Entradas populares

miércoles, 15 de abril de 2020


SOBRE EL LIBRO EL RUIDO DEL TIEMPO

Convertir en sagrada la abyección

como si fuera lo más natural

acallar la palabras y la música

exigir el silencio o expresarse al dictado.

Suicidarse para sobrevivir.

Aún muerto, te reclama tu obra

te interroga y te escupe a la cara

con su sola presencia.

Luces de libertad,

inquietos pájaros sobrevolando el miedo,

abrazando con fuerza la desbocada juventud

la cima incontestable del deseo,

acariciada apenas un instante.

Lo sublime se  expone a no ser invisible.

Nada es gratis y menos aún la gloria

cuando el poder reclama la factura

el óbolo que obliga al creador

a formar parte del séquito.

La ingenuidad  de Shakespeare  nos llega

un poco a todos, al pensar como él

que los tiranos albergan pesadillas

y son acosados por espectros de sus asesinados

y sufren, en el fondo, sus infamias.

La terrible verdad es, sin embargo que: “si penetras bajo la piel de uno de ellos y atraviesas una capa tras otra, descubrirás que la textura no cambia, que el granito envuelve más granito y no hay una caverna de conciencia que encontrar”.

¿Y los demás que esperan del artista

que elabora su obra en los infiernos?

¿Qué salte la ventana y se desprenda

del pegajoso abrazo de la hidra?

¿Qué arriesgue las vidas que no tiene

en ser un héroe por cada una de ellas

para saciar el hambre de espectáculo?

La puerta del infierno cristiano, en Santa Fe de Conques, muestra la boca abierta de de un monstruo que traga incansablemente a sus víctimas desnudas, sin nada que les identifique salvo el sexo. Acaban siendo iguales los graves militares, los burócratas grises, los músicos geniales, los obreros que se atrevan a pensar, las mujeres que deciden por sí mismas…

No hace falta siquiera rebeldía. Cualquiera puede ser víctima, tanto por sus palabras y sus actos como por sus silencios y omisiones.

Solo quedan las sombras que proyectan las siluetas de los que sobreviven a artistas y tiranos y a cualquier situación. Ellos nunca serán tachados de cobardes. No serán ni mártires ni héroes. Tan solo ejecutores en la sombra. Las células siamesas, uniformes, necesarias e imprescindibles para alimentar la tiranía, los diablos que nutren de almas las calderas, mirando de reojo, siempre, hacia el tirano.

Ellos ignorarán siempre a Chejov porque nunca escribirán nada, excepto las denuncias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario