GOYA Y GAZA
Estas Navidades estuve viendo la exposición “Goya y el Mundo Moderno”. Pensar en Goya y en parte de su obra artística es penetrar en el lado oscuro del ser humano. En una gradación progresiva, tal vez muy meditada, se pasa del retrato y la vida cotidiana al enigmático universo de “los Disparates”
Crecen las ramas del miedo. Polifemo el bobo, toca las castañuelas, siguiendo el canto de los difuntos. Cabalga su memoria a lomos de un oso alado, enfurecido y ciego.
No hay tregua en la barbarie de monstruos deformes, que gritan a la noche, más oscura que el fango de las alcantarillas.
Procesiones de sacos fantasmales, contienen un hálito de horrores.
Rostros, tan imposibles como una pesadilla amable.
Hasta la fiesta tiene semblantes desencajados. Siempre es de noche cuando los locos vuelan y torvos frailes señalan con el dedo el camino invisible hacia el infierno
La voz hueca de un cráneo anuncia que la siembra de muerte está madura.
Recoge a borbotones el estertor oscuro de los que ya no vuelven.
Pasando por lo grotesco, se adentra uno en el espacio de la violencia y, junto a Goya aparecen Otto Dix y las trincheras de la Primera Guerra Mundial con sus espectros más espeluznantes de lo que supuso el comienzo de una era, la de la muerte en masa. Gas y metralla unidos. El cartel de Heartfield muestra una hiena gigantesca sobre una pila de cadáveres y un título que pone los pelos de punta: “Guerra y cadáveres, la última esperanza de los ricos”. La visión de Castelao sobre la barbarie humana impresiona hasta el extremo en su dibujo titulado “no fondo do mar”. Acompañando, aparece la Madonna de Munch, a cuya vera vemos lo que podría ser un niño somalí, que la contempla en su desperezarse.
El triunfo de la muerte sobre una multitud carnavalesca de Ensor es otra imagen en la que otro genio se detiene a plasmar los imprecisos límites de la locura humana colectiva.
Después nos acercamos a la visión que Picasso, Dalí y Miró despliegan sobre la guerra civil, para pasar luego a Saura, Millares, Bacon y a una última imagen de un invierno impreciso, pero gélido que completa ese viaje visual a la cara habitualmente oculta de los seres humanos.
A la mañana siguiente, sin abrir siquiera el diario, en primera página, leo que en Gaza ya se cuentan más de doscientos muertos, en el primer ataque de otros que vendrán a multiplicarlos. Sigue la era del gas y de la muerte en masa., Hay quien dice que la desproporción de la respuesta israelí a los cohetes de Hamás no se debe calificar así, es adecuada a la mayor capacidad de sufrimiento del pueblo palestino. Menos mal que quien lo dice es un intelectual moderado.
Otro intelectual. Apelidado Gluskman dice que dada la situación es lógico que Israel emplee a fondo su arsenal.
No tengo duda de que Hamás no alberga buenas intenciones con respecto a Israel, ni que haya provocado en lo que le toca, esta situación, pero Israel lleva pasándose por el forro mucho tiempo las resoluciones de la ONU , construyendo muros cada vez más altos, controlando el agua y los recursos de sus vecinos, en definitiva construyendo la mayor macro cárcel que existe hoy en día. Y está claro que el desafío no lo lanza solo a los palestinos, sino a toda la comunidad mundial, cuando bombardea escuelas con ese armamento que tan generosamente le dispensa su amigo americano y que incluye en el muestrario bombas de racimo y de fósforo.
Gluskman parece sugerir, que la rematadera sería acusar a los judíos de genocidio, pero la verdad, llevan camino de cometer la misma locura que provocó su intento de exterminio.
No se puede combatir el terrorismo con otro terrorismo aún mayor en el que las víctimas inocentes acaban siendo el principal objetivo.
Israel ya no puede seguir yendo de víctima, cuando se ha convertido en verdugo del pueblo palestino y aplica con él parecidos métodos a los que los nazis usaron en su día con ellos.