BOSQUES
EN LLAMAS
La blanca espuma del desierto fértil
refleja en el verdor de sus profundos bosques
un cielo azul oscuro cuajado de heladas
estrellas,
en el que sumergirse para endulzar la piel y
suavizarla,
para amar, más aún, el latido del gigante
baobab
anclado entre las dunas que bailan con su
vientre, sin llegar a cubrirlo,
dejando que sus hojas lloren de alegría en la
tormenta,
cuando vuelven, a él, las aves a posarse
He visto el fuego contradecir la noche,
anularla en vigilia temerosa
cuando calor y luz avanzan pavorosos
con su estela de muerte y de cenizas
que oscurecen el alba.
No bastarán las lágrimas de todos para apagar
la llama
que encienden la estupidez y la codicia
juntas.
Quiero creer que algún día el humano abrazará los árboles
y apagará esa sed de convertir en oro todo lo
que toca.
Ceniza al fin y al cabo,
más que mi fantasía,
ese pájaro azul que se posa en mi piel
cuando a él le parece
y sin el cual yo soy
como una brasa sin calor
que se extingue
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