Mi llegada a Tossa por el camino interior que atraviesa el bosque de alcornoques y encinas, se hace por una pendiente tremenda que en poco trecho desciende desde los más de 500 metros de altura del Puig dels Cadiretes, pasando por zonas en las que el arbolado va desapareciendo hasta enlazar con la riera de Tossa y la zona del paseo marítimo, abarrotado de gente, tanto que después del calor del día y del accidentado camino, solo tengo ganas de Sali de allí. En vez de ir a conocer la parte vieja de Tossa, sigo hacia Lloret, quizá una de las peores decisiones de mi largo paseo por la costa. Desde luego Tossa es un enorme emporio turístico. De hecho ni acierto a vislumbrar la ciudad vieja entre tanto mamotreto de edificaciones. Es otro de los tramos de costa que tengo que volver a visitar alguna vez para hacer el paseo por la costa y no por la carretera como al final hice sin mucho sentido. Debia haber tomado el final de sa Platja, debajo de la Vila Vella, atravesar el cap de Tossa, la playa de es Codolar y un tramo rocoso rodeado de pinos que lleva hasta cala Llevado, cala de L´Ull de Vidre y otras más pequeñas, hasta llegar a la playa de Llorell, más adelante cal Morisca y las playas de Canyelles, con su pequeño puerto, sa cala Gran… Vuelve a ser una zona agreste, con urbanizaciones que llegan casi al mar, sin dejar espacio para un camino de ronda. Si reaparece un camino de ronda desde cala Gran hasta Lloret. Es de las zonas más densamente urbanizadas que me he encontrado hasta el momento, fuera de lo que son núcleos urbanos consolidados.
La primera foto es una buena muestra de lo inaccesible que resulta alcanzar la costa desde la carretera de San feliu a Lloret, ya que en gran parte está vallado por la presencia de grandes urbanizaciones o campings.
Me pregunto, a la vista de tantas urbanizaciones, como me lo haré muchas veces en adelante, el coste de llevar a todos estos sitios los servicios necesarios de agua, electricidad... Empiezo a ver los efectos de ese turismo masivo que caracteriza la mayor parte de la costa mediterránea española.
Enfrente del camino de ronda, multitud de escollos, sa Roja, sa Tortuga, la pequeña cala d´en Simón, a partir de la cual ya puedo rememorar los paseos que me dí en multitud de ocasiones hasta este punto, pasado un pequeño túnel, más allá del final de Sa Caleta, hasta llegar a la caleta d´en Trons, punta Roja y la inhóspita cala des Frares, sobre la que se ubica el Castell, d´ en Platja. De Tossa a Lloret el granito de las rocas es de color blanquecino. Dice también Pla que a pesar de la falta de agua este litoral se ha urbanizado. Dice ya sobre los campings que los hay para todos los gustos, anexos a las poblaciones o exentos de ellas, junto al mar, a la orilla de un río, en lo alto de un promontporio boscoso, en la pura inclemencia de un descampado y aún a veces, en la vecindad de un cementerio.
La playa de Lloret con el perfil característico que le otorga el castillo de aspecto medieval que hay al final de la misma, mirando al norte.
LOS CABALLITOS Solo una vez al año, por septiembre, cuando aún jugábamos todos los días en la calle hasta hacerse de noche, llegaba el tiovivo, el único que adornaba la pequeña feria de barracas que durante tres días animaba la esquina entre la carretera, la Florida y los Soportales. Junto a él, la churrería de Lorenzo, donde supe por primera vez a qué sabían los churros. Me gustaba aplastarlos en el azúcar del fondo para endulzarlos. No eran muchos y por eso los degustaba despacio, mientras miraba dar vuelta al tiovivo de los caballitos. Así llamamos en adelante a todas las ferias, fuera grande o pequeña, los caballitos. Entonces todos eran caballos de madera fijados a una barra, subiendo y bajando. No había ambulancias, ni coches de bomberos o de carreras, motos o aviones. Eran caballos blancos, negros, tordos, pintados con colores brillantes y llamativos que se reflejaban en los fragmentos de espejos colocados como mosiacos, multiplicando las imágenes, las...
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