EL ETERNO RETORNO
Qué belleza encierra la
juventud despierta, mezcla de ingenuidad y arrebatadas ganas de vivir. Nosotros
somos, también, de aquellos que extirpamos, sin querer, su potencial valía, la
que se le supone a todo aquel que
empieza a amar, a enfrentarse a cualquier autoridad, a querer afirmar su
presencia sin tutelas.
Está en su derecho a
equivocarse una y mil veces, a mandarnos a la mierda cuando les obligamos a
callar. El orden no debiera merecer tanto la pena, si al imponerse mata lo
espontáneo y si además se implanta sin razón suficiente, tan solo por costumbre
o tradición o por amor al cómodo silencio irreflexivo.
¿Qué será de ellos cuando
les toque decidir? ¿Qué hemos hecho nosotros con nuestras decisiones?
No hemos sido capaces
siquiera de cambiar lo más cercano, nuestras viles rutinas laborales, nuestro
desaseo mental, cargado de pereza, nuestro endeble compromiso de salón.
¿Cómo hacer frente a lo
que se nos viene encima, si todo nos supera, hasta nosotros mismos?
Qué responder ante tamaña
marea de corruptos, si en el fondo pensamos que haríamos lo mismo de tener
ocasión, o que ya se entenderá con ellos la justicia?
Somos seres pasivos, todo
lo más escépticos votantes (o no) sumidos en la inercia de que sea el azar
quien nos redima de alcanzar otra vez la esclavitud que nos prometen sin ningún
pudor.
Son ellos, los jóvenes de
ahora, los presentes paganos y futuros de nuestra dejadez y confianza, nuestra
drogadicción por alcanzar el bienestar que fue la zanahoria.
Se dan la mano los
próceres que sueñan con un mundo sumiso de hombres y mujeres sometidos, que
trabajen en cualquier condición sin decir nada, asumiendo que la desigualdad es
el estado natural del ser humano, olvidando utopías, ignorando que fuimos
pobres con dignidad y no unos pobres diablos que anhelan un trabajo degradante,
que nos de, al menos, de comer.
El fascismo y el nazismo
crecieron porque así lo quisieron quienes deseaban disponer de esclavos que
nunca hicieran huelga, ni osasen escupir a la cara a sus verdugos. Los querían
con la cabeza gacha.
En la Guerra Civil
Española, las matanzas fueron espantosas, en Mérida, Sevilla, Badajoz, por
todas partes, pero no podían acabar con todos, porque alguien tenía que empujar
el arado en los campos, empuñar el martillo en las fraguas o picar la piedra en
las canteras. Durante décadas hubo mano de obra casi esclava a disposición de
instituciones del Estado, de empresas y de la Iglesia, que hacían sus pedidos a
la carta. Para mí dieciséis y para mi cincuenta. Igual que en la carnicería,
cuarto y mitad de obrero, palabra prohibida, por cierto. Hasta San José Obrero
pasó a llamarse San José Artesano para adecuar las palabras a los tiempos
oscuros del lenguaje. Ahora en estos nuevos tiempos se proscriben palabras como
capitalismo. Plagan el lenguaje de eufemismos, para consumo de mentes
alienadas, por la ignorancia, el miedo y por, más aún, la indiferencia.
A las bajadas brutales de
salarios les llaman subidas moderadas, lo mismo que a las cuchillas de las
concertinas, elementos pasivos de disuasión. Quien lo dice puede pasar en poco
rato de rezar el rosario con fervor a impedir con el mismo fervor que los
jueces no puedan acceder a conocer lo que sucede en los CIES (Centro de
Internamiento de Emigrantes) o firmar una amnistía fiscal que libre a los canallas
de pagar lo que adeudan al resto de los ciudadanos.
Lo que aflora, en el
fondo, es el mismo deseo de siempre porque vuelva a notarse a las claras la
existencia de castas. Sobre todo la de los dirigentes, dedicados a la ardua
labor de enriquecerse por vías diferentes. La vía política es más lenta, pero
igual de segura, para el avispado, que la de dedicarse a los negocios. Algunos
combinan ambas vías, como es el caso del señor Cañete, empresario y político
indistintamente. El paso por la política es temporal y si todo va bien y la
carrera no se tuerce, llamando a las cosas por su nombre desde las tribunas,
les espera algo más que un plato de lentejas; la certeza de que se jubilarán
sin sobresaltos, inmunes a cualquier cataclismo que se lleve por delante al
común de los mortales. Los consejos de administración están blindados y son el
nido natural de muchos pájaros que obraron interesada y consecuentemente cuando tuvieron ocasión. Favor con favor se
paga y los demás a votar ¡qué gilipollas!.
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