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martes, 13 de agosto de 2013


Tanto ésta como la playa siguiente (Calitjá) no salen fácilmente en los mapas, ya que su accesibilidad no es tan cómoda como la siguiente, Cala Montjoi, que si está en los mapas es gracias a la presencia del Bulli, el famoso restaurante de Ferrán Adriá. La llegada a Cala Montjoi me resulta inaudita porque la senda de la GR92 desaparece de repente, como por ensalmo y hay que seguir el rastro de otros perplejos, hasta que, al final, me veo obligado a remontar hasta la pista. Me acuerdo entonces de los seis o siete millones de subvención con que han sido obsequiados varios insignes cocineros con dinero público, entre ellos Ferrán Adriá, y al primer coche que pasa con la ventanilla bajada, le grito “Macagüen el Bulli de los cojones”. Al parecer no es de mucho interés que viajeros mochileros, quienes jamás se gastarán los tropecientos euros que cuesta el cubierto en el reputado restaurante, tengan fácil el acceso a tan insigne lugar. Quizá es solo coincidencia, pero es otro sinsentido más de los que pare este país a diario

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