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jueves, 1 de agosto de 2013

A partir de hoy, 1 de agosto (cumpleaños de Urko), comenzaré a poner en el blog lo que voy escribiendo sobre el viaje de la costa que empecé hace dos años. Procuraré hacerlo con la máxima asiduidad. La idea es añadir enlaces a webs, sobre las zonas por las que transcurre el camino.Todas las fotos han sido hechas por mi. Un saludo a todos.

13-7-2011 BARBASTRO

Hace ya mucho tiempo desde la última vez que viajé solo. Entre tanto han pasado los veranos del Camino de Santiago. Hoy comienzo la andadura de la costa peninsular que, espero, me lleve desde Port Bou hasta…
Tras una noche de tormenta, el día de hoy no es tan caluroso como los anteriores. El viaje a Barcelona, en el autobús, me lo paso leyendo el “Laberinto Español” de Gerald Brenan, en la parte que hace referencia a la Restauración de la monarquía en la figura  del fugaz Alfonso XII. En la introducción del libro alude al millón o dos millones de muertos de la Guerra Civil, cifra que resulta exagerada. Me resulta curiosa la alusión que hace a la “intratabilidad” del pueblo español, que hace frente a “la muerte por monotonía, por uniformidad o por despersonalización”…
Escribo algunos haikus inspirados en los lugares por los que transcurre el viaje.

Paja tendida
el pelo del verano
recién cortado

Las viejas granjas
son uno con los yermos
en abandono

El polígono
perfil aborrecible
de las afueras

Monotonía
no se terminan nunca
los quitamiedos

También dejo escrito algo sobre el hombre del carro (al llegar a la estación de Sants). Se trata de un vagabundo que parece arrastrar toda su vida en un carro, y por su aspecto, sobre todo los escombros y retales de sus desdichas.

La estación de Sants es un hervidero de gente que, ante la falta de asientos, se aposenta en el suelo o busca el apoyo de las columnas, para hacer frente a las largas esperas. Frente a la fría desproporción de la estación zaragozana de Delicias, ésta semeja un foro incesante, móvil y parlanchín, que se renueva a cada instante. En el bar pido un bocadillo de jamón. Éste es poco más grueso que el papel de fumar.
El tren sale puntual, pero a los veinte minutos se avería y permanecemos casi media hora parados, sin ventilación ni aire acondicionado, a las tres y media de la tarde. Como en cualquier cercanías de una gran ciudad, en este tren viajan gentes de muchas nacionalidades diferentes. En Figueras suben pasajeros que se quejan de la poca consideración de RENFE, que no les ha avisado del enorme retraso que lleva el tren. Prolongan la conversación sobre el tema durante largo rato, implicando en ella a otros pasajeros que también han subido en Figueras. El revisor pone cara de póker, mientras la mujer más indignada se siente ofendida porque le pide el billete, sin ni siquiera haber tomado asiento.

La estación de Port Bou resulta demasiado grande en relación con los pocos pasajeros que abandonamos el tren. Me recuerda la de Canfranc por su empaque, aunque sin la apariencia estética y la rotundidad de la estación pirenaica.  Una vez en Port Bou sigo el plan que tenía en mente, seguir la linde de de la costa hasta la línea fronteriza con Francia. Hay un sendero que sale de la playa principal, la denominada Badía de Port Bou y, luego, se prolonga tomando altura, hasta perderse en una estepa de matorrales y chumberas. De tanto en tanto, algún árbol se asoma a los abismos de los oscuros acantilados, hechos de pizarras parduzcas y negras, que se hunden en el azul oscuro del mar. Éste, se agita movido por la Tramontana, que sopla con fuerza contra las colinas.

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