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lunes, 2 de abril de 2012



Al hilo de lo escrito sobre las fotos de Gervasio Sánchez


tigris
SUBTERRANEO
(2003)


Soy una sombra más.

Habito descarnada

en las fosas comunes.


Mi nombre no es ninguno.

En él todos se incluyen.

Mis huesos en el polvo

adheridos al polvo

de otros huesos.


Ávidas manos hundidas entre tibias,

fémures, omóplatos  y cráneos,

en horrenda angostura almacenados,

buscan resucitar los rostros

reencontrar en las cuencas vacías

ojos que no estaban cansados de mirar


Cada hueso es un arma que nace en la mirada.

Sus cenizas, al aire esparcen la certeza

de que nunca es posible el dulce olvido,

ni puede serlo ahora que los libertadores

mudan la piel y son enterradores.


DESAPARECIDOS
Estas navidades tuve la oportunidad de contemplar la exposición “Desaparecidos” del reportero y fotógrafo Gervasio Sánchez. La visita a dicha exposición estuvo guiada por él mismo, quien sala por sala nos fue explicando el contenido y el significado de las decenas de fotografías que componían la muestra. En 122 fotografías y un centenar de retratos, el autor repasa la historia de los desaparecidos en América del Sur, en Asia y en Europa, desde las últimas décadas del siglo XX hasta 2010. Incluye también una incursión final en las desapariciones, durante y después de la Guerra Civil, en su propio país, que como todos sabemos ha intentado a través de la llamada “Recuperación de la Memoria Histórica”, aclarar definitivamente un episodio sangrante, inconcluso y  dado por cerrado, en falso, durante la llamada Transición.
Aparecen imágenes de Chile, Argentina, Perú, Colombia, El Salvador, Guatemala, Irak,  Camboya, Bosnia-Herzegovina y España, tomadas entre los años 1998 y 2010. Además de fotografiar las fosas comunes en las que han aparecido los restos de los desaparecidos, el fotógrafo nos muestra los centros de tortura, que en algunos casos albergaron miles de presos de todas las edades. En el caso de Camboya, como en el de los campos de concentración nazis, se han convertido en museos del horror, que quizá puedan ayudar a que episodios como estos no se repitan.
Gervasio Sánchez explica gráficamente el proceso que lleva a los supervivientes, los que han vivido para contarlo, a la búsqueda de sus seres queridos en todos aquellos lugares por los que presumiblemente pasaron. En el caso de Argentina, muchos desaparecidos fueron a parar al fondo del mar, como al parecer le ocurrió a Bin Laden, por lo que su búsqueda resulta hoy imposible. “Muestra las instalaciones donde hacían desaparecer a las víctimas -prisiones, acuartelamientos centros de detención-, sus objetos, el "único vínculo físico", y hasta los trabajos de exhumación e identificación”. Aparecen también “madres con los objetos de sus hijos secuestrados y desaparecidos en Guatemala, o una fosa, encontrada en 2003 en Iraq, con los restos de más de 3.000 personas asesinadas en 1991 bajo el régimen de Sadam Husein”. Sánchez ha explicado que para llevar a cabo este proyecto, que siempre tuvo en mente desde 1984, aunque lo inició en 1998, ha tenido que "sentir el impacto del dolor" para poder transmitirlo después con "decencia".
"Estuve una hora solo, porque quería estar solo sintiendo la losa del dolor, recorriendo una instalación de unos 250 metros cuadrados con más de 4.000 bolsas de restos humanos en Tuzla (Bosnia-Herzegovina)". A diferencia de otros países como Colombia, Bosnia o Guatemala, en España, ha comentado Sánchez, no se ha planteado con "seriedad" la búsqueda de los desaparecidos porque la clase política, en la que incluye a todos los partidos, "también los de izquierdas", han actuado con "cobardía".
"Empecé a escarbar en nuestro país después de que una periodista de la Agencia Efe me lo preguntara en 2008, y me encontré con una situación brutal de dolor, similar a la que vi en otros países, como Guatemala" ha explicado. Hay quien afirma que se trata de fotoperiodismo de denuncia en estado puro, son fotos que recuerdan el horror, el dolor, la impotencia, el silencio y el olvido. El horror de la tortura y el crimen, el dolor de los familiares, la impotencia de la cordura frente la barbarie, el silencio cómplice de los encubridores y el olvido de los estragos de los criminales.
En el caso de España, el tiempo transcurrido desde las desapariciones es mucho. Resulta mucho más difícil no solo dar con las fosas comunes, sino poder identificar a las víctimas. Esta labor, como bien sabemos, tiene detractores muy influyentes que han llegado a sentar en el banquillo a un juez por atreverse a llevar a los tribunales los crímenes del largo periodo franquista. Es una paradoja  que lo que en otros países ya se ha hecho, como es permitir que los vivos sepan donde están sus muertos, en España siga siendo casi un imposible. 

BOSQUES CERCANOS


BOSQUES CERCANOS.


Cuando pienso en los bosques o las selvas tiendo a dejarme llevar por cierta dosis de indignación debido a la poca sensibilidad que, en general, muestra el hombre hacia el pulmón del planeta en que habita.

Creo sin embargo, más útil y gratificante evocar mi apego al bosque y porqué disfruto al sumergirme en él.

Esta tierra tiene la gran suerte de poseer  grandes extensiones de variado arbolado

El encinar bajo la Peña nos regala su sotobosque limpio, plagado de senderos. Tiempo atrás no estuvo tan vestido como ahora lo está, pues en él se adivinan los antiguos campos, ocupados hoy por las carrascas. En lo alto vigilan hacia el sur los pinos negros, trepando hasta la cumbre, muy cerca, ya, del cielo.

He llegado a amar el bosque de la Valle, en la cara oculta de la Peña, sobre todo la umbría de abetales y hayedos. Los abetos son rectos, igual a oscuras lanzas que siempre están vestidas. Las hayas de tronco sinuoso y plateado, desnudan sus copas cada invierno, tras regalar sus colores de gala más hermosos. Sin dejar las pendientes que van a morir a la Garona y al Irués nos seduce el ardiente rojo de sus arces.

Admiro, sobre todo en otoño, las selvas que rodean la ruta de Sarvisé hacia Fanlo. Siento el deseo de recorrerlas algún día y sumirme en sus ondas entrañas.

Y ¿Qué decir de los anchos pinares de Barrosa? Alfombrados de arándanos y hormigueros gigantes.

El bosque mixto en los umbrales de Escuaín nos sume en su suave penumbra de limpios pinares viejos y otros invadidos de maleza. Allí encontramos acebos que renacen  y grandes buxos retorcidos.

El valle de Chistau también nos abruma con el poderío y belleza de sus tilos junto a los abismos del Cinqueta, con sus frondosos fresnos, álamos centenarios y sus limpios pinares donde pastan las vacas. Entre ellos los prados, como amantes, que existirán muy juntos, mientras haya mujeres y hombres que los cuiden.

No me detengo a escribir sobre Ordesa, Pineta, Añisclo y Bujaruelo, pues ¿quien no ha recorrido sus pinares y hayedos o ha posado su mano sobre la clara piel de un abedul?

Aunque van para trece los años que he vivido en Sobrarbe, siento que no conozco ni una pequeña parte de su corazón verde.

Cuando no puedo alzarme a esos lugares, recorro las choperas y alamedas, el cálido caixigar del Pueyo o el intrincado pinar de Banastón. Me acerco también a ver las hayas que nacieron en el soto de Guaso.

Los últimos renglones serán para dos hayas solitarias, que habitan el lapiaz de Castillo Mayor.

Entre una inmensidad de cuchillos de roca crecen como un milagro, que mirase al sol, sin una sombra, solo la que ellas dan.

Me he jurado a mí mismo volver por sus semillas algún día y sembrarlas como quien guarda sueños que alumbren nueva vida.

BOSQUES EN LLAMAS

La blanca espuma del desierto fértil
refleja en el verdor de sus profundos bosques
un cielo azul oscuro cuajado de heladas estrellas,
en el que sumergirse para endulzar la piel y suavizarla,
para amar, más aún, el latido del gigante baobab
anclado entre las dunas que bailan con su vientre, sin llegar a cubrirlo,
dejando que sus hojas lloren de alegría en la tormenta,
cuando vuelven, a él, las aves a posarse

He visto el fuego contradecir la noche,
anularla en vigilia temerosa
cuando calor y luz avanzan pavorosos
con su estela de muerte y de cenizas
que oscurecen el alba.

No bastarán las lágrimas de todos para apagar la llama
que encienden la estupidez y la codicia juntas.

Quiero creer que algún día el humano  abrazará los árboles
y apagará esa sed de convertir en oro todo lo que toca.
Ceniza al fin y al cabo,
más que mi fantasía,
ese pájaro azul que se posa en mi piel
cuando a él le parece 
y sin el cual yo soy
como una brasa sin calor
que se extingue