Al
atardecer me doy un baño en la playa de la Ribera y contemplo la puesta de sol
y las luces cambiantes del agua del mar, quieta como en un lago, con olas que,
casi, no hacen ruido y rompen mansamente en la arena.
Al
Parecer, en la Edad Media, el gran anfiteatro que forma la sierra de Rodes y su
prolongación, de menor altura, hacia Selva de Mar y el Port de la Selva,
estaban cubiertos de bosques. De aquella selva antigua solo ha quedado el
nombre de los dos pueblos contiguos. Parece que fue algo así como el puerto del
monasterio. A los monjes se les consideraba grandes gourmets de pescado, al que
solían acompañar con alioli. Se fundó Selva de Mar para esconderse de las
incursiones de los pueblos del mar. Ese pequeño pueblo resultaba invisible
desde el mar, a pesar de su nombre. Una de las actividades principales de Port
de la Selva fue durante mucho tiempo la pesca de atunes, en la que participaba
toda la comunidad.
San
Pere de Roda es un monasterio de origen muy antiguo. Muy cerca de él se ubican
varios dólmenes, cistas y alguna taula. Entre Port de la Selva y Vilajuiga, en
la sierra de Rodes se encuentran la Taula dels Lladres, antes de San Pere de
Rodes, y más allá el dolmen de Sureda, La Cista del Bosc de la Margalla, el
dolmen de Vinyes Mortes, la cista de Puig Margall, el dolmen del Mas de la Mata
y el dolmen del Pujolar (Dólmenes de les Mores Altes y el paradolmen de la Pallera).
Esto nos indica una antiquísima ocupación humana de estos parajes.
De
San Pere de Roda escribió Josep Pla en su libro “La Costa Brava”: Cuando uno se
acerca y ve la destrucción que lo ha abatido- los ventanales vacios y los
techos derrumbados, las almenas desmochadas y arrasados los suelos-, una gran
tristeza se apodera del ánimo del que lo visita”. Se trata de una gran obra del
feudalismo eclesiástico catalán que tenía dominio político directo y
acatamiento de todos los pueblos vasallos de los contornos.
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