Comienza
la ronde de campings. En varios kilómetros y junto a la enorme playa, hay más
de media docena de ellos. Como todavía no había hecho camino suficiente, he
dejado atrás el Bon Relax, muy cerca de San Pere Pescador, más tarde el de La
Gaviota, el único que, quizás, podía haber tenido interés para mí. Luego he
atravesado el de l´Amphora He entrado a preguntar en la recepción del Aquarius.
En ese camping, como en todos los de alrededor, cobran por la parcela y, aunque
no era tan cara como en los siguientes, me ha parecido demasiado costosa para mí
solo, así que he seguido camino hacia los de las Dunas y la Ballena Alegre II.
Ambos son inmensos y los dos tienen la apariencia de ser reductos o reservas hechas
expresamente para acoger a turistas alemanes y holandeses, sobre todo. Todo
parece montado para que se sientan como en casa, como si no hubiesen salido
para nada de su país. El primero lo he atravesado desde la playa hasta la
recepción, donde unos jóvenes uniformados atienden a los recién llegados antes
de pasar al mostrador. Los precios, por supuesto, son mucho más prohibitivos
que los de los anteriores. Un chaval de
los uniformados , de unos veintipocos y español, me ha parado para averiguar que
pretendía yo. No me han gustado sus maneras porque me han hecho sentirme más
extranjero que cualquiera de los que he visto en el trayecto desde la playa. Se
lo he hecho ver y al final me ha pedido disculpas y ha reconocido que allí
resulta más rara la presencia de gente como yo, es decir mochilero con pinta de
peregrino santiaguero que las de los guiris, a los que tratan con toda consideración por el dinero que dejan, imagino. Ha sido un incidente desagradable, que se ha repetido
cuando, en el mostrador, he preguntado los precios, a chicas con cara de
muñeca, de esas que tanto abundaban en las noches de Lloret, cuando trabajé de
camarero, hace más de veinte años. Da la impresión de que allí estorba un poco el turismo pobretón de los aborígenes.
Entre uno y otro camping hay una
macrodiscoteca pintada en azul, que llevaba el nombre de Fata Morgana y donde imagino que cogerán los jóvenes centroeuropeos unos "melocotones" de antología.
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