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lunes, 4 de mayo de 2020

 
ROMANCE DEL CONFINADO
 
 
 
 
 

Desde que empezó el encierro

algunos han porfiado

para hundir a este gobierno

con mentiras a destajo

y una estrategia muy clara

tal como en el dos mil cuatro,

al perder las elecciones

tras el horrendo atentado.

 

Primero, sembrar la duda,

mostrándose muy indignados,

luego, enseguida, acusar

de haber sido descuidados,

dejando que se juntara

la gente el ocho de marzo,

mientras aquel que lo dice

se fundió en cientos de abrazos,                              

sin que podamos saber

a cuantos pasó el contagio

de ese simple virus chino,

que él, como buen macho hispano,

vence sin problema alguno,

viviendo para contarlo.

 

Como un martillo pilón

son Abascal y Casado,

compiten en ver quien da

golpes cada vez más bajos

y quien pone más querellas

en diferentes juzgados

para seguir con el juego

de tenernos emporcados,

a ver si sacan partido

de este fatídico estado,

en vez de arrimar el hombro

para, así, echar una mano.

Pero eso no está en la mente

de esos dos iluminados

que quieren seguir la estela

de los Trump y Bolsonaro,

que animan en sus países

a no estar tan confinados.

Es cosa de comunistas

seguir todos el dictado

que aconseja la razón

y no el ser bolivarianos,

el mantra que siempre usan

para hablar del adversario

los que vociferan mucho,

aunque sin argumentario.

No proponen soluciones

y gritan desaforados

que Sánchez es responsable,

además de un matasanos

que ha cargado a sus espaldas

docenas de asesinatos

y quiere a los españoles

en un gulag encerrados,

volver al racionamiento

como en los tiempos de Franco

con sus colas y cartillas.

A todos ha traicionado,

empezando por los muertos

a los cuales no se ha honrado

con el luto, las banderas

y funerales de Estado,

lo único que han propuesto

en todo lo que llevamos

desde que se dio la alarma

y en casa nos encerramos,

el tándem de intelectuales

del Abascal y Casado.

 

Aunque no tengan un plan

ni peor, ni mejorado

de éste que por toda España

se está llevando a cabo,

su deseo es acabar

como sea, a trabucazos

con esos indeseables

que, por fin, se han coaligado

y hace apenas cien días

que llevaban gobernando,

tiempo, al parecer, de sobra

para intentar derribarlo,

pues su legitimidad

nunca la han aceptado.

Solo respetan las urnas

y resultan de su agrado

siempre que les favorecen

con muy buenos resultados.

¡Que se preparen las hordas!

Abascal monta a caballo

y a su lado el Santo Job,

es decir, Pablo Casado,

volverán a batallar

en el Congreso y juzgados

para alcanzar el poder

que les han arrebatado

esos socio-comunistas

a quien solo cabe ¡echarlos¡

porque hagan lo que hagan

son igual que endemoniados

diablos con patas y rabo

y bolcheviques taimados

que nos han sumido a todos

en un descomunal caos.

Para pararlos ya tienen

un efectivo tinglado,

de nuevas asociaciones

con decenas de afectados,

que serán los que presenten

denuncias en los juzgados

para sacar gran partido

a unos cuantos contagiados.

Es lo mismo que ya hicieron

tras el año  dos mil cuatro,

cuando sin ningún pudor

el dolor politizaron,

como aves de carroña

los muertos utilizaron

para esconder sus miserias

y engañar a los incautos.

 

Ahora, en medio del encierro

parece que valoramos

a quienes nos proporcionan

lo que más necesitamos,

alimentos, carne y fruta

de cualquier supermercado,

dependientas, dependientes,

 a los que les ha tocado

estar al pie del cañón

para todos trabajando.

Pero, para que nos llegue

todo lo que es necesario

se necesitan, primero,

muchos miles de operarios,

cortando en los mataderos

y trabajando en el campo,

cogiendo fruta y verdura,

hacen falta muchas manos.

Hace mucho tiempo ya

que quien hace ese trabajo

son casi solo inmigrantes

de América y africanos,

asiáticos y rumanos…

a los que Abascal desea

que sean pronto expulsados

porque comen nuestro pan

y nos dejan sin trabajo,

cuando la pura verdad

es bien todo lo contrario

y si no fuera por ellos

que trabajan a destajo

por sueldos bien miserables

y con un trato inhumano,

íbamos a comer todos

la puntita de un carajo.