A partir de hoy, 1 de agosto (cumpleaños de Urko), comenzaré a poner en el blog lo que voy escribiendo sobre el viaje de la costa que empecé hace dos años. Procuraré hacerlo con la máxima asiduidad. La idea es añadir enlaces a webs, sobre las zonas por las que transcurre el camino.Todas las fotos han sido hechas por mi. Un saludo a todos.
13-7-2011 BARBASTRO
Hace ya mucho tiempo desde la última vez que viajé solo. Entre tanto
han pasado los veranos del Camino de Santiago. Hoy comienzo la andadura de la
costa peninsular que, espero, me lleve desde Port Bou hasta…
Tras una noche de tormenta, el día de hoy no es tan caluroso como los
anteriores. El viaje a Barcelona, en el autobús, me lo paso leyendo el “Laberinto
Español” de Gerald Brenan, en la parte que hace referencia a la Restauración de
la monarquía en la figura del fugaz
Alfonso XII. En la introducción del libro alude al millón o dos millones de
muertos de la Guerra Civil, cifra que resulta exagerada. Me resulta curiosa la
alusión que hace a la “intratabilidad” del pueblo español, que hace frente a
“la muerte por monotonía, por uniformidad o por despersonalización”…
Escribo algunos haikus inspirados en los lugares por los que transcurre
el viaje.
Paja tendida
el pelo del verano
recién cortado
Las viejas granjas
son uno con los yermos
en abandono
El polígono
perfil aborrecible
de las afueras
Monotonía
no se terminan nunca
los quitamiedos
También dejo escrito algo sobre el hombre del carro (al llegar a la
estación de Sants). Se trata de un vagabundo que parece arrastrar toda su vida
en un carro, y por su aspecto, sobre todo los escombros y retales de sus
desdichas.
La estación de Sants es un hervidero de gente que, ante la falta de
asientos, se aposenta en el suelo o busca el apoyo de las columnas, para hacer
frente a las largas esperas. Frente a la fría desproporción de la estación
zaragozana de Delicias, ésta semeja un foro incesante, móvil y parlanchín, que
se renueva a cada instante. En el bar pido un bocadillo de jamón. Éste es poco
más grueso que el papel de fumar.
El tren sale puntual, pero a los veinte minutos se avería y
permanecemos casi media hora parados, sin ventilación ni aire acondicionado, a
las tres y media de la tarde. Como en cualquier cercanías de una gran ciudad,
en este tren viajan gentes de muchas nacionalidades diferentes. En Figueras
suben pasajeros que se quejan de la poca consideración de RENFE, que no les ha
avisado del enorme retraso que lleva el tren. Prolongan la conversación sobre
el tema durante largo rato, implicando en ella a otros pasajeros que también
han subido en Figueras. El revisor pone cara de póker, mientras la mujer más
indignada se siente ofendida porque le pide el billete, sin ni siquiera haber
tomado asiento.
La estación de Port Bou resulta demasiado grande en relación con los
pocos pasajeros que abandonamos el tren. Me recuerda la de Canfranc por su
empaque, aunque sin la apariencia estética y la rotundidad de la estación
pirenaica. Una vez en Port Bou sigo el
plan que tenía en mente, seguir la linde de de la costa hasta la línea
fronteriza con Francia. Hay un sendero que sale de la playa principal, la
denominada Badía de Port Bou y, luego, se prolonga tomando altura, hasta
perderse en una estepa de matorrales y chumberas. De tanto en tanto, algún
árbol se asoma a los abismos de los oscuros acantilados, hechos de pizarras
parduzcas y negras, que se hunden en el azul oscuro del mar. Éste, se agita
movido por la Tramontana, que sopla con fuerza contra las colinas.
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