EL ENTE
Todos hemos oído alguna vez nombrar a la televisión pública como el ente, de ahí el título de este breve escrito.
Comienzo por rastrear la palabra ente y encuentro en el diccionario: “lo que es, existe o puede existir”
Me digo:
-La televisión no solo puede existir sino que existe y es, al menos, en la vida de los llamados occidentales y cada vez más en el resto del mundo.
Su razón de ser se mide por las audiencias que son, existen o pueden existir en el baile de la competencia, cada vez más uniforme en lo referente a la basurilla que se exhibe.
Se ha logrado en los últimos años que nos miremos el ombligo, a través de la exhibición de pequeñas miserias, sometidas a la vigilancia constante de los espectadores que, además de ver los programas, acuden a ellos como a una tela de araña, dispuestos a contar lo que sea con tal de aparecer en la pantalla unos minutos.
Leo también una segunda acepción que significa: “sujeto ridículo y extravagante”
Pienso en Urdaci, el ente dentro del ente.
Intentando sostenerlo como un atlas, hasta que las mentiras y los desaires, además del servilismo más perruno, destilan por sus espaldas y dejan ver los costurones de las falacias, las verdades a medias, las omisiones, las descalificaciones y buenas dosis de estupidez, que van ahogándole desde los pies, hasta que todo se le viene abajo, pues ha llegado el final, aunque no mueva una ceja, mientras atrás se oye un coro que vocea lindezas a su persona.
Como término filosófico ente significa: “el que no tiene ser real y verdadero y solo existe en el entendimiento o en la imaginación”.
Este término es quizá el que más da de sí.
Dada su condición de no tener ser real, a la televisión se la puede modelar a gusto de ciertos entendimientos e imaginaciones.
Los entendimientos se han ido, desde hace tiempo, en modelar un ente, de todo menos plural. En utilizarlo como medio de propaganda, de apagafuegos de verdades incendiarias como el caso del Prestige o el asunto del Yakolev.
En dar su bendición a todas las torpezas cometidas y acallarlas.
Cuando la competencia mediática se ha considerado “ofensiva”, por querer saber demasiado, de lo que todos deberían ser informados, se ha recurrido a la influencia política para eliminarla.
Como resultado, al final, no han dejado lugar para la imaginación y el encefalograma del ente se ha quedado plano.
Cuando vuelva a la vida, el ente, esperemos que al menos la imaginación despierte, si es que la televisión se quiere de verdad que sirva para algo útil y no solo sea una tapadera, cada vez mas chapucera, de la regulación del consumo.
Aunque eso, ya, es designio de otros entes.
Marzo de 2003