No son tiempos de construir barricadas, al menos en esta parte del mundo, donde tanto material sobra para amontonar en escombreras y basureros y cada uno va, más que nunca, a la suya. Sin embargo en lugares en los que no se recicla oficialmente el plástico, ni el vidrio y en los que multitud de desheredados se buscan la vida para sacarle rédito al desperdicio de los más opulentos, las barricadas pueden llegar a convertirse en pan de cada día.
Me dejó perplejo la noticia de los muros que van a circundar las favelas de Río de Janeiro, con el pretexto de proteger la naturaleza que rodea estas colmenas habitadas por los desarrapados de esa inmensa urbe.
Después de caído el muro de Berlín, vuelven a estar en boga nuevos muros de la vergüenza, construidos por el miedo al terrorismo o a la delincuencia. ¿Qué harán una vez construidos? ¿Utilizar la vigilancia vía satélite para luego arremeter quirúrgicamente, como les gusta decir, contra los focos de rebelión o delincuencia?
Contra la mirada que viene de arriba, ¿que barricada utilizar sino es la misma tierra? Eso era lo que hacían los combatientes norvietnamitas para huir de los efectos devastadores del NAPALM en vastas superficies que ardían al instante. ¿Tendrán que excavar túneles los habitantes de las favelas y también los palestinos (conejillos de indias desde hace tiempo de este amurallamiento perverso) para escapar al férreo control de los hacedores de muros? ¿Será el comienzo de la búsqueda de un nuevo hábitat camino del centro de la tierra para escapar a esos artilugios que detectan el calor de los cuerpos en superficie y pueden acabar con ellos sin errar un milímetro el disparo?
Se va construyendo día a día la ciencia ficción, que deja de serlo a medida que a la maldad del terrorismo se opone una maldad bendecida por las urnas y los presupuestos de defensa. Siempre ha sido la guerra un laboratorio de tecnología que se aplica no virtualmente, sino a la brava, con todo el realismo posible contra sociedades con poca capacidad de respuesta, como la de los palestinos, o algunos países africanos.
Nunca debiera ser tarde para el diálogo, pero da cierto vértigo pensar que en parte ha sido el integrismo estadounidense, aún no superado del todo, el que ha contribuido al desplazamiento de los talibanes a un país aún menos inocuo que Afganistán. La noticia de que los Talibanes se encuentran a unos centenares de kms de Islamabad, la capital de Pakistán, y de que están imponiendo la ley musulmana en los estados del noroeste del país, no es un buen augurio para alcanzar una próxima paz.
Antaño los que no tenían artillería contundente, oponían a ella las barricadas, construidas con todo tipo de materiales tras los que poder parapetarse. Estas eran destruidas por aquella con relativa rapidez y sin duda, con eficacia. Habrá que hilar muy fino en el futuro para que los que se han sentido agraviados por la prepotencia de las armas muy superiores, no se sientan tentados a usarlas si, ojala nunca suceda, cayesen en sus manos.
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