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miércoles, 7 de agosto de 2013

La primera cala (Tamariua) cerca del camino al Cabo de Creus


San Pere de Roda, en lo alto, al fondo.



Port de la Selva, como otros pueblos cercanos participó en el comercio de vino y aceite que propiciaban sus adecuadas tierras y su clima, hasta la epidemia de filoxera.
En los años 20 intelectuales catalanes descubrieron el pueblo y desde entonces su atractivo turístico no ha dejado de crecer pero, eso sí, con actuaciones bastante respetuosas con un medio que no ha sido devastado ni transformado para atraer turismo masivo.

Playa de Port de la Selva, al amanecer.


Al atardecer me doy un baño en la playa de la Ribera y contemplo la puesta de sol y las luces cambiantes del agua del mar, quieta como en un lago, con olas que, casi, no hacen ruido y rompen mansamente en la arena.
Al Parecer, en la Edad Media, el gran anfiteatro que forma la sierra de Rodes y su prolongación, de menor altura, hacia Selva de Mar y el Port de la Selva, estaban cubiertos de bosques. De aquella selva antigua solo ha quedado el nombre de los dos pueblos contiguos. Parece que fue algo así como el puerto del monasterio. A los monjes se les consideraba grandes gourmets de pescado, al que solían acompañar con alioli. Se fundó Selva de Mar para esconderse de las incursiones de los pueblos del mar. Ese pequeño pueblo resultaba invisible desde el mar, a pesar de su nombre. Una de las actividades principales de Port de la Selva fue durante mucho tiempo la pesca de atunes, en la que participaba toda la comunidad.
San Pere de Roda es un monasterio de origen muy antiguo. Muy cerca de él se ubican varios dólmenes, cistas y alguna taula. Entre Port de la Selva y Vilajuiga, en la sierra de Rodes se encuentran la Taula dels Lladres, antes de San Pere de Rodes, y más allá el dolmen de Sureda, La Cista del Bosc de la Margalla, el dolmen de Vinyes Mortes, la cista de Puig Margall, el dolmen del Mas de la Mata y el dolmen del Pujolar (Dólmenes de les Mores Altes y el paradolmen de la Pallera). Esto nos indica una antiquísima ocupación humana de estos parajes.
De San Pere de Roda escribió Josep Pla en su libro “La Costa Brava”: Cuando uno se acerca y ve la destrucción que lo ha abatido- los ventanales vacios y los techos derrumbados, las almenas desmochadas y arrasados los suelos-, una gran tristeza se apodera del ánimo del que lo visita”. Se trata de una gran obra del feudalismo eclesiástico catalán que tenía dominio político directo y acatamiento de todos los pueblos vasallos de los contornos.

Playa de Port de la Selva, al atardecer.




PORT DE LA SELVA
 
Arriba en lo alto, San Pere de Roda domina el paisaje desde su atalaya gris. Su masa pétrea es casi engullida por el color de la ladera. Tras una larga herradura que describe el camino de ronda, muy cuidado, se llega al faro, encarando la agradable visión de Port de la Selva, un pueblo que se alarga, pegado a la colina, coronado de pinos, con su puerto, más grande que los dejados atrás y una iglesia que se eleva sobre el resto del blanco caserío. Se diría que, hasta ahora, esta es la ruta de los pueblos blancos de Gerona. Pasado el camping de l´Erola y la riera de Port, me paro en una sombra y bebo una botella grande de Aquarius, sentado en un banco de cemento. El lugar, casualmente, lleva el nombre de Placeta de Marcel Duchamp. El camping más cercano a Port no está precisamente en un lugar bonito. Está alejado del mar y del pueblo a más de 1 kilómetro. Para llegar a él hay que tomar una carretera no muy ancha, sin apenas arcén y dejar a la izquierda un polígono industrial.
Desisto de subir a San Pere de Roda. El calor y lo empinado del trazado me disuaden. Sin embargo me doy un largo paseo por el paseo marítimo hasta la Punta de la Creu, volviendo por la parte de atrás desde la que se divisa la cala Tamariua y los senderos que se pierden hacia el Cabo de Creus. Trepando por las rocas unas abejas me dan un susto, al picarme de improviso en la mano tres de ellas, sin haberlas visto. Menos mal que no me asusto demasiado porque la posición en la que me encuentro resulta un poco arriesgada. Me pongo barro en la picadura y se me alivia el escozor.

Port de La Selva