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viernes, 7 de octubre de 2011

EL RÍO

EL RÍO

Los ríos son las venas de la tierra, por ellos fluye el agua como lo hace la sangre por nuestro cuerpo.
Desde siempre la vida de los seres humanos ha estado ligada a las corrientes que surgen de la roca, se alimentan de la lluvia y van creciendo hasta llegar al mar que los acoge definitivamente.
Las grandes civilizaciones surgieron a las orillas de grandes ríos. Egipto fue posible por el don del Nilo, cuyas fuentes fueron, quizá, el enigma oculto que más tardaría en ser desvelado, un mito que hoy se estanca en la gran presa de Asuán, sin dejar ya a su paso, aguas abajo, el limo fértil que aseguraba las cosechas en los tiempos remotos.
El Río Amarillo que atraviesa China pronto estará estancado en la presa de las Tres Gargantas. Su construcción ha desplazado a casi dos millones de personas. Aseguran que con ella se acabarán las riadas que en épocas pasadas provocaron miles de muertos, también que será además de la muralla China, la más visible de las obras humanas en el planeta tierra, con sus seiscientos kilómetros de largo.
                                                                                                   
Se habla hace tiempo de que las guerras del futuro lo serán por el agua. En el presente ya hay ejemplos. Israel además del territorio controla las corrientes y los pozos de agua frente a los palestinos, en un territorio especialmente seco. Hay quien ha conjeturado que el control de Irak no es solo por el petróleo, sino también por el agua de sus ríos, el Tigris y el Eufrates. Egipto puede considerar causa de guerra la construcción de grandes embalses aguas arriba del Nilo.
En el sahel africano y en lugares como Etiopía ir a buscar el agua es un trabajo de horas, que consume el tiempo, vital para la supervivencia, pues la falta de lluvias y la desertización galopante provocan las hambrunas atroces que diezman cada tanto a sus poblaciones.
El lago Chad, uno de los grandes lagos de África se está secando, como le ocurre desde hace décadas al mar de Aral. En ambos casos tiene mucho que ver el agua que se roba a sus ríos para cultivos que consumen demasiada agua.
Resulta difícil ponerse en situación, cuando a nuestro alrededor parece sobrar el agua.

Cuando oigo decir que el agua del Ebro se desperdicia al llegar al mar, pienso en esos lugares y también en el Mediterráneo, el Mare Nostrum, recorrido por Ulises de extremo a extremo, cuando ningún río estaba regulado y respiraba con el libre fluir del agua, desde el norte y el sur, con aguas de deshielo de los Alpes y los Pirineos, con el rojo limo aportado por el Nilo.
Si los ríos dejasen de aportar al mar la mayor parte de su agua ¿que consecuencias tendría sobre la existencia misma de la vida en él?

Oigo hablar a políticos del agua como si se tratase de una mercancía privada y es para echarse a temblar cuando se adivina cual será el destino de gran parte de esa agua. En el caso del tan traido y llevado Trasvase  del Ebro, no solo se dejaban de lado los efectos que produciría sobre el delta, sino que se han acallado los negocios reales en torno al agua que se hacen en algunas zonas de Levante, como campos de golf, parques temáticos como el de Terra Mítica, idea, hoy en quiebra, del locuaz Zaplana y operaciones urbanísticas en una zona saturada, donde, de forma inconcebible, sus propios ríos se maltratan. El Segura, principal río murciano, es uno de los más contaminados de Europa. En la provincia de Almería se han sobreexplotado los acuíferos de la costa y hace tiempo que se agotaron. (Caso de los agricultores de las Alpujarras)
¿No sería más sensato sanear las cabeceras de los ríos en esas zonas, reforestar allí donde haga falta y recurrir a la desalación para todo lo que no sea agua de boca?

Aragón  es una tierra que  sabe de desierto, pues el de los Monegros está al lado mismo del Ebro. ¿Cuánto ha contribuido el hombre a crearlo?

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