12 DE MARZO
Hoy, 12 de marzo de 2004, la cifra de muertos está en 191 y los heridos se acercan a los 1500.
En muertes el número, en este atentado, está lejos de los del 11 de septiembre. En lo que significa y en las consecuencias que puede acarrear, la semejanza es mayor.
Al Qaeda ha reivindicado un atentado que me trae a la memoria escenas de “la Batalla de Argel”, narración cinematográfica de Gillo Pontecorvo, en la que, una vez los hombres de la resistencia argelina se han “quemado” y no pueden salir de la kashba, las mujeres asumen el papel de seguir haciendo frente al Estado francés, transportando bombas en bolsas de deporte que dejan, sin peligro para ellas, en los lugares mas concurridos por la colonia francesa de Argel.
El paralelismo, en mi opinión, es sólo en el método. Las circunstancias que hoy concurren alrededor de este bárbaro atentado son, lógicamente, muy diferentes.
En una línea muy coherente con la mascarada que propició la guerra de Irak y con la intransigencia que caracteriza al PP en materia de terrorismo exterior o interior, siguen cargando las tintas sobre la autoría de ETA, como si su papel (el del gobierno), de aliado en el despropósito de Irak, fuese tan de justicia que es impensable una acción tan horripilante sin, al menos, seguir con la satanización de la banda terrorista, a dos días de las elecciones y utilizar una hipótesis, expresándola como certeza absoluta.
Si el PP llega a ganar las elecciones por mayoría absoluta, ya habrá tiempo luego de hacer desmentidos e ir tras las huellas de Estados Unidos en materia de seguridad, con el eterno lema, cada vez más hipócrita, de “Si quieres la paz prepárate para la guerra”.
Si se vota a quien sigue insistiendo, exclusivamente, en la solución policial y militar para afrontar las relaciones entre partes diferentes del mundo y el diálogo se aparca. Si los estados no asumen sus errores, creyéndose en posesión de la razón. Si cada vez un hecho más mecánico y extraño (por los resultados y la abstención masiva, en el caso americano), como son las votaciones (lo que nos identifica como una democracia cada cuatro años), les legitima para seguir haciendo guerras preventivas, vendiendo armas con que matarse, otros. Si se sigue apoyando a tiranos que aseguren los suministros de materias primas, es que estamos perdiendo el norte o el miedo actúa como motor de decisiones muy arriesgadas y daremos otro cheque en blanco a un integrismo frente a otro.
Entonces, como dicen los creyentes: “que Dios nos coja confesados”.
(El día después)
Nadie se esperaba “el vuelco”, como algunos titulares han proclamado en sus portadas y que yo considero exagerado, dada la situación de la que partimos y en la que hemos varado gracias a la gestión del ejecutivo saliente.
La máscara de Aznar, despidiendo definitivamente su mandato, era una máscara muda.