El Destino
Nunca he creído en la predeterminación de los calvinistas, pero la libertad del hombre tampoco es tal si pienso que uno no puede elegir donde nacer, ni entre quien hacerlo. El nacimiento marca parte de nuestro destino. Hay quien habla de forjarse o labrarse un destino, otorgando co-protagonismo a la voluntad humana.
Hay quien lo busca en las estrellas, como si el plano de figuras trazadas en el cielo encerrase la verdad de lo que somos o seremos y solo podemos esperar que se vaya cumpliendo inexorablemente.
La palabra destino entendida como devenir siempre ha contenido, para mí, una determinación ajena al hombre, que le supera. Solamente cuando la oía en las estaciones perdía ese halo de fatalidad que parece envolverla, significando algo que flota sobre nuestras cabezas, siempre a punto de alcanzarnos, de caer sobre nosotros como un peso de alto tonelaje, presto a aplastarnos.
Oía aquello de tren expreso procedente de Barcelona con destino a Coruña o Almería y evocaba en mí el inocuo transcurrir nocturno de viajeros cansados y sonámbulos camino de un destino más allá del alba.
No está claro sin embargo que el ejercicio de nuestra libertad sea ajeno a nuestro propio destino.
Decía William Shakespeare “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”. Estamos, sin duda, limitados por el lugar en que nacemos, la posición social, el afecto que recibimos. Pero hay quien es capaz de transformar unas malas cartas en un buen juego.
Bethoven, yendo más allá expresaba con convicción la fe en su propia voluntad y en su carácter al decir: “me apoderaré del destino, agarrándolo por el cuello. No me dominará”
De forma parecida, aunque no tan contundente, Neruda expresaba la validez del hombre enfrentado al destino y decía: “Yo creía que la ruta pasaba por el hombre y que de allí tenía que salir el destino”
John Milton, el poeta inglés decía: “No creo en la necesidad, ni en la casualidad, mi voluntad es el destino”.
También el escritor italiano Giovanni Papini mostraba como las cualidades del hombre contaban a la hora de cumplirse el destino y dejó escrito: “El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad”.
Sin embargo no hay unanimidad en considerar que el hombre pueda guiar las riendas de su destino y hay quien se ha expresado de manera más fatalista.
Decía el fabulista Jean de la Fontaine :” A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”. Como aquel que huyendo del encuentro con la muerte, ignoraba que esta le esperaba en la ciudad donde pretendía esconderse.
El poeta romántico, Lord Byron, que murió luchando en Grecia por su independencia dijo sobre el destino: “luchar contra él sería un combate como el del manojo de espigas que quisiera resistirse a la hoz”
El escritor griego Esquilo de Eleusis dejó dicho:” Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino”
Albert Einstein, ese viejo simpático que nos saca su lengua en los posters escribió: “Tendremos el destino que no hayamos merecido”.
Sin duda todas estas frases forman parte del significado de algo tan enigmático como es el destino.
De todas las frases que he encontrado son estas las que más me transmiten la idea de que libertad y destino no son incompatibles o que, el destino no significa necesariamente Fatalidad.
La primera del viajero y geógrafo Humboldt dice así: “La manera en que una persona toma las riendas de su destino es más determinante que el mismo destino”.
La última del escritor Goethe nos dice: ”A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea y sabemos que así será”.