El mar,
más que la tierra
es un amante
al que abrazar
sin llegar jamás
a poseerlo
Siempre amé el mar,
su olor inconfundible
naciendo de un rumor.
Viene de lejos,
creciendo hasta mi entraña,
deseando quedarse
como un amor sin nombre
a quien no me canso
de escuchar cuando habla.
A veces un susurro,
un leve chapoteo,
se acerca a la escollera,
donde habitan estáticos erizos,
cangrejos que se mueven
como arañas negras,
anémonas y estrellas
meciéndose
en las rocas del acantilado.
Mi cuerpo se sumerge
en la fresca cadencia de la ola.
Veo venir su onda
lamiendo el horizonte.
Dejo elevar mi cuerpo
en un baile sereno.
siento que se hace blanca
y alborota la arena
hacia la playa.
.
Muchas veces espero
que rompa sobre mí,
y me lleve como una caracola
o un náufrago sin rumbo
al que abraza la espuma
y lo deja varado entre las algas
anestesiado y roto
deseando yacer en su rompiente
Si amo tanto el río,
si no me canso
de mirar sus guiños,
si le escucho en silencio
caer en la cascada,
desparramarse inquieto
entre las piedras
y dirigirse a mí
con el mismo lenguaje,
de cuando era niño
es porque su rumor
es un eco de mar
que va naciendo
es un gemido leve,
a veces estruendoso
que da vida a la tierra
y moldea las piedras
de tanto que las besa.