El olmo de la imagen, La Olma, era un ejemplar de dicho árbol que, como tantos otros, murió por la enfermedad de la grafiosis. Los que la conocimos y disfrutamos, los que estuvimos albergados bajo su sombra, llegamos a amarlo como a un personaje más de un lugar diminuto, llamado Riocavado de la Sierra.
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miércoles, 13 de agosto de 2014
UN LUGAR EN EL MUNDO
21 de junio de 2014 Teruel
Jugarse todo a una carta, vomitando lo que se
lleva meses rumiando. Se cruza un texto ambiguo, atemporal, sobre la guerra
justa, como si alguna lo fuese. Bartolomé, el defensor de los indios, al que
sus detractores acusan de haber sido el instigador de la trata de esclavos
africanos con su denodada defensa del indio. Parece no haber pasado el tiempo
desde que el dominico fustigaba a sus paisanos hasta el Irak de hoy, o Siria,
Libia, Afganistán… Guerra injusta, inicua, tiránica, cruel, sin medida y por lo
tanto aborrecible y digna de ser execrada. Nada ha cambiado desde la hecatombe
que supuso la presencia española en el Caribe, Méjico o Perú a los resultados
de la que impone hoy Estados Unidos en África y en Asia, o en su patio trasero
sureño, al que no deja del ronzal y donde interviene, de forma contundente cada
vez que se le da. De poco sirvió la aspereza de las palabras. Tal vez en la
elaboración de algunas leyes, pero no en su aplicación. España para entonces
había expulsado a sus judíos, convirtiendo a Sefarad en un objeto de deseo cada
vez más lejano para aquellos que hubieron de marchar.
Ser judio o moro, un estigma creciente cargado
de sospechas. La dura esquizofrenia de aparentar ser un cristiano viejo día a
día. Cumplir el odiado precepto de la misa en latín. Guardar bajo llave los
queridos símbolos que pueden delatarles. No perder de vista al vecino envidioso
que anhela denunciarnos al menor atisbo de sospecha. No hacer jamás ostentación
de la riqueza. Convertirse en delatores de otros que siguen a escondidas, de la
misma forma que ellos, la prohibida fe de sus ancestros. Acabar siendo los
anteojos de la Inquisición, los que se hacen deber favores que borren con el
tiempo la identidad perdida en sótanos oscuros y bodegas mohosas donde el ritual
espera, clandestino, lavar la afilada conciencia que destruye por dentro, hasta
enfermarlos.
Que nada les perturbe, ni les haga parecer
sediciosos. Que la muerte de Pedro Arbués salpique a los justos, dejando a
salvo a los verdaderos urdidores de la trama. La mano ejecutora arrancada de
cuajo y el cuerpo del asesino sembrado en los caminos. Las manos asesinas
pudriéndose al sol, apestando a la vista de todos. La bárbara justicia
triunfante. El ojo por ojo descarnado y unánime, sin discusión posible, sin
juicios dilatorios. Nadie puede atreverse con quien tiene en sus manos poder de
vida y muerte. Las alimañas darán cuenta de ellos para que no reposen, para que
nunca dejen de vagar, devorados, pisados, aplastados por el ir y venir de
caminantes ajenos sin memoria, hasta agotar el tiempo que ya es otro, sin dejar
de ser el mismo. El eterno tiempo de la infamia que se va tejiendo sin
descanso, uniendo el antes y el después. La esclavitud de antaño sujeta
abiertamente a las cadenas y la servidumbre actual que también nos encadena,
sin argollas visibles, a los miedos cotidianos, la violencia, la hambruna, el
exilio, la diáspora, los genocidios. Un hilo invisible conecta todo ello como
el batir de alas de una mariposa despertando huracanes que despliegan su furia
por el mundo.
El calor no aprieta demasiado ¿De qué
escribirán pacientemente los que deciden quedarse ? ¿Hablarán de la
gentrificación de los barrios urbanos ? ¿Del caos que atenaza a las
ciudades de África y rompe los esquemas de todos los geógrafos y urbanistas ?
¿De un planeta soñado en equilibrio ? ¿De reyes ahogados por las deudas y
las guerras, plegados al poder de la nobleza ? ¿De teóricos de la
Revolución Francesa que insisten en ver en ella la madre del cordero de las
democracias liberales ? ¿De como nacieron las vanguardias en las viejas
buhardillas de París y eclosionaron luego en Viena, en Oslo, en
Barcelona, en Nueva York.. ?
¡Qué corta es la vida y como nos obliga a no
gozar del tiempo que nos toca !
La obstinación de ser algo en la vida que pase
por el tamiz correcto y nos haga dejar la incertidumbre. Eso es en esencia el
fundamento del funcionariado. La rutina no cuenta, aunque acabe pesando con el
tiempo.
Tiro del hilo
Ariadna, al otro lado
nunca descansa.
AMANECE
y se va quedando
abrazada a los hilos del amanecer
Las luces de la alameda se van apagando
y el río turbio se llena de luz.
Los patos se acicalan en la orilla
y el ruido contiene voces que acompañan
Los pájaros atienden a la primera luz
y dicen cualquier cosa al despuntar del día
abrazos enteros
y palabras que dicen.
Ladrillo acogedor cobija nuestro anhelo de
vivir.
EL RESCATE
El
Rescate
Los resultados de las elecciones europeas no
han golpeado suficiente, al parecer, al bipartidismo ya que para el Partido
Popular lo importante es que han ganado y todo lo más que admiten es que
tendrán que hacer más pedagogía, explicarse mejor ante los ciudadanos. Eso no
será en un tú a tú, cara a cara, porque ya se ha visto el poder de convocatoria
que alcanzan últimamente. Tendrá que ser a través del plasma televisivo y en
diferido, no sea que les vayan a insultar de nuevo, aporrearles el coche o
lanzarles todo tipo de objetos que les ensucien sus trajes de marca, jamás del
Alcampo o del Carrefour, como los de los perroflautas. Rajoy está tranquilo
porque, según él, no se puede extrapolar este resultado a las municipales o las
generales. Todo va a seguir igual, incluyendo, como se vio ipso-facto, la perorata
de la Troika de bajar más los sueldos y subir impuestos, con la que apretarnos
un poco más nuestro sufrido cuello.
Al PSOE le resulta difícil también cambiar
después de tantos años de ordeno y mando, de hacer las cosas de arriba abajo,
de dejar herederos para que sigan mandando y también como en el caso del PP de
disimular, tapar, esconder e intentar desmentir los casos de corrupción.
Esto es lo que hace decir a muchos que PPPSOE
están en el mismo cesto. La palabra casta los define bien, cuando muestran que
en esencia votan lo mismo, en España y en Europa. Sus prácticas corruptas han
sido semejantes y también la defensa con uñas y dientes de sus privilegios,
esos que les han ido alejando de los ciudadanos hasta convertirlos en los
verdaderos elementos antisistema, ya que ellos y todos aquellos empresarios y
banqueros a los que protegen y obedecen, no han sufrido un ápice la crisis. Han
seguido viajando en bussines, cobrando sus dietas por reuniones,
desplazamientos, alojamiento (a pesar de disponer de él en muchas ocasiones),
regalos (judicialmente insignificantes), mientras los bancos seguían teniendo
enormes beneficios y hacían negocio con la deuda española y los empresarios los
aumentaban a costa del trabajo basura y del aumento del paro.
¿Por qué le cuesta tanto al partido socialista
admitir que se hagan unas primarias? La fuerza de los barones, palabra aborrecible, pero que por desgracia les
define, representa la rémora de los líderes que deciden por encima de la base,
de la gente que los elige y los sostiene. La democracia también ha desaparecido
de los partidos que juran y perjuran defenderla. A la primera de cambio se les
ve el plumero y claman porque todo se haga como siempre se ha hecho, a gusto de
los jefes.
A unos y a otros, lo nuevo les asusta y a
alguien que plantea cambiar las reglas del juego y poner freno a los
privilegios de la casta, lo descalifican de todas las maneras posibles. Eso es
lo que le ha pasado a Pablo Iglesias la figura más visible de PODEMOS. De
manera despectiva se le llama el Coletas, como si una característica física
pudiese descalificar a alguien. Esto es algo de patio de colegio, propio de
gente muy infantilizada y sin argumentos. Los que intentan insultarle
políticamente ya emplean términos de otro tipo como filoetarra, antisistema,
perroflauta, radical de izquierdas, lumpen, populista, Le Pen con coleta,
demagogo, castrista, friki, bolivariano… Hacía tiempo que no se veía tanta
unanimidad entre los periodistas de los medios oficiales y los políticos de la
casta para descalificar a alguien sacando todo el arsenal de adjetivos
posibles. Lo de bolivariano se lo aplicó Felipe González, a quien Jimenez
Villarejo, antiguo fiscal anticorrupción y miembro, también, de PODEMOS, le ha
pedido que deje de ser consejero de Gas Natural, puesto en el que dijo que se
aburría, pero en el que se lleva una pasta gansa equivalente a más de diez
sueldos de los de ahora. Vaya insulto a los españoles. No me extraña que a la
candidata socialista, Elena Valenciano la saliese el tiro por la culata cuando
puso a Felipe junto a Jesucristo y el Ché en su campaña de las europeas.
De la zafiedad de Cañete, mejor ni hablar.
Necesitamos ser rescatados o, más bien, rescatarnos a nosotros mismos de esa
manera de hacer política que nos ha traído hasta aquí. Necesitamos que la
política vuelva, aunque en nuestro país nunca haya sido así, vuelva a estar al
servicio de los ciudadanos y no de los grandes banqueros y empresarios, que la
independencia de los poderes del Estado sea una realidad y no pura teoría vacía
de contenido, que los jueces hagan justicia y no sean meros instrumentos del
poder político y económico, al que protegen más que a cualquier ciudadano de a
pie. Necesitamos políticos sencillamente honestos, que no utilicen la política
para enriquecerse, que se ganene realmente lo que sea justo y que no vivan en
una burbuja de privilegios que les mantengan alejados y por encima de la común.
Necesitamos un sistema transparente en el que
se pueda revocar o echar a los políticos que no hacen bien su trabajo, donde
las cuestiones importantes puedan ser votadas y decididas en referéndum y no
por dudosas mayorías simples, como ocurre ahora, incluido el aswunto de la
monarquía o República. No hay que olvidar la manera en que se nos impuso, antes
de llegar la democracia, por voluntad de Franco. Necesitamos, en fin, un poder
político que no se someta al dictado de los ricos, que hoy por hoy es el
problema esencial que está en juego y que sirva de freno a sus aspiraciones de
hacer un mundo aún más desigual e injusto.
RESCATES
RESCATES
Cada año antes, incluso
de llegar el verano, comienza la temporada de rescates en montaña. Los
barrancos aún bajan con un buen trago de agua, lo que impide que la gente menos
avezada se arriesgue a encontrarse con corrientes demasiado fuertes o a que el
frío en algunos tramos sea todavía excesivo. El mayor peligro está en aquellos
lugares en los que se acumula la nieve (este año ha caido hasta muy tarde) y en
los cambios repentinos de tiempo que pueden sorprender a los que se arriesgan
sin tener la pericia o la previsión suficiente.
En la mayoría de los casos el exceso de
confianza hace ver la montaña como una especie de parque temático, donde los
peligros no están muy a la vista y solo se sienten cuando se convierten en algo
inevitable. El afán de fotografiar todo ha llevado en algún caso a mirar solo a
través de la cámara sin darse cuenta de que el suelo desaparecia bajo los pies
del fotógrafo que pretendía retratar una cascada desde lo alto y en primer
plano. Calzarse como si uno fuera de botellón o al parque de su ciudad es otra
forma habitual de sufrir un resbalón y acabar con una torcedura, un esguince o
una rotura que obligue a intervenir al helicóptero del GREIM y a ser noticia en
los papeles de la mañana siguiente.
Solamente una vez asistí
al rescate de una persona que se rompió una vertebra lumbar después de
atreverse a saltar en la poza que hay en el Yaga, bajo el pueblo de Escuaín.
Calculó mal la inclinación de su cuerpo al caer y se inclinó hacia atrás por lo
que los catorce metros de altura que tiene el salto resultaron fatales. Me
quedé con él cerca de una hora esperando al helicóptero. Se vió obligado a
hacer varios intentos de acercamiento porque hacía viento y el lugar, aparte de
escarpado era muy estrecho para poder aterrizar. Toda la operación de rescate
tuvo que hacerse con el helicoptero en marcha, sosteniéndose en el aire
mientras dos guardias civiles descendían con una camilla y arneses para amarrar
al herido y poder izarlo desde las rocas en las que nos encontrábamos, en la
confluencia del Yaga con otro barranco que descendía desde Catillo Mayor. Me
pareció espectacular aquella operación, tan necesaria para sacar a aquel joven de aquel auténtico
agujero, del que era incapaz de salir por su propio pie y del que habría sido
muy trabajoso llevar en parihuelas hasta el aparcamiento, trescientos metros
por encima o a Estaroniello, a un par de quilómetros de sinuoso sendero. Cuando
hubo concluido todo el protocolo de rescate, contemplé como se elevaba el
helicóptero con la camilla colgando. Imagino que en algún momento del trayecto
lo elevarían hasta la cabina o tal vez la pericia del piloto era tal que podía
llevarlo de aquella guisa hasta Boltaña y depositarlo sin problema antes de
aterrizar y traspasar al herido a una ambulancia. Me quedé con la duda de cómo
había sido el viaje.
En aquel caso la mala
suerte fue quizá el principal factor a la hora de provocar el accidente, pero
en la mayoría de los casos la falta de prudencia o el exceso de confianza en
uno mismo, cuando se está poco acostumbrado a frecuentar un medio tan diferente
al habitual, son una causa evitable de accidentes, más graves cuanto más se
ignoran las más elementales precauciones. Para disfrutar de la montaña lo
primero que hay que hacer es respetarla, conocerla y no pasar por ella como los
superhéroes de los comics, sabiendo los límites que cada uno tiene para poder
gozar de un medio que a todos nos depara momentos de gozo irrepetible.
EL ETERNO RETORNO
EL ETERNO RETORNO
Qué belleza encierra la
juventud despierta, mezcla de ingenuidad y arrebatadas ganas de vivir. Nosotros
somos, también, de aquellos que extirpamos, sin querer, su potencial valía, la
que se le supone a todo aquel que
empieza a amar, a enfrentarse a cualquier autoridad, a querer afirmar su
presencia sin tutelas.
Está en su derecho a
equivocarse una y mil veces, a mandarnos a la mierda cuando les obligamos a
callar. El orden no debiera merecer tanto la pena, si al imponerse mata lo
espontáneo y si además se implanta sin razón suficiente, tan solo por costumbre
o tradición o por amor al cómodo silencio irreflexivo.
¿Qué será de ellos cuando
les toque decidir? ¿Qué hemos hecho nosotros con nuestras decisiones?
No hemos sido capaces
siquiera de cambiar lo más cercano, nuestras viles rutinas laborales, nuestro
desaseo mental, cargado de pereza, nuestro endeble compromiso de salón.
¿Cómo hacer frente a lo
que se nos viene encima, si todo nos supera, hasta nosotros mismos?
Qué responder ante tamaña
marea de corruptos, si en el fondo pensamos que haríamos lo mismo de tener
ocasión, o que ya se entenderá con ellos la justicia?
Somos seres pasivos, todo
lo más escépticos votantes (o no) sumidos en la inercia de que sea el azar
quien nos redima de alcanzar otra vez la esclavitud que nos prometen sin ningún
pudor.
Son ellos, los jóvenes de
ahora, los presentes paganos y futuros de nuestra dejadez y confianza, nuestra
drogadicción por alcanzar el bienestar que fue la zanahoria.
Se dan la mano los
próceres que sueñan con un mundo sumiso de hombres y mujeres sometidos, que
trabajen en cualquier condición sin decir nada, asumiendo que la desigualdad es
el estado natural del ser humano, olvidando utopías, ignorando que fuimos
pobres con dignidad y no unos pobres diablos que anhelan un trabajo degradante,
que nos de, al menos, de comer.
El fascismo y el nazismo
crecieron porque así lo quisieron quienes deseaban disponer de esclavos que
nunca hicieran huelga, ni osasen escupir a la cara a sus verdugos. Los querían
con la cabeza gacha.
En la Guerra Civil
Española, las matanzas fueron espantosas, en Mérida, Sevilla, Badajoz, por
todas partes, pero no podían acabar con todos, porque alguien tenía que empujar
el arado en los campos, empuñar el martillo en las fraguas o picar la piedra en
las canteras. Durante décadas hubo mano de obra casi esclava a disposición de
instituciones del Estado, de empresas y de la Iglesia, que hacían sus pedidos a
la carta. Para mí dieciséis y para mi cincuenta. Igual que en la carnicería,
cuarto y mitad de obrero, palabra prohibida, por cierto. Hasta San José Obrero
pasó a llamarse San José Artesano para adecuar las palabras a los tiempos
oscuros del lenguaje. Ahora en estos nuevos tiempos se proscriben palabras como
capitalismo. Plagan el lenguaje de eufemismos, para consumo de mentes
alienadas, por la ignorancia, el miedo y por, más aún, la indiferencia.
A las bajadas brutales de
salarios les llaman subidas moderadas, lo mismo que a las cuchillas de las
concertinas, elementos pasivos de disuasión. Quien lo dice puede pasar en poco
rato de rezar el rosario con fervor a impedir con el mismo fervor que los
jueces no puedan acceder a conocer lo que sucede en los CIES (Centro de
Internamiento de Emigrantes) o firmar una amnistía fiscal que libre a los canallas
de pagar lo que adeudan al resto de los ciudadanos.
Lo que aflora, en el
fondo, es el mismo deseo de siempre porque vuelva a notarse a las claras la
existencia de castas. Sobre todo la de los dirigentes, dedicados a la ardua
labor de enriquecerse por vías diferentes. La vía política es más lenta, pero
igual de segura, para el avispado, que la de dedicarse a los negocios. Algunos
combinan ambas vías, como es el caso del señor Cañete, empresario y político
indistintamente. El paso por la política es temporal y si todo va bien y la
carrera no se tuerce, llamando a las cosas por su nombre desde las tribunas,
les espera algo más que un plato de lentejas; la certeza de que se jubilarán
sin sobresaltos, inmunes a cualquier cataclismo que se lleve por delante al
común de los mortales. Los consejos de administración están blindados y son el
nido natural de muchos pájaros que obraron interesada y consecuentemente cuando tuvieron ocasión. Favor con favor se
paga y los demás a votar ¡qué gilipollas!.
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