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miércoles, 15 de abril de 2020

Esta carta fue  publicada en la sección de cartas al director en el Periódico de Aragón durante el verano de 2019
 
CARTA AL SEÑOR OLONA

Muy señor nuestro:

Me gustaría hacerle llegar, a través de la presente, mi humilde opinión sobre la visita protagonizada por usted al Valle de Chistén, en julio de 2019.

En primer lugar me hago una pregunta ¿Acaso para usted el estar en funciones como Consejero significa en realidad estar de vacaciones?

Me explico.

A cualquier estudiante, por poco espabilado que sea, no se le escapa que, si en un examen mete la pata hasta el cuezo y la caga, no puede aducir que la culpa fue del profesor, que le metió presión y el nerviosismo le pudo, cuando la pregunta era del calibre de ¿Cuánto son dos más dos? o ¿Cual es el río más grande y caudaloso que atraviesa su Comunidad?.

Si usted contesta que es el Guadalquivir y, además, porfía, intentando convencer al maestro  de que su respuesta es la correcta, lo lógico no sería que le pusiesen un simple suspenso o insuficiente, sino un cero rotundo.

La cuestión real que nos ocupa es sencilla. Usted dijo de forma reiterada algo totalmente falso, al manifestar ante sus examinadores (Vecinos del Valle y demás personas) que Aragón no había suscrito, ni apoyaba ningún Convenio referente a la reintroducción de los osos en la zona del Pirineo Central, situada entre Aragón, Cataluña y Francia y que por lo tanto el Gobierno de Aragón no tenía ninguna obligación sobre la vigilancia y seguimiento de estos animales para, entre otras cosas, advertir a los ganaderos con tiempo suficiente para manejar sus rebaños y poder evitar, en la medida de lo posible, una desgracia, como lo fue el ataque del oso Goiat a dos terneros que resultaron muertos.

Lo que se le demandaba era razonable y hubiera requerido, al menos, ir con la verdad por delante y no responder con milongas y repetir una y otra vez que el Guadalquivir pasa por Zaragoza.

Si, ahora, para tapar semejante metedura de pata, que requeriría, en justicia, una dimisión inmediata en sus funciones (Aunque sean en funciones), decide tirar por la vía de aplicar la Ley Mordaza y considerar como una agresión el escrache, protesta o como quiera llamarlo, que acabó en la rotura parcial de una de las ventanillas de su coche oficial, creo sinceramente que al cero inicial de su examen añadiría usted otro muy deficiente en conducta y sobre todo en sentido común.

No se puede mentir públicamente una y otra vez cuando se le confía un cargo público de envergadura, muy bien remunerado y esperar que encima le sonrían y se conformen con palmaditas en la espalda.

He de decir, finalmente, que el manejo de un truco, cuando es grande y en caso de aglomeración de trucadores, no siempre resulta sencillo y el cálculo constante de su contoneo, en relación a posibles encontronazos, resulta difícil de controlar y aventurar.

Tal vez, en esta ocasión, debería usted meditar sobre sus respuestas en el examen, envainársela si hacer mucho ruido judicial y probar en septiembre, pero en otro trabajo, a ver si hay más suerte.

Me despido de usted, señor Olona, deseando que las excesivas olas de calor de Tierra Plana no le hagan mucha mella.

Un saludo de Gonzalo del Campo Antolín.

 

En mi carta al señor Olona ha podido parecer que cuando hablaba de mentiras me refería a que Aragón si ha suscrito o apoya un Convenio sobre el asunto de la reintroducción del Oso en el Pirineo Central. Nada más lejos de mí que  querer mentir, a mi vez afimando, algo que no es cierto. A lo que yo voy es a la responsabilidad y la obligación que Olona dijo no tener como Consejero del Gobierno de Aragón. Ahí reside la milonga y la mentira que tantas veces los políticos esgrimen para esconder la inacción o la incompetencia. Del hecho de no haber suscrito un Convenio no se deriva automáticamente que la responsabilidad y la obligación de informarse e informar desaparezca. No se puede ir al Valle de Chistau, sin haber hecho ciertos deberes, como haberse puesto previamente en contacto con Cataluña y Francia o, con los años que lleva el tema coleando, implementar medidas para dar respuesta a casos como este. Yo también considero valentía (U osadía, no sé), acudir para, como única respuesta decir que el asunto no me compete o no es de mi responsabilidad.

SOBRE EL ORDEN DEL DIA, DE ERIC VUILLARD
 
Eric Vuillard, en el “Orden del día” me parece muy hábil por la manera de plantear la novela.Como si fuera Houdini o Copperfield ocupa nuestra atención, presentándonos a unos protagonistas importantísimos e imprescindibles para una representación tan grandiosa como es una guerra y más tratándose de la más mortífera que ha habido en la Historia. Incluso nos da una lista con nombres y apellidos, en las que son todos los que están pero no están todos los que son (Ford, IBM, Coca Cola, por ejemplo). El relato promete, parece que vamos a adentrarnos en el peligroso mar de los grandes tiburones que deciden realmente  sobre el presente y el futuro y luego nos encontramos (aunque muy bien relatado)con una galería de secundarios a los que la Historia ya nos ha mostrado bastante a menudo. Se aleja en el tiempo hasta Lord Halifax, que como responsable político inglés no tuvo a bien socorrer a los irlandeses en el trance más catastrófico demográficamente hablando, que ha vivido Irlanda (la Gran Hambruna que acabó con la vida de dos millones de personas y provocó una oleada de migración masiva hacia América). Luego da un salto a la época de la política de apaciguamiento, para mí un tiempo ignominioso que, a veces, me recuerda a los que ahora mismo vivimos. Es más que curioso el apodo de Chamberlain, “el Arrendador”, en su calidad de casero de Ribbentrop y me encanta como narra la comida en la residencia de los Chamberlain, con el matrimonio Ribbentrop, como invitados y con el escenario de la invasión de Austria como telón de fondo.

Hay frases que se ajustan a la realidad y la expresan claramente como ”Las empresas no mueren como los hombres. Son cuerpos místicos, no perecen jamás”, en alusión a Oppel, Krupp, Varta, BASF, Bayer,, AGFA, IG Farben, Siemens, Allianz, Telefunken (Hugo Boss, que no nombra). La terca realidad nos lo muestra a día de hoy de forma contundente. Los humanos somos contingentes, las empresas necesarias. Otra que remacha la anterior sería “ Como puede verse, la ingeniería financiera se ha prestado siempre a las más nocivas maniobras”, cuando habla de la producción de tanques para el ejército alemán en el extranjero. Hoy en día, desde mi punto de vista hay una imagen que supera a cualquier concepción que tengamos sobre los manejos secretos de los banqueros (que ya los damos por sabidos y consentidos) y es la del Príncipe Salmán de Arabia (El Asesino, casi confeso de su paisano periodista), en el centro de la foto, entre los mandatarios políticos más importantes del planeta, presidiendo la reunión del G-20, que deja muy por debajo a la del macho alfa Putin, dándole la mano al estilo de colegas del trullo, poco menos.

Otra clave de la novela, la encuentro en “El mundo se rinde ante el bluff. Incluso el mundo más serio, más rígido, incluso el viejo orden, aunque nunca cede cuando se exige justicia, aunque nunca se doblega ante el pueblo que se doblega, SI SE DOBLEGA ANTE EL BLUFF”. Eso, Clara, si es realmente lo que ahora si se está repitiendo. Nosotros (genéricamente hablando) nos doblegamos ante el bluff y por ignorancia y desidia somos capaces de votar a VOX, a La Pen, a Amanecer Dorado o a la burra que te coceó. A la cabeza del mundo se adelanta un cerebro inestable y caprichoso. No sé si fue un presidente estadounidense que ya advirtió a la gente de su país sobre poner al frente del gobierno a  comerciantes (Bush, ya lo era y nefasto, por cierto, como hombre de negocios me refiero). De la deriva de EEUU, daría para hablar largo y tendido (Para mí Noam Chomsky sigue siendo el referente como conecedor y divulgador de la realidad de su país)

Otro ejemplo de frase a extraer: “En ese grande y sórdido cambalache, donde se gestan ya los peores acontecimientos, impera un respeto misterioso a la mentira”. Parece que estuviera hablando de la Europa de ahora mismo, de la España de hoy.

Me gusta, y es la manera que tiene Vuilard de cerrar el círculo de su novela, que vuelva al viejo Krupp, senil, viendo a los espectros de los asesinados en los campos de concentración, caminando hacia él, desde el ángulo más en tinieblas del salón, diciendo “pero ¿Quién es toda esa gente?. Vuilard practica el optimismo de Shakespeare, el que tendemos también a tener nosotros por nuestra educación y la bondad de nuestros progenitores.

Hace falta que la enfermedad les haga débiles a todos esos que deciden en la sombra, por encima del Goobels discapacitado y servil para con su amado Fhürer, del morfinómano Goring, de los Himmler, los Heyndriks, los Menguele y por supuesto de todos aquellos a los que aquel pastor, Martin Niemoller invocaba cuando decía aquello de “Cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie”, para que comiencen a ver las cenizas de sus crímenes. ¿Qué más da ya esa última locura, si ya han dejado siembra para continuar esa otra locura, la más letal y verdadera con la que nos empujan a todos al abismo.

Como bien dice Vuilard al final “Nunca se cae dos veces en el mismo abismo. Pero siempres se cae de la misma manera. Con una mezcla de ridículo y pavor”.

 

SOBRE EL LIBRO EL RUIDO DEL TIEMPO

Convertir en sagrada la abyección

como si fuera lo más natural

acallar la palabras y la música

exigir el silencio o expresarse al dictado.

Suicidarse para sobrevivir.

Aún muerto, te reclama tu obra

te interroga y te escupe a la cara

con su sola presencia.

Luces de libertad,

inquietos pájaros sobrevolando el miedo,

abrazando con fuerza la desbocada juventud

la cima incontestable del deseo,

acariciada apenas un instante.

Lo sublime se  expone a no ser invisible.

Nada es gratis y menos aún la gloria

cuando el poder reclama la factura

el óbolo que obliga al creador

a formar parte del séquito.

La ingenuidad  de Shakespeare  nos llega

un poco a todos, al pensar como él

que los tiranos albergan pesadillas

y son acosados por espectros de sus asesinados

y sufren, en el fondo, sus infamias.

La terrible verdad es, sin embargo que: “si penetras bajo la piel de uno de ellos y atraviesas una capa tras otra, descubrirás que la textura no cambia, que el granito envuelve más granito y no hay una caverna de conciencia que encontrar”.

¿Y los demás que esperan del artista

que elabora su obra en los infiernos?

¿Qué salte la ventana y se desprenda

del pegajoso abrazo de la hidra?

¿Qué arriesgue las vidas que no tiene

en ser un héroe por cada una de ellas

para saciar el hambre de espectáculo?

La puerta del infierno cristiano, en Santa Fe de Conques, muestra la boca abierta de de un monstruo que traga incansablemente a sus víctimas desnudas, sin nada que les identifique salvo el sexo. Acaban siendo iguales los graves militares, los burócratas grises, los músicos geniales, los obreros que se atrevan a pensar, las mujeres que deciden por sí mismas…

No hace falta siquiera rebeldía. Cualquiera puede ser víctima, tanto por sus palabras y sus actos como por sus silencios y omisiones.

Solo quedan las sombras que proyectan las siluetas de los que sobreviven a artistas y tiranos y a cualquier situación. Ellos nunca serán tachados de cobardes. No serán ni mártires ni héroes. Tan solo ejecutores en la sombra. Las células siamesas, uniformes, necesarias e imprescindibles para alimentar la tiranía, los diablos que nutren de almas las calderas, mirando de reojo, siempre, hacia el tirano.

Ellos ignorarán siempre a Chejov porque nunca escribirán nada, excepto las denuncias.
TEXTO   DE 2019

LOS LÍMITES DE LO POSIBLE
 
Pensábamos que todo estaba visto, que los límites de lo posible ya no alcanzarían ninguna otra frontera que nos llevase a un mundo imaginario, ya sea idílico, ya de pesadilla.
Ver y oír hablar a algunos de los “jóvenes” políticos que compiten por alcanzar la gloria del máximo estrellato político y el acceso más seguro a las puertas giratorias y la, casi segura, inmunidad judicial por el aforamiento, es como entrar en la casa de los horrores, el tren de la bruja, la montaña rusa y el túnel del tiempo, todo a la vez.
En lo que coinciden casi todos los candidatos es en aplicar la máxima atribuida a Goebbels, una de las manos derechas de Hitler, de que una mentira repetida hasta la saciedad, acaba por convertirse en verdad.
Pablo Casado, como su homónimo, el apóstol, parece haberse caído del caballo y, quizá del golpe, ha visto la luz en forma de Santiago, que viene a galope desde Covadonga para echar a los sarracenos, comunistas y rojos en general. A unos al mar, imagino, para hacer compañía a sus paisanos huidos desde hace siglos por la intolerancia, a los que hoy mismo se ahogan por centenares en su afán por llegar a un falso paraíso y a otros a los gulags que estarían dispuestos a construir para cambiar las mentes de todos los que no piensan como ellos, de manera  parecida a como pretende hacer el cardenal Reig Pla con los homosexuales-
Son demasiado jóvenes para haber interiorizado la imagen que a muchos intentaron inducirnos a la fuerza en la educación, en los tiempos del franquismo, donde desde Viriato, pasando por  Don Pelayo, el Cid Campeador, los Reyes Católicos, Cortés, Pizarro y otros conquistadores, España aparecía como aquella “Unidad (léase nave espacial)de destino en lo Universal (léase Agujero Negro)”, en la que todo resplandecía, ondeaban al viento las banderas preconstitucionales, siempre estaba amaneciendo y había solo camisas nuevas sin ningún remiendo. Nada de cunetas con paseados y desaparecidos, nada de orfanatos con cabezas de niñas y niños rapadas al cero, nada de monjas y curas ladrones de recién nacidos, nada de esclavos recluidos en alguno de los casi 300 campos  de concentración que llegaron a montar, nada, en fin, de la corrupción instalada hasta el tuétano, en un país donde militares y eclesiásticos se repartían el pastel a partes desiguales, mientras los humildes, vencedores o vencidos (Todos vencidos, al fin y al cabo), pasaban hambre y estaban sujetos al más absoluto silencio, impelidos por el miedo.
Así viene Santiago, envuelto en el halo amarillo de los rayos divinos, que esconden con su brillo y oropel, las miserias de antes y de ahora, la desigualdad que siempre propician los que lo quieren todo y aplastan sin miramientos a los que nada tienen.
El trío del llamado TRIFACHITO representa precisamente eso, la perpetuación de la desigualdad y el servilismo mas abyecto a los poderes económicos y empresariales que cualquiera que no esté enteramente ciego puede ver cómo nos tratan.  Mientras tanto repiten como mantras España se rompe, España se rompe, Golpe de Estado, Golpe de Estado…La mejor manera de hacer olvidar reformas laborales nefastas, el traspaso de miles de millones de dinero a amigos millonarios, la precarización de las pensiones, la educación, la sanidad , las cloacas del Estado que se dedican a impedir el libre ejercicio de cualquier opción política (sobre todo si es de izquierdas) y todo aquello a lo que jamás le dedican ni cinco minutos en debates que nunca se salen del guión.  Torra, Puigdemon, Rufián, Otegui, ETA y el principal resucitado, que aparece detrás, entre la niebla, la momia de Franco, condicionando el presente, cada vez que oímos mentir y provocar a esos jo-viejunos que aspiran a alcanzar el poder a cualquier precio.
Y aún habrá quien les quiera dar su voto. Que desgracia. Por fortuna se han quedado lejos de poder formar gobierno.
Aunque este texto ya tiene un tiempo, no deja de estar vigente. Más aún parte de lo que aparece reflejado se agudiza en estos tiempos de pandemia vírica

DESDE EL TIOVIVO

En este tiovivo en que se ha convertido el espectáculo de la política española, somos como niños grandes subidos al caballito que da vueltas y vueltas, rodeado del mismo paisaje monótono y constante, en el que se repiten las mismas caras, los mismos gestos y las mismas proclamas una y otra vez. Mientras giramos vemos en primer plano apenas una docena de rostros que solo pronuncian las mismas frases. Oímos España se rompe varias veces en cada vuelta, hay por lo menos un golpe de estado del independentismo, ayudado por un radical llamado Pedro Sánchez, al menos una vez en cada giro y la palabra Cataluña flota como notas sueltas de un pentagrama, desde muchas gargantas y en muchos tonos diferentes, formando una barrera casi infranqueable que obstruye la visión de lo que hay detrás.

Casi en ese mismo primer plano, caras de tertulianos, de presentadoras y presentadores famosos que juegan con esas mismas frases, las rebozan como croquetas, las analizan una y otra vez igual que los insectos a la visión de un microscopio. Tanta monotonía nos marea y nos produce nauseas, así que para mitigarlas intentamos mirar por entre los huecos que nos dejan esos personajes y acertamos a ver las peleas de gallos que interpretan sus seguidores. Entrevemos codazos, zancadillas, alguien que muerde a otro la oreja, algún tirón de pelo. Casi todos en ese segundo escalón parecen agitados, turbulentos, excitados por llegar a asomar sus cabezas entre los espacios que dejan libres sus líderes, quienes parecen ajenos al guirigay, como si no fuera con ellos. Después de la tormenta, a  los heridos y magullados vencidos se les ve marchar resignados o volviendo la mano alzada como amenazando con volver o querellarse en los tribunales. Poco a poco la tranquilidad se impone y a ese segundo plano asoman personajes con pinta de banqueros que se colocan estratégicamente en ese mismo plano. Provocan que los que están delante miren de reojo para tener seguridad de que ya están allí sus valedores.

Pronto deja de tener interés para los que siguen girando aquel grupo y miran más allá, donde la vida parece transcurrir ajena al volteo incesante del tiovivo. Más allá de ese muro de aspirantes a ocupar la barrera que casi tapa la visión de lo que hay detrás, se ven escenas entrecortadas de la realidad. Gente que abandona sus casas, desahuciados por haberse quedado sin trabajo o por ser las víctimas de esos fondos buitres a los que se la suda dejar gente en la calle, cuando les doblan el valor del alquiler. Dependientes que mueren esperando una ayuda prometida e incluso comprometida por los miembros del Congreso y convertida en ley. Mujeres que mueren por una violencia machista que no todos los jueces acaban por tomarse en serio y que algunos descerebrados ponen en entredicho a pesar de la evidencia. Ancianos que atienden a sus hijos y a sus nietos como el último asidero contra la falta de trabajo y oportunidades con su menguada paga. Inmigrantes que pasan sus días en los Centros de Inmigración, tratados como delincuentes, esperando eternamente a ver que hacen con ellos. Todos los que no llegamos a ver porque se ahogan intentando cruzar el ancho mar después de haber cruzado el más vasto desierto. Miles de jóvenes con estudios que han tenido que dejar el país para trabajar en cualquier cosa, llevándose con ellos el deseo de acabar por hacer lo que les gusta, pero fuera de aquí, donde sin duda necesitamos su talento. Gente sin techo que malvive por doquier, mientras los pisos vacios se cuentan por millones y sube de nuevo el alquiler hasta cotas impagables para muchos. Todo esto y mucho más es un murmullo apenas audible al que apagan todos los exabruptos, todas las mentiras que nos escupen a la cara cada día, para encabronarnos, para meternos miedo, para sembrar aún más la semilla de la desidia.

Aunque desde ese tiovivo se vean sobre todo los árboles del primer plano, deberemos llegar a ver el bosque, no para cagarnos en todo (que también cabe), sino para darnos cuenta de quién intenta alejarnos más de la realidad y vendernos mentiras peligrosas que lucran a unos pocos y a los demás pueden acabar haciéndonos cada vez un poco más esclavos. Quienes quieren eso sabemos quiénes son, porque ya se han vendido anteriormente y volverán a hacerlo, pero con más violencia y prepotencia si es que cabe a la hora de obedecer la voz y los deseos de sus amos.

LOS CABALLITOS

Solo una vez al año, por septiembre, cuando aún jugábamos todos los días en la calle hasta hacerse de noche, llegaba el tiovivo, el único que adornaba la pequeña feria de barracas que durante tres días animaba la esquina entre la carretera, la Florida y los Soportales. Junto a él, la churrería de Lorenzo,  donde supe por primera vez a qué sabían los churros. Me gustaba aplastarlos en el azúcar del fondo para endulzarlos. No eran muchos y por eso los degustaba despacio, mientras miraba dar vuelta al tiovivo de los caballitos. Así llamamos en adelante a todas las ferias, fuera grande o pequeña, los caballitos. Entonces todos eran caballos de madera fijados a una barra, subiendo y bajando. No había ambulancias, ni coches de bomberos o de carreras, motos o aviones. Eran caballos blancos, negros, tordos,  pintados con colores brillantes y llamativos que se reflejaban en los fragmentos de espejos colocados como mosiacos, multiplicando las imágenes,  las luces, el colorido, los padres y los niños que miraban. Montarse en ellos era entrar en un espacio  aparte, donde por breves minutos parecías vivir en un mundo de fantasía donde los personajes dibujados en el techo y en los paneles del eje central en cualquier momento podían empezar a hablar. Con cuatro o cinco años, miraba con la boca bien abierta todos y cada uno de los detalles que me envolvían. Cada caballo tenía su nombre, sobre todo aquellos que aparecían en los libros de historia o en las novelas. Rocinante, el caballo de Don Quijote, que allí era un corcel blanco, nada escuálido, galopando veloz como el viento, con las crines revueltas y esparcidas por su poderoso cuello. Babieca, el caballo del Cid, que fue capaz de ganar una batalla con el cadáver de aquel famoso personaje a su grupa, infundiendo el miedo entre sus enemigos, según cuenta la tradición. Dicen que murió dos años después que el Cid, con cuarenta años. Bucéfalo, el caballo azabache de Alejandro, que solo se dejaba montar por él, resultaba dócil, allí quieto, en la barra de madera, aunque pareciese encabritado. Tornado, el caballo del Zorro, que siempre acude cuando lo necesita. Silver, el caballo blanco del Llanero Solitario, en el que recorrió montado, el viejo Oeste. Marengo, el valiente caballo de Napoleón, que le acompañó hasta su derrota en Waterloo. Hasta había un Pegaso con sus alas desplegadas, donde todos los niños queríamos montar porque no era lo mismo la sensación de correr que la de poder volar, aunque l recorrido y el sube y baja fuera igual para todos. Era el tiempo de soñar, cuando todo estaba aún por descubrir, cuando éramos capaces de pasar como culebras por debajo de las puertas para coger puñados de coloridos papeles de faisán, cuando podíamos orinar junto a los pasos de Semana Santa sin que nos llevasen presos o nos cayese una buena bronca. El tiempo de la inocencia  que nos llevaba a creer en caballos voladores o pensar que Pulgarcito, Bolita, Caperucita Roja o el Gato con Botas eran más cercanos que cualquiera de esos pueblo o ciudades de los que oíamos hablar pero que tardaríamos en visitar, Haro, Zarratón, Labastida...

Pasado ese tiempo, mucho después volví a ver esa misma ilusión y esa inocencia reflejada en otras caras, en otros niños y niñas que se subían al tiovivo entusiasmados, con la prisa por alcanzar su caballo o su asiento favorito. Nada cambia, aunque ya no sean caballitos o estos se conviertan en naves espaciales que les lleven al mismo lugar, ese espacio infinito de la imaginación que nunca deberíamos perder  y que nos acompaña siempre, aunque olvidemos poco a poco que lo llevamos dentro.

LA SAL DE LA TIERRA

Sebastiao Salgado, uno de los grandes fotógrafos a caballo entre los siglos XX y XXI y su fascinante vida son los protagonistas de un documental relizado por Win Wenders titulado la Sal de la Tierra. Sebastiao Salgado, brasileño de nacimiento, se fue de Brasil a finales de los años sesenta junto a su mujer, Lélia, a París para trabajar como economista. Allí la fotografía se cruzó en su camino y fue tal el flechazo que decidió, junto a su compañera, dedicarse por entero a capturar imágenes valiosas que dejaran testimonio veraz del mundo que le ha tocado vivir. Su vida puede interpretarse como un carrusel, un tiovivo o una montaña rusa, en la que tras dar continuas vueltas y tras tanto sube y baja, acaba por volver al punto de partida al concluir el viaje. La vida dura, desde luego, algo más que un viaje en una atracción de feria, pero a la postre y simbólicamente, la vida humana es corta y aunque nos parece poder saber de dónde venimos, desconocemos por entero nuestro destino más allá de la muerte.

Su obra como fotógrafo ha sido un viaje continuo entre la vida y la muerte. Desde pueblos perdidos de los Andes como los Saraguros, donde algunos lo consideraban un enviado de los dioses para observarlos, pasando por los Mixes de Oaxaca y Tarahumara mexicanos, recorrió en los años setenta y ochenta, cámara en mano, buena parte del continente americano. Fotografió el norte de Brasil, la manera de encarar la muerte de sus niños y la vida dura de un sahel americano duro, seco y pobre. De allí pasó a plasmar las hambrunas de Etiopía y Mali que diezmaron sus poblaciones y dejaron imágenes indelebles  sobre una de las lacras humanas evitables y que hicieron conocer aún más  a Salgado la condición cruel del ser humano, pero también la  contraria, la altruista de la mano de los miembros de Médicos sin Fronteras. La pobreza invisible fue la principal protagonista de sus fotografías durante esos años. Tanto el libro de las Américas como el del Sahel africano los publicó en 1986.

Los siguientes años trabajó en un nuevo proyecto, al que tituló “Trabajadores”, en el cual aparecían los desguazadores de barcos de Bangladesh, los mineros del azufre de Indonesia o los garimpeiros de la Sierra Pelada, que evocaban a ojos de Salgado la construcción de las Pirámides. Allí aparecían las nuevas formas de esclavitud a las que se someten muchos seres humanos para sobrevivir.

Entre el noventa y tres y el dos mil recogió el movimiento masivo de personas desplazadas y las migraciones masivas provocadas por la hambruna, las guerras, los desastres naturales, el deterioro ambiental o la presión demográfica. Recorrió la India, Vietnam, Filipinas, Sudamérica, Palestina, Irak, la antigua Yugoslavia y nuevamente África (Rwanda y la República Democrática del Congo, sobre todo). En este nuevo trabajo constató definitivamente la extrema violencia que el hombre ejerce sobre el hombre. En Goma fotografió grandes máquinas excavadoras enterrando los muertos por centenares y miles. Como él mismo dirá me asomé al corazón de la oscuridad hasta llegar a enfermar del alma y dejar de creer en el  género  humano y pensar que fuera posible su salvación como especie. De esta experiencia llegó a publicar “Migraciones”, “Niños” y “Éxodos”.

En este largo tiempo había tenido dos hijos y la hacienda de su padre había sufrido una larga sequía que había convertido lo que Sebastiao recordaba como un paraíso en una estepa, sin árboles, sin agua. Lélia tuvo la idea de replantar las seiscientas hectáreas de terreno con más de cien especies de árboles de bosque atlántico y se creó el instituto Tierra que ha logrado en estos últimos quince años la plantación de millones de árboles. Esta regeneración de una tierra yerma supuso para Salgado un resquicio con el que volver a confiar en la especie a la que pertenece. Le dio también la inspiración para afrontar un nuevo proyecto, Génesis, en el que pasó de ser el fotógrafo de lo humano a retratar de forma magistral, lugares en los que el hombre no ha dejado su huella, ni ha sembrado el caos o la tragedia. Plasmó en sus fotografías montañas, desiertos, océanos, animales y pueblos que han eludido la impronta de la sociedad moderna: la tierra y la vida de un planeta aún virgen. Tanto el proyecto GÉNESIS como el Instituto Terra, fundado por Lélia y Sebastião Salgado, se proponen mostrar la belleza de nuestro planeta, revertir el daño que se le ha causado y conservarlo para el futuro.

Es posible que a sus setenta y cinco años no le queden a Sebastiao Salgado grandes viajes por hacer ni grandes obras que realizar, pero su vida ha sido un carrusel que ha ido del paraíso al infierno y una vuelta a reencontrarse de nuevo con el paraíso perdido, con la esperanza de que es posible aún revertir todo el daño que el ser humano ha infligido al planeta. Todo un ejemplo del camino a seguir para dejar un planeta suficientemente habitable a las generaciones venideras.








Sobre Sebastiao Salgado



Biografía

 
 

domingo, 5 de abril de 2020


JULIO DE 2013 DE TARRAGONA A BURRIANA




Aún no ha amanecido en San Carles de la Rápita. Los tractores que apisonan la tierra son ruidosos fantasmas con la boca y los ojos de luz.
 
 
 
 

Los chalets, a pie de playa, reciben silenciosos el amanecer 
 






El mar es una balsa. Se va quedando atrás el perfil alargado y plano de la embocadura del Delta. Un fino cordel de innumerables y diminutas luces acariciando el gris del mar y del cielo











La playa solitaria regala la frescura de su arena a mis pies descalzos, que afrontan una nueva jornada de camino



Al acabar la playa, la costa se hace un poco más abrupta, aunque no lo suficiente como para no recorrer su orilla. Al fondo se adivina un espigón


Más bunkers semienterrados. Siniestras estructuras abandonadas. Nos recuerdan un pasado no muy lejano. Parecen yelmos gigantes de titanes futuristas. Producto, sin embargo, de nuestra historia reciente.


 
 
 





Los palmitos a contraluz añaden un contraste amable  frente ala fría visión de las moles de cemento





Cuanto madruga el pescador y qué ajeno a mi paso


Las construcciones casi engullen la costa, una constante en esta parte del Levante español



 



El sol asoma, tímido para colorear el gris vibrante del mar. Rasga con suavidad las nubes


 



 
Pronto se abrirá paso siguiendo la estela luminosa de sus rayos

 



 


 




Una enorme pita nos dice mucho sobre la amabilidad del clima






Playas de piedra menuda se entreveran con pinares y viejas urbanizaciones

Cuanto abundan los feos cabezudos de cemento


Aún no se ve el sol, pero lanza sus rayos por encima de las nubes y se reflejan en un mar apacible.



Mirando hacia el sur ya se empieza a distinguir el perfil de lo que puede ser un complejo industrial


Una residencia, hotel, o lo que sea, casi  invade la playa. Al menos me consuela que no esté cortado el paso como ocurre en otros lugares.





 

La España  desarrollista nos dejó estampas como esta. La Fábrica de Cementos Portland de Alcanar desaguando directamente al Mediterraneo sus desechos













 
En Alcanar, es donde se encuentra la fábrica de cemento de Portland. También es el municipio en el que se produjo la tragedia de los Alfaques. El 11 de julio de 1978, un camión cargado de propileno explotó y acabó con la vida de 215 personas, muchas de ellas turistas extranjeros que se encontraban en un camping cercano, franceses, belgas, holandeses y alemanes.

https://www.lavanguardia.com/vida/20180711/45813941477/tragedia-alfaques.HTML

 

Entre la cementera y Alcanar, junto a las playas, aparecen chalets abandonados y vacios, que producen una sensación extraña, aunque no será la primera ni la última vez que aparecen lugares así,  fantasmagóricos, entre tanta saturación de lugares abarrotados
 








Llego a Alcanar temprano aún, con su pedregosa playa totalmente vacía. Alli me paro a desayunar.








Una larga hilera de palmeras flanquea el paseo marítimo de las Cases de Alcanar





La playa del Marjal  es larga y se anda por ella con facilidad


Otra vez los búnkers



Acabada las playas de l Estanyet y la de Cases de Albacar, una potente escollera de grandes bolos de piedra







Comienza una zona de acantilado




La desembocadura de otro río, el Cenia, menguado en su final.  Ni siquiera llega a desembocar en el mar. Una constante en toda la costa mediterránea. Justamente aquí está el límite entre Cataluña y la Comunidad Valenciana


Pequeñas y tortuosas  calas de piedras


S


Se suceden calas como las de Playa del Riu de la Senia, la cala del Sol de Riu, la playa de las Deveses, la Cala de les Timbes. Muchas de ellas tienen enormes rocas ocupando parte de su espacio




















Una zona de costa recortada, sin playas me obliga a separarme de la orilla











 
Raices retorcidas por el viento












Un pequeño descanso para darme un baño reparador, tras unas cuantas horas de marcha














La mayoría de las calas de esta zona parecen de una roca frágil, que se derrumba con facilidad sobre las orillas. Aún así hay rincones agradables.

Otras calas son, la de la Foradada, la playa de les Cales, la Cala del Pastor, las Calas del Triador, la Cala del Pinar




 








 
Algunas calas muestran la fragilidad de las precarias construcciones




Otras calas, la del Saldonar y la dels Cossis, la ultima antes de llegar a Vinaroz
 
Varias urbanizaciones intercaladas con las calas nos acercan a Vinaroz


Es día de mercado en Vinaroz

https://www.vinaroz.com/





Otro cauce ejemplar de esos que hacen que me explique por qué se pide agua en la costa mediterránea.La suya la gastan hasta la extenuación. Cuantas cosas tienen que cambiar




Otra vez aparece la costa plagada de turistas, que en pleno julio pasean en abundancia por los  paseos marítimos

En Vinaroz, la primara playa se llama, irónicamente, del Río y nos acerca hasta el puerto.






 




Tras el puerto, la pequeña playa del Clot y muy cerca la plaza de toros



 
Vuelta a las playas de piedra, otra vez, Cala del Fondo de Bola, Cala de les Roques, Cala del Puntal


Atrás se queda Vinaroz









Otro cauce fallido que no llega a tocar el mar, junto a la playa de Aiguaoliva.






Una larga y estrecha línea de playa bajo un acantilado  no muy alto













No se ve un alma en esta playa de piedras, salvo las gaviotas que se mecen en la orilla del mar


Playa Perrochos

Un lugar curioso








Mi destino de esta jornada, Benicarló. Hoy es el último día del Ramadán para los musulmanes, es algo que se nota en la ciudad, donde hay una comunidad bastante numerosa.
 








A lo lejos, el castillo de Peñíscola




La playa de Benicarló de atardecida y al fondo, el espigón del puerto




Las luces del paseo marítimo de Peñíscola