AÑO NUEVO, CATÁSTROFE NUEVA
Desde hace años en fechas navideñas o cercanas han ocurrido
varias catástrofes, aparentemente
naturales, que han ensombrecido los finales o comienzos de año. Éste,
para no ser menos ha ocurrido algo que sir ser un fenómeno natural, ni tener la
categoría de catástrofe, ha tenido sin embargo tanta cobertura mediática o incluso superior.
El 26 de diciembre de 2003, el terremoto que asoló la ciudad
iraní de Bam acabó con la vida de 40000 personas y redujo a escombros una
ciudad de barro patrimonio de la humanidad. Un año después, el mismo día veintiséis
de diciembre de 2004 el tsunami de Indonesia asoló las costas de cientos de
kilómetros, dejando decenas de miles de muertos a medida que fue avanzando
desde su epicentro. El 12 de enero de 2010, apenas concluidas las navidades,
Haití se vio sacudido por un terremoto,
del que todavía se sufren sus secuelas. Haití hoy en día es un país ocupado por
los Estados Unidos y por variadas ONges que no contribuyen a cambiar el destino
del país más pobre de América Latina.
Este año, al cumplirse casi los cinco años de ese malhadado
hecho, todos nos hemos quedado helados e impactados por la muerte violenta de
varias personas por motivos de puro fanatismo religioso. El ejercicio de la libertad de expresión es a ojos de la intolerancia extrema, un
delito que se paga con la muerte. El derecho que se ha ganado a pulso durante
siglos es aplastado por quien no solo se cree en posesión de la única verdad,
sino que intenta imponerla por la fuerza, sin admitir críticas, ni bromas con
lo que considera sagrado.
La verdad es que lo que más nos ha tocado es, aparte de lo
anterior, el hecho de que eso haya ocurrido en el corazón mismo del mundo
desarrollado. Esa misma intolerancia actúa con igual violencia y con resultados
mucho más mortíferos en Irak, Palestina, Afganistán o ciertos territorios
africanos. Como se ha convertido en algo cotidiano, ni siquiera ocupa las
portadas de ningún periódico de gran tirada. Es el pan de cada día que nos
resbala en los oídos y que ya no provoca apenas indignación, ni siquiera cuando
nos enteramos que quien financia a parte de esos grupos radicales y muy violentos,
es algún país occidental en busca de beneficio puro y duro. Quien siembra
vientos recoge tempestades dice el refrán.
La reacción que ha provocado el ataque terrorista a Charlie
Hebdo ha puesto momentáneamente de acuerdo a muchos dirigentes de todo pelaje
para manifestarse bajo el lema de la defensa de la libertad de expresión. La presencia
de Netanyahu podría hacer vomitar a más
de uno, si tenemos en cuenta que es el principal responsable de las masacres de
palestinos que han acabado con la vida de miles de ellos. ¿Qué pinta alguien
así encabezando una manifestación como esa?
¿Y qué decir de Rajoy? Mientras acaba de estrenar en el país
que gobierna, de forma cada vez más autoritaria, una ley mordaza que atenta
contra muchas formas de libertad de expresión, va a hacerse la foto con todos
sus colegas, mostrando una hipocresía descarada y una jeta descomunal. La debe
tener de metacrilato por lo menos.
Dos días antes se había cursado una denuncia contra el
humorista Facu Díaz por salir en televisión tapado con un pasamontañas y pidiendo
la disolución de un PP con la mayoría de sus dirigentes empapelados. La
denuncia admitió a trámite por el daño que se causaba a las víctimas del terrorismo. Una excusa
que sigue siendo como el ábrete sésamo de las querellas que llegan directamente
a los juzgados, aunque el contenido de las mismas sea inconsistente, como es el
caso y como así lo ha dictaminado el juez Bermúdez. Algo parecido lo habían
hecho hasta en Intereconomía sin que ni siquiera las llamasen la atención por
la poca gracia, el mayor delito que se le puede achacar a un humorista.
Lo peor del atentado y sus secuelas, además de la muerte de
más de una docena de personas, es el miedo que ha provocado. Los grupos de
ultraderecha europeos, como el alemán Pegida
(Patriotas europeos contra la islamización de Occidente),han aprovechado para
pedir directamente el freno en seco de la inmigración o la suspensión del
tratado de Shenghen que permite la libre circulación de personas entre los
países de la Unión Europea, como lo ha hecho Marine le Pen. También ha pedido de paso que
se vuelva a implantar la pena de muerte. Es la respuesta extrema frente a la
agresión extrema.
Por su parte los gobiernos europeos parecen optar por seguir
la senda de los Estados Unidos tras los atentados de las Torres Gemelas, es
decir restringir la libertad de movimientos y aumentar los supuestos de
terrorismo, incluyendo actos que están muy lejos de lo que ahora se considera
como tal. Quieren incluir además la interferencia de las comunicaciones
particulares sin necesidad de orden judicial y una vigilancia más estrecha del
uso de internet.
Poco ha tardado el PSOE en ofrecerse a secundar algunas de
esas iniciativas en aras de la seguridad. Eso si, dicen que lo apoyan de forma
temporal y si solo nos meten la puntita nada más. Parece que no ha pasado el
tiempo desde que fueron de la mano el PSOE y el PP con lo del artículo 135 de
la Constitución. Qué malo es el miedo y de qué maneras se actúa cuando parece
peligrar la cuota electoral menguante. El tema del terrorismo siempre ha
servido en este país para sacar rédito electoral, pero ahora más que nunca está
en juego la libertad en su más amplio sentido, no sólo la de expresión como
para dar apoyo a un partido y un gobierno que no tiene ningún escrúpulo en
restringirla hasta límites insospechados, salvo para hacer sus trapicheos.