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jueves, 22 de diciembre de 2011

EL TIEMPO SE AGOTA

EL TIEMPO SE AGOTA
Sabemos que el calentamiento de la tierra es un hecho. Da igual si nuestro planeta ha sufrido otras veces un proceso semejante por causas diferentes a las actuales. Son tantos los intereses en juego que es muy conveniente seguir poniendo en duda nuestra responsabilidad como especie en dicho proceso. No conocemos otra forma de estar sobre el planeta que no sea esquilmar de manera constante sus recursos. Lo hicimos por ignorancia durante siglos y lo hacemos ahora aprovechando una tecnología devastadora puesta al servicio de gente a la que no le importa la habitabilidad futura del planeta.
Nos hemos acostumbrado a la imagen repetida y espectacular de los glaciares descomponiéndose a bocados frente a la mirada asombrada de los turistas que abarrotan los barcos aparcados en la cercanía de sus lenguas. Es todo un lujo emplear cubitos de hielo con miles de años de antigüedad garantizada para aguar el wiskhy. Pagaremos todos esa pequeña frivolidad y la más grande de aparcar los problemas acuciantes de la tierra en el cajón más olvidado del trastero. Durban, Kioto, Río de Janeiro…parecen una pérdida de tiempo y energía para nada, pues casi nadie cumple sus compromisos. Empezando por los países que más contaminan,  Estados Unidos y China, siguiendo por los que hacen oídos sordos, como España, y los que se avienen a vender sus derechos de contaminación, según un cambalache perverso inventado para acallar las voces críticas, todos incumplen o consienten que los compromisos adquiridos no se cumplan.
Los rastros que deja el calentamiento global  los vemos en los icebergs, cada vez de mayor tamaño, que se desprenden del continente antártico, en los glaciares que descienden del Himalaya hacia la India y China, en los frágiles trozos de hielo a los que se aferran los acongojados osos blancos que ven menguar su espacio a un ritmo trepidante. Y para no ir muy lejos, nuestros propios glaciares, antaño majestuosos, se convierten en vestigios de un pasado en el que el ser humano respetaba más la naturaleza, aunque solo fuera por no tener los medios que hoy en día tiene para acabar con ella. Las imágenes de Lucien Briet de hace cien años son hoy irrepetibles.
En buena lógica yo creo que nadie en su sano juicio destrozaría su casa para buscar un tesoro efímero del que ni siquiera podrán disfrutar los que les toque nacer de aquí a veinte años. Marte es un frío y loco sueño en el que quizá estén pensando los que ahora no hacen otra cosa que emporcar el planeta sin freno e impunemente.

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