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jueves, 15 de agosto de 2013


Al llegar a l´Escala, lo primero que veo  un restaurante gallego en lo alto de una calle, lo que después de diez horas de marcha comienza a remover mis jugos gástricos. En la misma vía del restaurante, pero más abajo, encuentro el hostal Poch, un lugar regentado por un padre y un hijo. Éste, a pesar de sus más de cuarenta años, parece tener que consultar todo, absolutamente todo, con su progenitor. Me hacen un buen precio por una habitación doble. Las camas tienen colchas floreadas de tonos rosados y la mesa no pueden ser más kitch, sin embargo la posibilidad de ducharme en una bañera, sin tener que cumplir antes con el ritual de montar la tienda de campaña e ir hasta el lugar de las duchas comunes, la disfruto con muchas ganas.

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