Mi interés por los pueblos abandonados ya viene desde hace mucho, cuando en la Rioja conocí los restos del pueblo de Mansilla, que habitualmente duermen bajo las aguas del pantano del mismo nombre, aguas arriba del río Najerilla. En todos los sitios cuecen habas. Por cierto que, en el pueblo nuevo, veraneó durante años, según tengo entendido, uno de los primeros tránsfugas de la política famoso, Se trata de Ramón Tamames, quien después de haber pertenecido al partido Comunista, acabó como militante del PP. Vaya carrerón por el túnel del tiempo y la casposidad.
LOS CABALLITOS Solo una vez al año, por septiembre, cuando aún jugábamos todos los días en la calle hasta hacerse de noche, llegaba el tiovivo, el único que adornaba la pequeña feria de barracas que durante tres días animaba la esquina entre la carretera, la Florida y los Soportales. Junto a él, la churrería de Lorenzo, donde supe por primera vez a qué sabían los churros. Me gustaba aplastarlos en el azúcar del fondo para endulzarlos. No eran muchos y por eso los degustaba despacio, mientras miraba dar vuelta al tiovivo de los caballitos. Así llamamos en adelante a todas las ferias, fuera grande o pequeña, los caballitos. Entonces todos eran caballos de madera fijados a una barra, subiendo y bajando. No había ambulancias, ni coches de bomberos o de carreras, motos o aviones. Eran caballos blancos, negros, tordos, pintados con colores brillantes y llamativos que se reflejaban en los fragmentos de espejos colocados como mosiacos, multiplicando las imágenes, las...
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