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viernes, 16 de enero de 2015


AÑO NUEVO, CATÁSTROFE NUEVA

Desde hace años en fechas navideñas o cercanas han ocurrido varias catástrofes, aparentemente  naturales, que han ensombrecido los finales o comienzos de año. Éste, para no ser menos ha ocurrido algo que sir ser un fenómeno natural, ni tener la categoría de catástrofe, ha tenido sin embargo tanta cobertura mediática o  incluso superior.
El 26 de diciembre de 2003, el terremoto que asoló la ciudad iraní de Bam acabó con la vida de 40000 personas y redujo a escombros una ciudad de barro patrimonio de la humanidad. Un año después, el mismo día veintiséis de diciembre de 2004 el tsunami de Indonesia asoló las costas de cientos de kilómetros, dejando decenas de miles de muertos a medida que fue avanzando desde su epicentro. El 12 de enero de 2010, apenas concluidas las navidades, Haití se vio sacudido  por un terremoto, del que todavía se sufren sus secuelas. Haití hoy en día es un país ocupado por los Estados Unidos y por variadas ONges que no contribuyen a cambiar el destino del país más pobre de América Latina.
Este año, al cumplirse casi los cinco años de ese malhadado hecho, todos nos hemos quedado helados e impactados por la muerte violenta de varias personas por motivos de puro fanatismo religioso.  El ejercicio de la libertad de expresión  es a ojos de la intolerancia extrema, un delito que se paga con la muerte. El derecho que se ha ganado a pulso durante siglos es aplastado por quien no solo se cree en posesión de la única verdad, sino que intenta imponerla por la fuerza, sin admitir críticas, ni bromas con lo que considera sagrado.
La verdad es que lo que más nos ha tocado es, aparte de lo anterior, el hecho de que eso haya ocurrido en el corazón mismo del mundo desarrollado. Esa misma intolerancia actúa con igual violencia y con resultados mucho más mortíferos en Irak, Palestina, Afganistán o ciertos territorios africanos. Como se ha convertido en algo cotidiano, ni siquiera ocupa las portadas de ningún periódico de gran tirada. Es el pan de cada día que nos resbala en los oídos y que ya no provoca apenas indignación, ni siquiera cuando nos enteramos que quien financia a parte de esos grupos radicales y muy violentos, es algún país occidental en busca de beneficio puro y duro. Quien siembra vientos recoge tempestades dice el refrán.
La reacción que ha provocado el ataque terrorista a Charlie Hebdo ha puesto momentáneamente de acuerdo a muchos dirigentes de todo pelaje para manifestarse bajo el lema de la defensa de la libertad de expresión. La presencia de  Netanyahu podría hacer vomitar a más de uno, si tenemos en cuenta que es el principal responsable de las masacres de palestinos que han acabado con la vida de miles de ellos. ¿Qué pinta alguien así encabezando una manifestación como esa?
¿Y qué decir de Rajoy? Mientras acaba de estrenar en el país que gobierna, de forma cada vez más autoritaria, una ley mordaza que atenta contra muchas formas de libertad de expresión, va a hacerse la foto con todos sus colegas, mostrando una hipocresía descarada y una jeta descomunal. La debe tener de metacrilato por lo menos. 
Dos días antes se había cursado una denuncia contra el humorista Facu Díaz por salir en televisión tapado con un pasamontañas y pidiendo la disolución de un PP con la mayoría de sus dirigentes empapelados. La denuncia admitió a trámite por el daño que se  causaba a las víctimas del terrorismo. Una excusa que sigue siendo como el ábrete sésamo de las querellas que llegan directamente a los juzgados, aunque el contenido de las mismas sea inconsistente, como es el caso y como así lo ha dictaminado el juez Bermúdez. Algo parecido lo habían hecho hasta en Intereconomía sin que ni siquiera las llamasen la atención por la poca gracia, el mayor delito que se le puede achacar a un humorista.
Lo peor del atentado y sus secuelas, además de la muerte de más de una docena de personas, es el miedo que ha provocado. Los grupos de ultraderecha  europeos, como el alemán Pegida (Patriotas europeos contra la islamización de Occidente),han aprovechado para pedir directamente el freno en seco de la inmigración o la suspensión del tratado de Shenghen que permite la libre circulación de personas entre los países de la Unión Europea, como lo ha hecho  Marine le Pen. También ha pedido de paso que se vuelva a implantar la pena de muerte. Es la respuesta extrema frente a la agresión extrema.
Por su parte los gobiernos europeos parecen optar por seguir la senda de los Estados Unidos tras los atentados de las Torres Gemelas, es decir restringir la libertad de movimientos y aumentar los supuestos de terrorismo, incluyendo actos que están muy lejos de lo que ahora se considera como tal. Quieren incluir además la interferencia de las comunicaciones particulares sin necesidad de orden judicial y una vigilancia más estrecha del uso de internet.

Poco ha tardado el PSOE en ofrecerse a secundar algunas de esas iniciativas en aras de la seguridad. Eso si, dicen que lo apoyan de forma temporal y si solo nos meten la puntita nada más. Parece que no ha pasado el tiempo desde que fueron de la mano el PSOE y el PP con lo del artículo 135 de la Constitución. Qué malo es el miedo y de qué maneras se actúa cuando parece peligrar la cuota electoral menguante. El tema del terrorismo siempre ha servido en este país para sacar rédito electoral, pero ahora más que nunca está en juego la libertad en su más amplio sentido, no sólo la de expresión como para dar apoyo a un partido y un gobierno que no tiene ningún escrúpulo en restringirla hasta límites insospechados, salvo para hacer sus trapicheos.

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