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miércoles, 15 de abril de 2020


LA SAL DE LA TIERRA

Sebastiao Salgado, uno de los grandes fotógrafos a caballo entre los siglos XX y XXI y su fascinante vida son los protagonistas de un documental relizado por Win Wenders titulado la Sal de la Tierra. Sebastiao Salgado, brasileño de nacimiento, se fue de Brasil a finales de los años sesenta junto a su mujer, Lélia, a París para trabajar como economista. Allí la fotografía se cruzó en su camino y fue tal el flechazo que decidió, junto a su compañera, dedicarse por entero a capturar imágenes valiosas que dejaran testimonio veraz del mundo que le ha tocado vivir. Su vida puede interpretarse como un carrusel, un tiovivo o una montaña rusa, en la que tras dar continuas vueltas y tras tanto sube y baja, acaba por volver al punto de partida al concluir el viaje. La vida dura, desde luego, algo más que un viaje en una atracción de feria, pero a la postre y simbólicamente, la vida humana es corta y aunque nos parece poder saber de dónde venimos, desconocemos por entero nuestro destino más allá de la muerte.

Su obra como fotógrafo ha sido un viaje continuo entre la vida y la muerte. Desde pueblos perdidos de los Andes como los Saraguros, donde algunos lo consideraban un enviado de los dioses para observarlos, pasando por los Mixes de Oaxaca y Tarahumara mexicanos, recorrió en los años setenta y ochenta, cámara en mano, buena parte del continente americano. Fotografió el norte de Brasil, la manera de encarar la muerte de sus niños y la vida dura de un sahel americano duro, seco y pobre. De allí pasó a plasmar las hambrunas de Etiopía y Mali que diezmaron sus poblaciones y dejaron imágenes indelebles  sobre una de las lacras humanas evitables y que hicieron conocer aún más  a Salgado la condición cruel del ser humano, pero también la  contraria, la altruista de la mano de los miembros de Médicos sin Fronteras. La pobreza invisible fue la principal protagonista de sus fotografías durante esos años. Tanto el libro de las Américas como el del Sahel africano los publicó en 1986.

Los siguientes años trabajó en un nuevo proyecto, al que tituló “Trabajadores”, en el cual aparecían los desguazadores de barcos de Bangladesh, los mineros del azufre de Indonesia o los garimpeiros de la Sierra Pelada, que evocaban a ojos de Salgado la construcción de las Pirámides. Allí aparecían las nuevas formas de esclavitud a las que se someten muchos seres humanos para sobrevivir.

Entre el noventa y tres y el dos mil recogió el movimiento masivo de personas desplazadas y las migraciones masivas provocadas por la hambruna, las guerras, los desastres naturales, el deterioro ambiental o la presión demográfica. Recorrió la India, Vietnam, Filipinas, Sudamérica, Palestina, Irak, la antigua Yugoslavia y nuevamente África (Rwanda y la República Democrática del Congo, sobre todo). En este nuevo trabajo constató definitivamente la extrema violencia que el hombre ejerce sobre el hombre. En Goma fotografió grandes máquinas excavadoras enterrando los muertos por centenares y miles. Como él mismo dirá me asomé al corazón de la oscuridad hasta llegar a enfermar del alma y dejar de creer en el  género  humano y pensar que fuera posible su salvación como especie. De esta experiencia llegó a publicar “Migraciones”, “Niños” y “Éxodos”.

En este largo tiempo había tenido dos hijos y la hacienda de su padre había sufrido una larga sequía que había convertido lo que Sebastiao recordaba como un paraíso en una estepa, sin árboles, sin agua. Lélia tuvo la idea de replantar las seiscientas hectáreas de terreno con más de cien especies de árboles de bosque atlántico y se creó el instituto Tierra que ha logrado en estos últimos quince años la plantación de millones de árboles. Esta regeneración de una tierra yerma supuso para Salgado un resquicio con el que volver a confiar en la especie a la que pertenece. Le dio también la inspiración para afrontar un nuevo proyecto, Génesis, en el que pasó de ser el fotógrafo de lo humano a retratar de forma magistral, lugares en los que el hombre no ha dejado su huella, ni ha sembrado el caos o la tragedia. Plasmó en sus fotografías montañas, desiertos, océanos, animales y pueblos que han eludido la impronta de la sociedad moderna: la tierra y la vida de un planeta aún virgen. Tanto el proyecto GÉNESIS como el Instituto Terra, fundado por Lélia y Sebastião Salgado, se proponen mostrar la belleza de nuestro planeta, revertir el daño que se le ha causado y conservarlo para el futuro.

Es posible que a sus setenta y cinco años no le queden a Sebastiao Salgado grandes viajes por hacer ni grandes obras que realizar, pero su vida ha sido un carrusel que ha ido del paraíso al infierno y una vuelta a reencontrarse de nuevo con el paraíso perdido, con la esperanza de que es posible aún revertir todo el daño que el ser humano ha infligido al planeta. Todo un ejemplo del camino a seguir para dejar un planeta suficientemente habitable a las generaciones venideras.








Sobre Sebastiao Salgado



Biografía

 
 

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