28 de
septiembre de 2013
Ayer participamos en la fiesta de Jánovas, que
recupera San Miguel como día de encuentro y diversión para los que fueron un
día vecinos del pueblo, sus hijos, nietos y todos aquellos que compartimos con
ellos el deseo de que Jánovas vuelva a ser un lugar con vida, con niños en sus
calles, con ruidos cotidianos que acompañen el rumor del Ara. El astro nos
respetó durante casi toda la celebración y solo se puso a llover ya avanzada la
sesión de baile que estuvo francamente animada.
Es motivo de alegría poder seguir viendo a
Francisca, la mujer de Emilio (ya fallecido) y matriarca de la familia Garcés, con
una sonrisa en la cara, de ver como su pueblo vuelve, poco a poco, a la vida,
con el esfuerzo de su propia gente. Su hijo Toni lleva tiempo al pie del cañón
rehabilitando la escuela que nos ha dado cobijo durante la comida.
Yo llevo veinte años en el Sobrarbe y todo
este tiempo Jánovas y sus habitantes han sido un referente de lucha y de
resistencia. Desde la existencia de una Coordinadora Antipantano (casi olvidada
y obviada luego), pasando por la Asosiación Río Ara que logró el descarte
definitivo del polémico proyecto, hasta el lento proceso de reversión iniciado
hace relativamente poco, no ha habido un momento en que cejase la oposición a
una situación injusta que, aunque irreparable, aun puede alumbrar la existencia
de una nueva comunidad que siga valorando y defendiendo su paisaje, el Ara y
sus riberas y que recupere definitivamente una dignidad que, por otra parte,
nunca llegó a perder del todo.
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