Origen del término Costa Brava
El término Costa Brava fue publicado por el periodista Ferran Agulló en las páginas de La Veu de Catalunya el 12 de septiembre de 1908. Con esta expresión el periodista quería describir el paisaje agreste y escarpado que caracteriza gran parte de la zona costera. Puede o no ser casual la semejanza entre Costa Brava y Costa Blava, la designación catalana (y traducción textual de la castellana) de la Costa Azul, a su vez traducción textual a medias de la francesa Côte d’Azur. Azul y azur (así como el catalán atzur) comparten etimología pero el azul es bleu/bleue en francés y blau/blava en catalán, mientras azur y atzur se refieren al azul llamado celeste; una traducción directa del francés al catalán produciría Costa d’Atzur.
Ya por la década de 1930, los turistas llenaban las playas de la zona, pero aún se mezclaban con pescadores y agricultores que cultivaban cerca de la costa. A partir de la década de 1950 y 1960 el fenómeno turístico se generalizó y hubo un gran desarrollo urbanístico de algunas localidades de estas comarcas.
Hasta la llegada de la economía del turismo, muchas de las localidades de la región costera eran pequeños pueblos de pescadores de casas encaladas y estrechas callejuelas. Sus habitantes, sus tradiciones y la belleza natural de la región despertaron el interés de artistas y escritores como Marc Chagall, Picasso, Rusiñol o Dalí. Actualmente, la zona aún conserva gran parte de esta esencia que la caracterizaba antes del cambio que supuso la llegada del turismo.
www.despedidascostabrava.com/.../la-costa-brava-el-poeta-ferran-agullo-y- los-fuegos-de-blanes-2/
Para ver algunas fotos antiguas de la Costa Brava, se puede consultar: es.paperblog.com
LOS CABALLITOS Solo una vez al año, por septiembre, cuando aún jugábamos todos los días en la calle hasta hacerse de noche, llegaba el tiovivo, el único que adornaba la pequeña feria de barracas que durante tres días animaba la esquina entre la carretera, la Florida y los Soportales. Junto a él, la churrería de Lorenzo, donde supe por primera vez a qué sabían los churros. Me gustaba aplastarlos en el azúcar del fondo para endulzarlos. No eran muchos y por eso los degustaba despacio, mientras miraba dar vuelta al tiovivo de los caballitos. Así llamamos en adelante a todas las ferias, fuera grande o pequeña, los caballitos. Entonces todos eran caballos de madera fijados a una barra, subiendo y bajando. No había ambulancias, ni coches de bomberos o de carreras, motos o aviones. Eran caballos blancos, negros, tordos, pintados con colores brillantes y llamativos que se reflejaban en los fragmentos de espejos colocados como mosiacos, multiplicando las imágenes, las...
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