura.
Recoge a borbotones el estertor oscuro de los que ya no vuelven.
Pasando por lo grotesco, se adentra uno en el espacio de la violencia y, junto a Goya aparecen Otto Dix y las trincheras de la Primera Guerra Mundial con sus espectros más espeluznantes de lo que supuso el comienzo de una era, la de la muerte en masa. Gas y metralla unidos. El cartel de Heartfield muestra una hiena gigantesca sobre una pila de cadáveres y un título que pone los pelos de punta: “Guerra y cadáveres, la última esperanza de los ricos”. La visión de Castelao sobre la barbarie humana impresiona hasta el extremo en su dibujo titulado “no fondo do mar”. Acompañando, aparece la Madonna de Munch, a cuya vera vemos lo que podría ser un niño somalí, que la contempla en su desperezarse.
El triunfo de la muerte sobre una multitud carnavalesca de Ensor es otra imagen en la que otro genio se detiene a plasmar los imprecisos límites de la locura humana colectiva.
Después nos acercamos a la visión que Picasso, Dalí y Miró despliegan sobre la guerra civil, para pasar luego a Saura, Millares, Bacon y a una última imagen de un invierno impreciso, pero gélido que completa ese viaje visual a la cara habitualmente oculta de los seres humanos.
A la mañana siguiente, sin abrir siquiera el diario, en primera página, leo que en Gaza ya se cuentan más de doscientos muertos, en el primer ataque de otros que vendrán a multiplicarlos. Sigue la era del gas y de la muerte en masa., Hay quien dice que la desproporción de la respuesta israelí a los cohetes de Hamás no se debe calificar así, es adecuada a la mayor capacidad de sufrimiento del pueblo palestino. Menos mal que quien lo dice es un intelectual moderado.
Otro intelectual. Apelidado Gluskman dice que dada la situación es lógico que Israel emplee a fondo su arsenal.
No tengo duda de que Hamás no alberga buenas intenciones con respecto a Israel, ni que haya provocado en lo que le toca, esta situación, pero Israel lleva pasándose por el forro mucho tiempo las resoluciones de la ONU , construyendo muros cada vez más altos, controlando el agua y los recursos de sus vecinos, en definitiva construyendo la mayor macro cárcel que existe hoy en día. Y está claro que el desafío no lo lanza solo a los palestinos, sino a toda la comunidad mundial, cuando bombardea escuelas con ese armamento que tan generosamente le dispensa su amigo americano y que incluye en el muestrario bombas de racimo y de fósforo.
Gluskman parece sugerir, que la rematadera sería acusar a los judíos de genocidio, pero la verdad, llevan camino de cometer la misma locura que provocó su intento de exterminio.
No se puede combatir el terrorismo con otro terrorismo aún mayor en el que las víctimas inocentes acaban siendo el principal objetivo.
Israel ya no puede seguir yendo de víctima, cuando se ha convertido en verdugo del pueblo palestino y aplica con él parecidos métodos a los que los nazis usaron en su día con ellos.
Mirones profesionales
Mirones profesionales
No otra cosa son los fotógrafos. Gracias a ellos nos quedan testimonios que de no ser recogidos por alguien, serían materia de lectura y ya se sabe lo que vale una imagen frente a la palabra escrita.
Robert Capa, uno de los grandes cronistas de la Guerra Civil Española, no solo nos dejó las instantáneas del miliciano republicano muerto en combate, quizá las más famosas de ese periodo de su producción. Tuvo ojos también para retratar la inocencia infantil, la alegría que guarda la amistad, los momentos de amor que, como islotes en el mar, son un remanso para la esperanza de que la guerra también tiene su fin.
El moriría en el empeño de mostrar al mundo las aristas mortales de otra guerra. El nunca se limitaba a mirar por la mirilla y esta frase que el mismo se aplicaba sirvió para encontrar un final acorde: Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente.
Esa misma premisa llevaría a una muerte prematura a otros reporteros como Miguel Gil que murió de disparos, casi a bocajarro, en Sierra Leona, hace más de ocho años. Demoró más que otros su deseo de seguir mirando.
José Couso y Ricardo Ortega murieron por al serles aplicados ese término tan en boga hoy en día, porque nunca se sabe donde está tu asesino. Me refiero al “Fuego Amigo”. Vaya término que se han inventado. Parece que en él va implícita la no intencionalidad, cuando al caso de Couso solo le falta la nocturnidad, ya que la alevosía está meridianamente clara.
Quizá es lo que tiene querer mirar y querer ser los ojos de otros muchos, a los que nos cuesta dejar de ser analfabetos en eso de la solidaridad y el interés por lo que pase a miles de kilómetros.
John Carlin nos dice en un artículo sobre Kevin Carter , el reportero que fotografió a la niña sudanesa vigilada por un buitre al acecho:
“La cámara funciona como una barrera que lo protege a uno del miedo y del horror, e incluso de la compasión
Un hombre blanco perfectamente bien alimentado observa cómo una niña africana se muere de hambre ante la mirada expectante de un buitre. El hombre blanco hace fotos de la escena durante 20 minutos. No es que las primeras no fueran buenas, es que con un poco de colaboración del ave carroñera le salía una de premio, seguro. Niña famélica con nariz en el polvo y buitre al acecho: bien; no todos los días se conseguía una imagen así. Pero lo ideal sería que el buitre se acercara un poco más a la niña y extendiese las alas. El abrazo macabro de la muerte, el buitre Drácula como metáfora de la hambruna africana. ¡Ésa sí que sería una foto! Pero el hombre esperó y esperó, y no pasó nada. El buitre, tieso como si temiera hacer huir a su presa si agitara las alas. Pasados los 20 minutos, el hombre, rendido, se fue.No se debería de haber desesperado. Una de las fotos se publicó en la portada de The New York Times y acabó ganando un premio Pulitzer. Pero incluso así se desesperó. Y mucho. El hombre blanco era un fotógrafo profesional llamado Kevin Carter. A los dos meses de recibir el premio en Nueva York se suicidó.
Respondió con el frío profesionalismo de siempre. No habría podido elegir otra manera de actuar. Estaba programado, anonadado. El único objetivo era hacer la mejor foto posible, la que tuviera más impacto. Ahí empezaba y terminaba su compromiso. La lógica era muy sencilla: si hacía una foto potente, se beneficiaría a sí mismo, pero también ampliaría la sensibilidad de los seres humanos en lugares lejanos y tranquilos, despertando en ellos aquella compasión -precisamente- que en él estaba necesariamente adormecida.
El problema era que la gente normal, empezando por su propia familia, no lo entendía. Fuera donde fuera, le hacían la misma pregunta. “Y después, ¿ayudaste a la niña?”. Se convirtió en un agobio, una pesadilla. Los únicos que no le hacían la pregunta, porque para ellos no era necesario hacerla, eran los amigos del Bang Bang Club, reporteros que durante años habían fotografiado con el, la violencia del Apartheid en Sudáfrica.
En abril de 1994 le llamaron desde Nueva York para decirle que había ganado el Pulitzer. Seis días después, su mejor amigo, Ken Oosterbroek, murió en un tiroteo en Tokoza (Sudáfrica). Toda la emoción reprimida a lo largo de cuatro años salvajes explotó. Carter se quedó destruido. Lloró como nunca y lamentó amargamente que la bala no hubiera sido para él.
El mes siguiente voló a Nueva York, recibió el premio, se emborrachó, incluso más de lo habitual, y volvió a casa.
Siguió trabajando, pero, perseguido por la muerte de su amigo y -ahora que se había quitado la coraza- la angustia moral retrospectiva de la escena con la niña sudanesa, se hundió en una profunda depresión. No podía trabajar, o si lo intentaba, caía en errores absurdos. Llegaba tarde a entrevistas, perdía rollos de fotos que ya había hecho. Y tenía problemas en casa: deudas, desamor…
El 27 de julio de 1994, exactamente tres meses después de las primeras elecciones democráticas de la historia de su país, Carter se fue a la orilla de un río donde había jugado cuando era niño, antes de que supiera lo que era el apartheid, el sufrimiento, la injusticia. Y ahí, por fin, dentro de su coche, escuchando música mientras inhalaba monóxido de carbono por un tubo de goma, logró la paz, la anestesia final de la muerte.”
viernes, 21 de octubre de 2011
Los escalones de la picardía
Los escalones de la picardía
Aparte de aludir, en plural a una prenda femenina, sugerente y ligera, la palabra picardía se aplica con benevolencia referida a los niños o a los simples, que están convencidos de poder engañar a alguien abierta e ingenuamente, sin pizca de malicia.
Casi siempre esconde cierta simpatía por el tipo de pícaro que hay detrás, y el acto de ejercer la picardía no pasa de ser una travesura, una trastada o trastería, una tunantada, una pillería o una jangada, acometidas con simpleza, cuquería, disimulo e incluso, cierta astucia y sagacidad. La picardía resulta de esta forma una cualidad no solo comprensible, sino capaz de proporcionar divertimento, sin encerrar maldad, ni daño ajeno en el hecho de ponerla en práctica. Habría que añadir la desvergüenza, entendida como la falta de ella a la hora de contar historias picantes sin pudor y sin afán de herir. A veces basta con decir que la persona en cuestión es un enredador, un descarado o un fresco.
Aparte de aludir, en plural a una prenda femenina, sugerente y ligera, la palabra picardía se aplica con benevolencia referida a los niños o a los simples, que están convencidos de poder engañar a alguien abierta e ingenuamente, sin pizca de malicia.
Casi siempre esconde cierta simpatía por el tipo de pícaro que hay detrás, y el acto de ejercer la picardía no pasa de ser una travesura, una trastada o trastería, una tunantada, una pillería o una jangada, acometidas con simpleza, cuquería, disimulo e incluso, cierta astucia y sagacidad. La picardía resulta de esta forma una cualidad no solo comprensible, sino capaz de proporcionar divertimento, sin encerrar maldad, ni daño ajeno en el hecho de ponerla en práctica. Habría que añadir la desvergüenza, entendida como la falta de ella a la hora de contar historias picantes sin pudor y sin afán de herir. A veces basta con decir que la persona en cuestión es un enredador, un descarado o un fresco.
La mala intención casi no existe en estos casos y tiene por objeto la pura diversión o sacar un provecho que no redunda en perjuicio de otra persona. Buena muestra serían las pequeñas mentiras o invenciones con las que los niños intentan zafarse de alguna reprimenda, las astucias de los estudiantes para copiar en los exámenes o las fantasías que los pedigüeños urden para sacar alguna moneda que no les sacará de pobres.
En un escalón ligeramente superior estarían los trileros y aquellos comerciantes que, incurriendo en un delito leve, engañan en el peso de la mercancía, haciéndolo a menudo. Aquí el intento de sacar provecho material es evidente. Ya no se ejerce la picardía por amor al arte, ni para salir del paso. Dentro de los sinónimos que incluye la palabra pícaro (menos benevolente que picardía), cuadraría el de bribones que se traduce como personas que estafan y roban, con lo que podemos estar seguros de la abundancia de ellos a día de hoy.
Bribonzuelo aún se aplica a los niños sin ninguna acritud, como pillastre o granujilla. La palabra pillo o granuja, aplicadas a personas adultas reviste cierta gravedad. Recuerdo que en algunos tebeos de los años sesenta, como Roberto Alcázar y Pedrín, siempre se empleaba el término “pillos” para designar a los malos.
A partir de estos términos referidos a los pícaros, si navegamos en el mundo de la delincuencia, podemos echar mano de otros sinónimos nada simpáticos, que designan un tipo de pícaro cada vez más detestable. Ser un villano incluye la capacidad de cometer acciones innobles y aunque también fue una palabra que aparecía en los comics de hace tiempo (sobre todo en los de los personajes de Marvel), no tiene apenas aplicación.
Si al pícaro le añadimos astucia podemos obtener un pájaro de cuenta, un perillán, un canalla, un sinvergüenza, un marrullero, alguien con el colmillo retorcido o con más conchas que un galápago, un jesuita que sabe algo más que latín, un chalán de cualquier trato y que sabe más que Lepe, un listo que campa a sus anchas, un zorro que se pone las botas mientras haya gallinas a las que desplumar. Nos vamos acercando a esos personajes tan de moda, con pocos escrúpulos, a los que les gusta actuar a lo grande, incluyendo en sus estafas a mucha gente. En esta categoría me arriesgo a incluir desde Roldán, el pícaro fugado y forrado, que siguió una tradición nunca desterrada en nuestro país, pero convertida en delito con la democracia, pasando por Mario Conde, Villalonga y Camacho, el de Gestcartera. Villalonga fue el primero en nuestro país de quien se hizo público el cobro supermillonario por el hecho de dejar su puesto como presidente de telefónica. Un cobro enmascarado en el término stock options, algo que se debe recordar ahora que se piensa en abaratar los despidos, reduciendo el número de días a pagar por año trabajado. Villalonga no solo no acabó en la cárcel, sino que fue fichado por una empresa norteamericana de comunicación, algo que también hizo un tal Jaume Matas, cuando en su feudo de Baleares empezaron a soplar vientos adversos.
Pero seguimos con el escalafón de pícaros delincuentes. Si añadimos la vileza, estamos añadiendo un punto de mayor desprecio hacia el pícaro en cuestión quien actúa con maldad, falsedad, cobardía y no le importa que sus acciones puedan tener como resultado la muerte de inocentes. El, para algunos, simpático Jesús Gil, ya difunto, participaría de todos los adjetivos antedichos, incluido el último. Comenzó a ser famoso como un constructor, cuyas obras en los Ángeles de San Rafael provocaron la muerte por derrumbamiento de varias personas. Y pagó más bien poco a la justicia, antes de convertirse en un hampón, ejemplo de lo que había de venir. Convirtió en casi normal lo canallesco. Fue un granuja consentido en los medios televisivos y radiofónicos, un rufián metido a político, que alcanzó a tener su feudo, incluidos vasallos y mesnadas. No podía llamarse de otra forma su partido, Gil y Gil. Su mayor triunfo fue vencer después de muerto, pues su filosofía rateril, tabernaria, autoritaria y mezquina quedó plantada como un árbol con fruto, tan podrido como la propia semilla, sembrada por aquel tripero, amigo de vestir gayumbos y guayabera.
Pareciera que no es posible picar más alto, sin embargo constato que aparte del, por fin retirado, presidente de los USA, permanece en activo alguien que a todo lo anterior añade la ruindad, es decir falsedad, hipocresía y traición, lo que convierte al personaje en un ser despreciable y mezquino. Don Silvio parece aspirar a ese puesto, después de haber recorrido los otros escalones de la picardía entendida en su sentido más amplio. Su último objetivo es hacer leyes a su medida y saltarse a la torera el sistema democrático del país que gobierna. Nunca le interesó un pimiento la salud de Eluana. Sin embargo, es capaz de ejercer como señor de la vida y la muerte, impidiendo que una petición, apoyada por la justicia italiana, para que Eluana ponga fin a su muerte en vida, sea legalmente ejecutada. Busca el aplauso de otros pícaros que absuelven a los negadores de holocaustos y se atribuyen el poder de negar la libertad del ser humano a la hora de elegir su propio destino. Por otra parte sus bromas sobre hundir pateras a cañonazos, seguidas de proclamas que han inducido a perseguir a los gitanos de Italia y a poner en peligro la vida de muchos de ellos, es algo que nos acerca la sombra abyecta del racismo fascista. A Berlusconi solo le falta un ejército de camisas negras y cambiar su uniforme de banquero por uno militar, para parecerse definitivamente a Don Benito, Mussolini, se entiende.
La abyección es el último escalón de la picaresca desalmada, la que carece de entrañas, a la que pertenecen los dictadores y asesinos de masas. Viven en el mundo actual y parecen estar infinitamente lejos. En realidad están aquí mismo, a tiro de piedra. Se llaman Obiang o Mugabe, como antes se llamaron Pinochet, Videla, Franco, Mussolini o Hitler.
Solo deseo que pícaros así desaparezcan de la faz de la tierra, que no vuelva ninguno parecido a ser engendrado y que nadie tenga ni remoto intención de emularlos.
CAMBIOS DE CHAQUETA
CAMBIOS DE CHAQUETA
Hay mudanzas que no se entienden si no hay pasta de por medio. Me refiero a los cambios de chaqueta que se producen de la noche a la mañana, por tener qué perder o qué ganar.
Fue un proceso que se vivió a mansalva en el advenimiento de la democracia. Demócratas de toda la vida decían antiguos franquistas, de si mismos.
Mas tarde los hubo y los sigue habiendo de todo signo, aunque el más sonado llegó a ser el Tamayazo, que le vino de perlas a Esperanza Aguirre. Aunque, como dice el dicho: “No hablemos de lobos….”
Sin embargo, los casos que más me llaman la atención son los de algunos intelectos, con el eje un poco descentrado. Hay quien, como Luis Racionero, sesentayochista él, que acabó, discretamente eso si, en brazos del conservadurismo más ajeno a sus orígenes ácratas. Tal vez un día cambie su apellido por el de Rancionero.
Pero hay otros, menos discretos ellos, que han llegado a hacer profesión de fe de su majadería. Uno es Jiménez Losantos, que habiéndose alejado de las filas del marxismo, ha alcanzado las más altas cotas del cretinismo. El otro es Sanchez Dragó, que aún proclama su acracia, aunque se halle en la cumbre del filibusterismo.
Mi reino no es de este mundo
Mi reino no es de este mundo
Para decir lo que dice, el papa Benedicto, estaría muy bien sin salir del Vaticano, sentado cómodamente en su butaca, dedicándose a hablar de teología y de cuestiones de culto, en las cuales es inocuo el hecho de su infalibilidad.
En mi opinión es casi tan delictivo decir que el preservativo contribuye a extender más el sida, como negar el holocausto. Al fin y al cabo éste sucedió hace más de sesenta años, pero aquel, el holocausto del sida, está ocurriendo ahora y en África afecta a más de veinte millones de personas, que si se han infectado es, entre otras cosas, por no haber usado profilácticos que impidieran la propagación del virus.
Si él como sacerdote hizo voto de castidad está bien que lo cumpla, pero a los demás que no les de la vara, sin haber limpiado su propia casa en el tema de la pederastia.
Hay quien reconoce a Benedicto XVI, públicamente como un personaje inteligente. Imagino que tendrá que serlo para haber llegado a donde está. Pero pienso que utiliza la inteligencia más para sembrar la discordia que para fomentar la concordia.
Su alejamiento de la realidad le ha llevado a querer resucitar las misas en latín, en ellas el oficiante da la espalda a los fieles, como ignorándolos, lo mismo que se ignora a los vivos enfermos que pueden ser curados por la ciencia. Habla de asesinatos en cualquier caso de aborto, sin distinguir, ni excluir caso alguno. Por cierto que la campaña antiabortista financiada en realidad con dinero público, pues este constituye la mayor fuente de ingresos de la iglesia española, es pura demagogia barata y falaz.
ES UNA GAITA
ES UNA GAITA
La gaita de vivir en un lugar hermoso es ver como sus rincones se transforman y se afean por la mano del hombre. Ese proceso se acelera algunas veces o simplemente afecta a los lugares habituales por los que uno pasea. Son caminos estrechos que se ensanchan para poder meter el tractor cien metros más y de paso vallar sus bordes, tras cortar los quejigos que proporcionaban al sendero un cierto aire escondido que deja de existir. Son sotos en los que el criterio para devastar su arbolado no está nada claro y se cargan preciosos ejemplares que contribuían a crear rincones apetecibles para detenerse un rato, sentarse y disfrutar de la acogedora sombra y de la vista que, ahora, ha dejado paso a un aspecto general de ruina. Entre la broza, las ramas y los tocones pegados a la tierra se quedan los bidones de plástico que contenían el gasoil, afeando más si cabe el desolador paraje. Son escombreras que crecen junto al río en las que no se disimulan las basuras de todo tipo. Muestran hasta que punto estamos faltos de una verdadera educación que nos lleve a respetar el medio.
La belleza en el paisaje es algo subjetivo. Hay quien ama sumergirse entre los rascacielos de una jungla urbana, lo mismo que hay quien gusta de perderse en la penumbra de bosques solitarios, donde los ruidos cotidianos y la presencia humana son solo un eco impreciso en la memoria, que ni siquiera aflora cuando nos atrapan con su magia de musgos, líquenes, olores y fragancias que la naturaleza ha tardado tanto en crear.
Hoy es muy fácil con una Caterpilar de grueso calibre arrasar un pinar en cuatro días. Dejar cicatrices feas como demonios en lugares donde el hábitat llevaba decenas o centenares de años sin tocar. Pienso que el derecho de propiedad y la arbitrariedad de hacer las cosas de cualquier manera por el hecho de poseer un pedazo de tierra, un camino más o menos privado, es más sagrado en la práctica que las leyes que protegen los ríos, los senderos y los parajes de los que algunos disfrutamos. También, desde luego, mucho más sagrado que el sentido común.
No soy, ni puedo ser optimista en cuanto al futuro que nos depara el planeta, cuando veo bien cerca la alegría con la que seguimos emporcando y destrozando el paisaje inmediato, tanto el considerado público como el privado.
La gaita de vivir en un lugar hermoso es ver como sus rincones se transforman y se afean por la mano del hombre. Ese proceso se acelera algunas veces o simplemente afecta a los lugares habituales por los que uno pasea. Son caminos estrechos que se ensanchan para poder meter el tractor cien metros más y de paso vallar sus bordes, tras cortar los quejigos que proporcionaban al sendero un cierto aire escondido que deja de existir. Son sotos en los que el criterio para devastar su arbolado no está nada claro y se cargan preciosos ejemplares que contribuían a crear rincones apetecibles para detenerse un rato, sentarse y disfrutar de la acogedora sombra y de la vista que, ahora, ha dejado paso a un aspecto general de ruina. Entre la broza, las ramas y los tocones pegados a la tierra se quedan los bidones de plástico que contenían el gasoil, afeando más si cabe el desolador paraje. Son escombreras que crecen junto al río en las que no se disimulan las basuras de todo tipo. Muestran hasta que punto estamos faltos de una verdadera educación que nos lleve a respetar el medio.
La belleza en el paisaje es algo subjetivo. Hay quien ama sumergirse entre los rascacielos de una jungla urbana, lo mismo que hay quien gusta de perderse en la penumbra de bosques solitarios, donde los ruidos cotidianos y la presencia humana son solo un eco impreciso en la memoria, que ni siquiera aflora cuando nos atrapan con su magia de musgos, líquenes, olores y fragancias que la naturaleza ha tardado tanto en crear.
Hoy es muy fácil con una Caterpilar de grueso calibre arrasar un pinar en cuatro días. Dejar cicatrices feas como demonios en lugares donde el hábitat llevaba decenas o centenares de años sin tocar. Pienso que el derecho de propiedad y la arbitrariedad de hacer las cosas de cualquier manera por el hecho de poseer un pedazo de tierra, un camino más o menos privado, es más sagrado en la práctica que las leyes que protegen los ríos, los senderos y los parajes de los que algunos disfrutamos. También, desde luego, mucho más sagrado que el sentido común.
No soy, ni puedo ser optimista en cuanto al futuro que nos depara el planeta, cuando veo bien cerca la alegría con la que seguimos emporcando y destrozando el paisaje inmediato, tanto el considerado público como el privado.
BARRICADAS
BARRICADAS
No son tiempos de construir barricadas, al menos en esta parte del mundo, donde tanto material sobra para amontonar en escombreras y basureros y cada uno va, más que nunca, a la suya. Sin embargo en lugares en los que no se recicla oficialmente el plástico, ni el vidrio y en los que multitud de desheredados se buscan la vida para sacarle rédito al desperdicio de los más opulentos, las barricadas pueden llegar a convertirse en pan de cada día.
Me dejó perplejo la noticia de los muros que van a circundar las favelas de Río de Janeiro, con el pretexto de proteger la naturaleza que rodea estas colmenas habitadas por los desarrapados de esa inmensa urbe.
Después de caído el muro de Berlín, vuelven a estar en boga nuevos muros de la vergüenza, construidos por el miedo al terrorismo o a la delincuencia. ¿Qué harán una vez construidos? ¿Utilizar la vigilancia vía satélite para luego arremeter quirúrgicamente, como les gusta decir, contra los focos de rebelión o delincuencia?
Contra la mirada que viene de arriba, ¿que barricada utilizar sino es la misma tierra? Eso era lo que hacían los combatientes norvietnamitas para huir de los efectos devastadores del NAPALM en vastas superficies que ardían al instante. ¿Tendrán que excavar túneles los habitantes de las favelas y también los palestinos (conejillos de indias desde hace tiempo de este amurallamiento perverso) para escapar al férreo control de los hacedores de muros? ¿Será el comienzo de la búsqueda de un nuevo hábitat camino del centro de la tierra para escapar a esos artilugios que detectan el calor de los cuerpos en superficie y pueden acabar con ellos sin errar un milímetro el disparo?
Se va construyendo día a día la ciencia ficción, que deja de serlo a medida que a la maldad del terrorismo se opone una maldad bendecida por las urnas y los presupuestos de defensa. Siempre ha sido la guerra un laboratorio de tecnología que se aplica no virtualmente, sino a la brava, con todo el realismo posible contra sociedades con poca capacidad de respuesta, como la de los palestinos, o algunos países africanos.
Nunca debiera ser tarde para el diálogo, pero da cierto vértigo pensar que en parte ha sido el integrismo estadounidense, aún no superado del todo, el que ha contribuido al desplazamiento de los talibanes a un país aún menos inocuo que Afganistán. La noticia de que los Talibanes se encuentran a unos centenares de kms de Islamabad, la capital de Pakistán, y de que están imponiendo la ley musulmana en los estados del noroeste del país, no es un buen augurio para alcanzar una próxima paz.
Antaño los que no tenían artillería contundente, oponían a ella las barricadas, construidas con todo tipo de materiales tras los que poder parapetarse. Estas eran destruidas por aquella con relativa rapidez y sin duda, con eficacia. Habrá que hilar muy fino en el futuro para que los que se han sentido agraviados por la prepotencia de las armas muy superiores, no se sientan tentados a usarlas si, ojala nunca suceda, cayesen en sus manos.
No son tiempos de construir barricadas, al menos en esta parte del mundo, donde tanto material sobra para amontonar en escombreras y basureros y cada uno va, más que nunca, a la suya. Sin embargo en lugares en los que no se recicla oficialmente el plástico, ni el vidrio y en los que multitud de desheredados se buscan la vida para sacarle rédito al desperdicio de los más opulentos, las barricadas pueden llegar a convertirse en pan de cada día.
Me dejó perplejo la noticia de los muros que van a circundar las favelas de Río de Janeiro, con el pretexto de proteger la naturaleza que rodea estas colmenas habitadas por los desarrapados de esa inmensa urbe.
Después de caído el muro de Berlín, vuelven a estar en boga nuevos muros de la vergüenza, construidos por el miedo al terrorismo o a la delincuencia. ¿Qué harán una vez construidos? ¿Utilizar la vigilancia vía satélite para luego arremeter quirúrgicamente, como les gusta decir, contra los focos de rebelión o delincuencia?
Contra la mirada que viene de arriba, ¿que barricada utilizar sino es la misma tierra? Eso era lo que hacían los combatientes norvietnamitas para huir de los efectos devastadores del NAPALM en vastas superficies que ardían al instante. ¿Tendrán que excavar túneles los habitantes de las favelas y también los palestinos (conejillos de indias desde hace tiempo de este amurallamiento perverso) para escapar al férreo control de los hacedores de muros? ¿Será el comienzo de la búsqueda de un nuevo hábitat camino del centro de la tierra para escapar a esos artilugios que detectan el calor de los cuerpos en superficie y pueden acabar con ellos sin errar un milímetro el disparo?
Se va construyendo día a día la ciencia ficción, que deja de serlo a medida que a la maldad del terrorismo se opone una maldad bendecida por las urnas y los presupuestos de defensa. Siempre ha sido la guerra un laboratorio de tecnología que se aplica no virtualmente, sino a la brava, con todo el realismo posible contra sociedades con poca capacidad de respuesta, como la de los palestinos, o algunos países africanos.
Nunca debiera ser tarde para el diálogo, pero da cierto vértigo pensar que en parte ha sido el integrismo estadounidense, aún no superado del todo, el que ha contribuido al desplazamiento de los talibanes a un país aún menos inocuo que Afganistán. La noticia de que los Talibanes se encuentran a unos centenares de kms de Islamabad, la capital de Pakistán, y de que están imponiendo la ley musulmana en los estados del noroeste del país, no es un buen augurio para alcanzar una próxima paz.
Antaño los que no tenían artillería contundente, oponían a ella las barricadas, construidas con todo tipo de materiales tras los que poder parapetarse. Estas eran destruidas por aquella con relativa rapidez y sin duda, con eficacia. Habrá que hilar muy fino en el futuro para que los que se han sentido agraviados por la prepotencia de las armas muy superiores, no se sientan tentados a usarlas si, ojala nunca suceda, cayesen en sus manos.
domingo, 16 de octubre de 2011
EMPEZAR Y NO ACABAR
EMPEZAR Y NO ACABAR
Aquel famoso “váyase señor González” supuso un buen comienzo para un partido que llevaba catorce años sin mojar a gran escala. A fuerza de ser cansino y ayudado por grandes escándalos que habían protagonizado algunos miembros del partido en el poder, como el caso Roldán y los Gal, acabaría por obtener la victoria en las elecciones de 1996. De los siguientes ocho años los cuatro primeros debieron echarse una novia bilingüe, por la que se tuvieron que dejar, necesariamente, engatusar en su idioma. Luego no les hizo falta ninguna estrategia para seguir gobernando a sus anchas, con una mayoría absoluta que les hizo enseñar su verdadera faz autoritaria y soberbia. Por más Prestiges que emporcasen las playas y más aviones que se cayesen de forma escandalosa, la dimisión no figuraba, ni figura a día de hoy en su diccionario, salvo el honroso caso de Pimentel, quien dejó la política y hoy regenta una editorial en Córdoba.Da grima ver como sigue moviendo los hilos el sobrado Trillo, quien ha estado por encima del bien y del mal a pesar de sus grandiosas meteduras de pata y responsabilidades no asumidas en el caso del Yak 42.
Frustrados por el fracaso de su estrategia de mentir, lejos de rectificar, después del 2004 se pusieron de acuerdo en entonar todos juntos aquello de “ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras” y se montaron la película de la conspiración, en la que siguen insistiendo, ahora por otros motivos, pero con un fin muy parecido, esconder sus miserias y derribar a su adversario a cualquier precio.
No veo diferencias entre la prédica cansina de Aznar contra González y la culpabilización a Zapatero de todos los males que nos acometen a los ciudadanos y los que les acometen a los miembros de su partido.
Es cierto que tanto
Pero a pesar de todo eso que pone en entredicho la forma de ejercer la democracia de uno y otro partido y su respeto escrupuloso de la separación de poderes, está claro que la estrategia del PP es “a grandes males grandes remedios”. A la escenificación dramática de su unidad frente a los que les atacan sin razón, unen ahora la estrategia de echar a paladas la propia mierda, que les salpica en el caso Gurtel y otros, en el ventilador, a ver si les pringa a los demás. Así, todos emporcados, pero siendo al partido en el poder a quien le toca gestionar la crisis económica, al PP le bastará con recordar una y otra vez el desastre que supone el paro y la subida de impuestos, además de poner en entredicho a jueces y policía, para pensar que van en el camino correcto para alcanzar de nuevo el poder.
Corre un chiste por Internet en el que un personaje comenta a otro:
“De Cospedal dice que estamos en un estado policial que lleva al gobierno a utilizar el aparato del Estado contra ellos” y otro personaje le contesta: “Ostras el mismo mensaje que Batasuna”.
Difama que algo queda. Aunque no resulte convincente ni siquiera el timbre de voz de
Mientras tanto al padre putativo del invento este de la conspiración y del pressing al contrario, don José Mari Ansar, no tendrá dudas a la hora de admitir lo justo que resulta que su “amigo y señor” el magnate Murdoch, le suba el sueldo más de un cuatro por cien (uno de los varios que tiene) mientras los demás andamos con el culo prieto a ver si así no nos congelan el salario o no nos despiden. Hasta ahora las soluciones a la crisis son un fiasco, pero no hay que olvidar que a los aspirantes no se les ha escapado ni una sola propuesta y que de estar en sus manos no serían los más necesitados los tenidos en cuenta.
Les pediría a unos y otros que dejasen de dar por el saco, al menos en verano. Que pacten una tregua en todo el mes de agosto porque estoy convencido de que están contribuyendo con su inquina y su mala leche a que se acentúe el calentamiento global y quien sabe si a que el riesgo de incendios se dispare más de lo que hasta ahora era habitual.
SER INVISIBLE
SER INVISIBLE
La invisibilidad ha sido tema de novelas. Tanto Julio Verne como H.G. Welles escribieron sobre ello.
Sabemos que la posibilidad de ser invisibles es una de las quimeras sobre las que los humanos especulan y ni siquiera esos aviones “invisibles”, que el ejército americano posee, lo son en realidad. Han de volar de noche y estar cubiertos de una pintura negra especial para no ser detectados por los radares enemigos.
Para ser invisible sería necesario no estar en posesión de un teléfono móvil y mucho menos llevarlo encima, quizá por eso Bin Laden, el más invisible de los humanos, hasta el momento, decidió no utilizarlo para no ser localizado, volviendo al boca a boca o al correo en mano como medios más seguros para no ser detectados
La guerra de Afganistán demostró que ni siquiera ciertas cuevas eran un seguro de invisibilidad frente a esas armas, cuyos blancos son descubiertos por el calor que despiden sus cuerpos. Tal vez para eludirlas habría que tener sangre de reptil.
Fuera de estas reflexiones, no sé si me gustaría ser invisible. Es un tópico que tanto hombres como mujeres se hacen invisibles a partir de cierta edad en lo que se refiere a la atracción sexual que despiden. Si a esta circunstancia se añade la invisibilidad más total, el resultado sería penoso, a no ser que nos conformásemos con ser atravesados en plena calle por mujeres hermosas, que cruzarían nuestros cuerpos transparentes sin siquiera saberlo. Sería desesperante, algo así como estar muertos en vida.
Si a eso añadimos la mudez en la voz, que quedaría de atractivo en ser invisibles.
Si en esa circunstancia tuviéramos la capacidad de mover objetos, de usarlos como cualquier persona normal, no podríamos tener un trabajo normal, ni cobrar por él.
Podríamos dedicarnos a gastar bromas todo el tiempo o tal vez a impartir justicia según nuestro criterio subjetivo, lo cual abriría unas expectativas
MIRADAS
MIRADAS
La mirada abre al mundo lo que el alma esconde.
Si difícil es disfrazar, al hablar, las emociones, las sacudidas interiores que experimenta el ser humano, más lo es hurtarlas al mirar a los ojos de alguien.
“Mírame a los ojos cuando te hablo” se le dice a aquel del que sospechamos escuda tras los párpados la verdad que queremos descubrir.
“Has de mirar de frente a la vida”, decimos a alguien que no afronta las cosas como son o siempre busca excusas para no actuar ante situaciones que lo exigen.
Hay miradas que matan o hieren, aunque no lo hagan de forma litaral y sangrante.
Hay miradas perdidas que jamás vuelven a encontrar el querido sujeto que vuelva a darles vida.
Hay miradas limpias, de niños, que miran todo como si lo estrenasen.
Hay miradas turbias de odio, que tienen mal remedio, miradas de embriaguez que parpadean, lanzadas al vacío de rostros que no albergará, pasado el tiempo, la memoria.
Hay miradas obscenas, por encima del hombro o también por debajo del ombligo.
Miradas que escudriñan con la torpeza de la miopía o la alevosía persistente del inquisidor.
“Mírame y no me toques” dice, sin despegar los labios la modelo, la porcelana china o el cuadro que se exhibe en un museo.
Estar en el punto de mira, solo a veces puede tener que ver con la mirada. Otras muchas acaba teniendo que ver con la desgracia de ser el fatal blanco de un disparo, de un despido o una violación.
“Mirad”, proclama el prócer con su mano extendida apuntando a los astros, mientras la multitud galvanizada mira el dedo y no lo que señala.
Mirón no siempre fue un cotilla.
El mirador ni nos mira ni nos ve, aunque su sonido y la hechura de sus letras nos confundan.
La mirada se posa y en vano esperamos que levante el vuelo como si fuera una paloma.
La mirada se clava, aunque sean delicados y redondos nuestros ojos.
Se lanza la mirada y se recoge al igual que hacemos con la caña de pescar.
Una mirada dulce no contiene azúcar, pero se saborea con todos los sentidos y mucho más despacio.
Ojalá que los hombres se devorasen solo con la mirada.
Las miras, cuanto más altas más daño hacen al caer.
Detener la mirada no tiene connotaciones policiales.
Cuando tiendo la mirada no le pongo pinzas.
Atraer las miradas no significa coleccionar ojos.
La frases “andar con cien ojos” o “ser todo ojos” parecen ocurrencias de Dalí
Mirar con el rabillo del ojo es una forma sexual leve de mirar con él.
En las aduanas miran más las manos que los ojos de los aduaneros, sin que estos sean ciegos.
Una mirada de perro cazador acecha, la de un policía fisgonea, escruta y fulmina. La de un embaucador camela.
Ser pobre de solemnidad, más que no tener un duro es no tener a quien devolver la mirada.
miércoles, 12 de octubre de 2011
El Destino
El Destino
Nunca he creído en la predeterminación de los calvinistas, pero la libertad del hombre tampoco es tal si pienso que uno no puede elegir donde nacer, ni entre quien hacerlo. El nacimiento marca parte de nuestro destino. Hay quien habla de forjarse o labrarse un destino, otorgando co-protagonismo a la voluntad humana.
Hay quien lo busca en las estrellas, como si el plano de figuras trazadas en el cielo encerrase la verdad de lo que somos o seremos y solo podemos esperar que se vaya cumpliendo inexorablemente.
La palabra destino entendida como devenir siempre ha contenido, para mí, una determinación ajena al hombre, que le supera. Solamente cuando la oía en las estaciones perdía ese halo de fatalidad que parece envolverla, significando algo que flota sobre nuestras cabezas, siempre a punto de alcanzarnos, de caer sobre nosotros como un peso de alto tonelaje, presto a aplastarnos.
Oía aquello de tren expreso procedente de Barcelona con destino a Coruña o Almería y evocaba en mí el inocuo transcurrir nocturno de viajeros cansados y sonámbulos camino de un destino más allá del alba.
No está claro sin embargo que el ejercicio de nuestra libertad sea ajeno a nuestro propio destino.
Decía William Shakespeare “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”. Estamos, sin duda, limitados por el lugar en que nacemos, la posición social, el afecto que recibimos. Pero hay quien es capaz de transformar unas malas cartas en un buen juego.
Bethoven, yendo más allá expresaba con convicción la fe en su propia voluntad y en su carácter al decir: “me apoderaré del destino, agarrándolo por el cuello. No me dominará”
De forma parecida, aunque no tan contundente, Neruda expresaba la validez del hombre enfrentado al destino y decía: “Yo creía que la ruta pasaba por el hombre y que de allí tenía que salir el destino”
John Milton, el poeta inglés decía: “No creo en la necesidad, ni en la casualidad, mi voluntad es el destino”.
También el escritor italiano Giovanni Papini mostraba como las cualidades del hombre contaban a la hora de cumplirse el destino y dejó escrito: “El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad”.
Sin embargo no hay unanimidad en considerar que el hombre pueda guiar las riendas de su destino y hay quien se ha expresado de manera más fatalista.
Decía el fabulista Jean de la Fontaine :” A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”. Como aquel que huyendo del encuentro con la muerte, ignoraba que esta le esperaba en la ciudad donde pretendía esconderse.
El poeta romántico, Lord Byron, que murió luchando en Grecia por su independencia dijo sobre el destino: “luchar contra él sería un combate como el del manojo de espigas que quisiera resistirse a la hoz”
El escritor griego Esquilo de Eleusis dejó dicho:” Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino”
Albert Einstein, ese viejo simpático que nos saca su lengua en los posters escribió: “Tendremos el destino que no hayamos merecido”.
Sin duda todas estas frases forman parte del significado de algo tan enigmático como es el destino.
De todas las frases que he encontrado son estas las que más me transmiten la idea de que libertad y destino no son incompatibles o que, el destino no significa necesariamente Fatalidad.
La primera del viajero y geógrafo Humboldt dice así: “La manera en que una persona toma las riendas de su destino es más determinante que el mismo destino”.
La última del escritor Goethe nos dice: ”A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea y sabemos que así será”.
CARDIOPATÍA
CARDIOPATÍA
Corazón nada has de añorar
en esta isla lejana.
Corazón nada hasta la playa
Amigos míos, si me permitís saldremos a la calle a observar como la rueda de la fortuna trata a ese músculo vital que es el corazón.
Es ingobernable se dice, cuando nos decidimos a vivir una pasión, la que sea.
Pero ¿cuantas pasiones se cruzan en los pasos de cebra, en los andenes, en los grandes mercados y plazas?
Son innumerables.
Van y vienen.
Y a veces chocan o se interfieren entre sí.
Y si salimos a la carretera o a los cinturones, se cruzan además a toda leche, salvo en el ir y venir al trabajo y en los grandes atascos de los puentes.
La lentitud del tráfico y la exasperación por llegar, dispara nuestra adrenalina.
Allí se juntan los que salen y entran, los que van y vienen, los que no pueden dejar de salir ni siquiera en domingo y los despistados que cruzan en tránsito.
El maremagno habitual e irremediable.
Y cuando nos preguntan, respondemos:
¿Yo? ¿Del corazón? nada.
UN DIA PERFECTO
UN DIA PERFECTO
No creo en los días perfectos. En todo caso para acercarse a serlo, de ellos debería estar desterrado el reloj, el mayor incordio inventado por el hombre.
No dudo de su utilidad, pero tampoco de su cualidad de instrumento de tortura, asociado a la necesidad de un trabajo medido inexorablemente por los círculos que describen sus agujas.
Un día placentero para mí sería, desde luego, un día sin trabajo, en el que levantarse cuando el cuerpo lo pida. Para muchos sería no levantarse en todo el día.
Sin embargo, surge la primera disyuntiva si pienso que es un día de verano, en una playa que puedo pasear de madrugada y ver su amanecer sin gente, cuando solo algún barco de pesca sale del puerto o regresa hacia él, antes de que los bañistas abarroten la arena.
Tras el agradable paseo, solo o acompañado, volver a casa con pan tierno y croisan. Lo de llevar el periódico, no lo tengo claro, pues las noticias, no siempre son un buen ingrediente para acompañar al desayuno. Como aún es temprano sería opcional, antes o después de desayunar, volver a la cama y hacer el amor sin prisa alguna ( se da por sabido que no hay niños cerca que nos reclamen o rompan la magia del momento)
Tras levantarse, un largo baño y después de salir a la calle, tomar un vermú en algún chiringuito cercano al puerto y después comer en un restaurante con vistas al mar.
Si estoy en un lugar de montaña, lo de ver amanecer puede esperar y elegiría la opción de gozar de la cama más tiempo, a no ser que desee subir a algún pico. En este caso se requiere esfuerzo, cosa que para muchos está reñida con la perfección, ya que se suele sudar de forma algo menos placentera que en la otra opción.
Un paseo por un bosque de hayas o a la orilla de un río, sería el prólogo perfecto a una buena comida en algún restaurante con vistas a la Peña o las tres Sorores, por ejemplo.
Para mí la siesta no es algo necesario. A ser posible la comida no debiera ser pesada, para no provocar ese sopor que tanto invade a muchos y les obliga a una buena cabezada hasta media tarde. Yo prefiero pasear de nuevo.
En una ciudad sin mar, pasaría la tarde en una plaza (la plaza mayor de Madrid o la de Salamanca), viendo pasar la gente, ante unas cervezas. En la playa me daría un baño antes de caer el sol, cuando la temperatura del agua se ha dulcificado y no hay tantos bañistas. Aunque lo mejor sería en una cala solitaria, en la que secarse con los últimos rayos del sol. También es un momento propicio para el amor.
En la montaña, siendo temporada, disfrutaría buscando setas, que degustaría a la plancha a la hora de cenar.
Aún saldríamos a contemplar el mar de noche mientras disfrutamos de un café, acompañado de una charla entre amigos.
Unos bailes en algún pueblo en fiestas, podría ser un buen colofón para un día, que nunca, a pesar de disfrutarlo, sería perfecto, pues quien sabe...
¿Cómo sería un día perfecto para un vagabundo? Tal vez sería no estar obligado a levantarse y dormitar al sol, sin la necesidad de buscarse la vida por un día. También que la temperatura fuera la ideal para estar todo el tiempo a la intemperie y sentirse como en casa.
Para un africano del sahel tener a mano el agua y la comida y no tener que gastar energía en procurársela.
Para un preso, dejar de serlo durante ese día. Lo demás correría por cuenta de su imaginación
Para un monje de clausura no puedo siquiera imaginarlo.
Para un niño, jugar hasta caer rendido a mil cosas distintas.
viernes, 7 de octubre de 2011
FELICIANO
FELICIANO
Feliciano se decía a sí mismo “soy de una generación que creció con la fe como una asignatura obligatoria de la vida. Nos bautizaban sin haber cumplido el mes, sin pedirnos permiso para verter el agua fría sobre nuestra cabeza, que siempre nos provocaba el llanto. Luego venía la comunión, para la que había que ejercitar la memoria y aprender fórmulas de fe del catecismo, que se recitaban de corrido como la lista de los reyes godos.
Después ya estabas obligado a acudir al ritual de la misa una vez por semana y cumplir los preceptos de todo buen cristiano”.
Llegué a creer que dios era un anciano barbudo que miraba con su gran ojo a través del triángulo, como si fuera un satélite que alcanzase a vigilar a todo el mundo. Un día me dije: ” si es así el dios que nos dibujan en los libros y en los catecismos o es un plasta o es el cotilla mayor de universo”.
Claro que esa labor, la de vigilar, según nos explicaban, la delegaba en el ángel de la guarda. Al parecer había uno para cada creyente. Éste, sin embargo, no evitaba las cuqueras cuando hacíamos guerras a pedradas ni los golpes al saltar las tapias y los setos.
Se preguntaba Feliciano ¿Será tal vez que nos duermen con cuentos para no maldecir nuestra suerte de mortales?
Si la vida es un misterio y a cada uno le depara una suerte distinta, porqué la respuesta ha de ser la misma para todos?
Me parece muy bien que cada uno crea lo que quiera, pero lo que no entiendo es el afán que tienen algunas religiones de ser universales, de invadir el espacio de otras y tratar de demostrar que son la única verdadera.
Feliciano hacia repaso de las guerras en las que la fe se había puesto por bandera y llegaba a la conclusión de que había sido causa de grandes violencias y mortandades. Cristianos contra musulmanes, cristianos contra judíos, católicos contra protestantes, anglicanos contra puritanos, musulmanes contra judíos... Una larga lista de conflictos provocados por la intolerancia religiosa.
Feliciano estaba convencido de que eso de la fe religiosa era algo íntimo, de lo que uno no debía alardear y menos aún imponer a los demás. No entendía el empeño de que en las escuelas e institutos fuese una enseñanza obligatoria y constase además en el historial de los alumnos.
Tampoco entendía eso de que los profesores de religión estuviesen pagados por el estado, es decir por todos los contribuyentes, mientras a la par eran elegidos por los obispos. Ahora estos ponían el grito en el cielo ante la posibilidad de que las diferentes confesiones estuviesen en igualdad de condiciones y seguían en sus trece sobre la conveniencia de seguir impartiendo doctrina en las aulas, públicas y privadas.
¿Cuánta gente debe pensar que si el Papa es infalible en materia de fe, porqué no lo va a ser cuando habla de los preservativos o de lo inconveniente que resulta el matrimonio entre personas del mismo sexo?
Se preguntaba Feliciano
Siempre concluía sus silenciosos monólogos, planteándose ¿Porqué no dejarán en paz a todo el mundo? Finalmente pensaba que los jerarcas de la Iglesia , como los actores, se deben a su público y como en la televisión, también debían funcionar y casi ser decisivos, los índices de audiencia. Seguramente muchos de los oyentes esperarían que a estas alturas no se cambiaría ni una coma de un guión de siglos, lo mismo en materia de fe que en asuntos de la vida común de los mortales, como si en ese tiempo la historia de los hombres se hubiese congelado.
EL RÍO
EL RÍO
Los ríos son las venas de la tierra, por ellos fluye el agua como lo hace la sangre por nuestro cuerpo.
Desde siempre la vida de los seres humanos ha estado ligada a las corrientes que surgen de la roca, se alimentan de la lluvia y van creciendo hasta llegar al mar que los acoge definitivamente.
Las grandes civilizaciones surgieron a las orillas de grandes ríos. Egipto fue posible por el don del Nilo, cuyas fuentes fueron, quizá, el enigma oculto que más tardaría en ser desvelado, un mito que hoy se estanca en la gran presa de Asuán, sin dejar ya a su paso, aguas abajo, el limo fértil que aseguraba las cosechas en los tiempos remotos.
El Río Amarillo que atraviesa China pronto estará estancado en la presa de las Tres Gargantas. Su construcción ha desplazado a casi dos millones de personas. Aseguran que con ella se acabarán las riadas que en épocas pasadas provocaron miles de muertos, también que será además de la muralla China, la más visible de las obras humanas en el planeta tierra, con sus seiscientos kilómetros de largo.
Se habla hace tiempo de que las guerras del futuro lo serán por el agua. En el presente ya hay ejemplos. Israel además del territorio controla las corrientes y los pozos de agua frente a los palestinos, en un territorio especialmente seco. Hay quien ha conjeturado que el control de Irak no es solo por el petróleo, sino también por el agua de sus ríos, el Tigris y el Eufrates. Egipto puede considerar causa de guerra la construcción de grandes embalses aguas arriba del Nilo.
En el sahel africano y en lugares como Etiopía ir a buscar el agua es un trabajo de horas, que consume el tiempo, vital para la supervivencia, pues la falta de lluvias y la desertización galopante provocan las hambrunas atroces que diezman cada tanto a sus poblaciones.
El lago Chad, uno de los grandes lagos de África se está secando, como le ocurre desde hace décadas al mar de Aral. En ambos casos tiene mucho que ver el agua que se roba a sus ríos para cultivos que consumen demasiada agua.
Resulta difícil ponerse en situación, cuando a nuestro alrededor parece sobrar el agua.
Cuando oigo decir que el agua del Ebro se desperdicia al llegar al mar, pienso en esos lugares y también en el Mediterráneo, el Mare Nostrum, recorrido por Ulises de extremo a extremo, cuando ningún río estaba regulado y respiraba con el libre fluir del agua, desde el norte y el sur, con aguas de deshielo de los Alpes y los Pirineos, con el rojo limo aportado por el Nilo.
Si los ríos dejasen de aportar al mar la mayor parte de su agua ¿que consecuencias tendría sobre la existencia misma de la vida en él?
Oigo hablar a políticos del agua como si se tratase de una mercancía privada y es para echarse a temblar cuando se adivina cual será el destino de gran parte de esa agua. En el caso del tan traido y llevado Trasvase del Ebro, no solo se dejaban de lado los efectos que produciría sobre el delta, sino que se han acallado los negocios reales en torno al agua que se hacen en algunas zonas de Levante, como campos de golf, parques temáticos como el de Terra Mítica, idea, hoy en quiebra, del locuaz Zaplana y operaciones urbanísticas en una zona saturada, donde, de forma inconcebible, sus propios ríos se maltratan. El Segura, principal río murciano, es uno de los más contaminados de Europa. En la provincia de Almería se han sobreexplotado los acuíferos de la costa y hace tiempo que se agotaron. (Caso de los agricultores de las Alpujarras)
¿No sería más sensato sanear las cabeceras de los ríos en esas zonas, reforestar allí donde haga falta y recurrir a la desalación para todo lo que no sea agua de boca?
Aragón es una tierra que sabe de desierto, pues el de los Monegros está al lado mismo del Ebro. ¿Cuánto ha contribuido el hombre a crearlo?
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