Casualmente no me queda ninguna imagen sobre esos
sitios, en los que, por fortuna, no me tocó aparcar. ¡Qué sabia es la
naturaleza! Solo preserva con menor intensidad que otros recuerdos, los menos
dignos de guardar en la memoria. Pero es, de nuevo una realidad de esta España,
que hoy, más que nunca quieren convertir en país de camareros, croupiers y
prostitutas (Que conste que no tengo nada contra ninguna de esas honorables
profesiones), cargándose de paso la cultura, la investigación y todo lo demás
que durante un tiempo nos ha dado apariencia de normalidad. Sigamos mimando a
los alemanes y nórdicos (cuyos políticos nos dan abundantemente por el saco) y
haciendo que este país vuelva a ser el servicio de Europa en todos los
sentidos. Turismo a toda costa y a ser posible en toda la costa ¿Verdad Mister
Paseo Militar-Cañete?
LOS CABALLITOS Solo una vez al año, por septiembre, cuando aún jugábamos todos los días en la calle hasta hacerse de noche, llegaba el tiovivo, el único que adornaba la pequeña feria de barracas que durante tres días animaba la esquina entre la carretera, la Florida y los Soportales. Junto a él, la churrería de Lorenzo, donde supe por primera vez a qué sabían los churros. Me gustaba aplastarlos en el azúcar del fondo para endulzarlos. No eran muchos y por eso los degustaba despacio, mientras miraba dar vuelta al tiovivo de los caballitos. Así llamamos en adelante a todas las ferias, fuera grande o pequeña, los caballitos. Entonces todos eran caballos de madera fijados a una barra, subiendo y bajando. No había ambulancias, ni coches de bomberos o de carreras, motos o aviones. Eran caballos blancos, negros, tordos, pintados con colores brillantes y llamativos que se reflejaban en los fragmentos de espejos colocados como mosiacos, multiplicando las imágenes, las...
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