UNA HORMIGA EN LOS MONEGROS
La inmensidad se pierde, una neblina roja de
piedra carcomida, desecha en polvo, suspendido, flotante. El extraño animal
camina lentamente, sus ojos no ven pero, por ellos, otros seres lejanos miran
el paisaje y analizan cada roca, cada indicio.
Marte asoma en el alba del humano en forma de
guerrero y de planeta
Una esfera roja despierta en el cielo en cada
crepúsculo al llegar el azul profundo de la noche.
Un dios impulsivo alienta al combate y los
humanos, mientras, le hacen la corte. Como si jamás hubiéramos sabido de
Homero.
Mientras los poetas cantan a la luna, Marte
permanece oculto.
Aún Julio Verne puso el límite de su viaje
espacial en la luna.
Marte surgió como nueva frontera en los inicios de
la Ciencia Ficción.
Seres extraños, verdes, de lenguajes
indescifrables y con diversas intenciones en el fin de su viaje. También con
diversa suerte en su destino terráqueo.
En la televisión, “Los Invasores” o “Perdidos en
el Espacio” fueron diferentes paisajes en la exploración de posibilidades.
Mientras tanto, la exploración de Marte ya era un objetivo.
¿Qué buscan los humanos en Marte?
¿Lo mismo que en la Tierra?
En la tierra los humanos buscamos los sueños,
gozar de la montaña
y sus senderos, navegar en el mar lejos de toda
playa, dibujar caminos en la espuma, llegar a las más altas cumbres con nuestro
aliento solo, atravesar desiertos y contemplar sus noches frías de cristal, con
la bóveda oscura cuajada y rebosante de guiños brillantes.
Bajar ríos de vida y no de lodazal.
Acariciar riberas de sarga o de manglar.
Soñamos una tierra que sirva de hogar a todos los
humanos y en la que muchos no tengan que conformarse con vivir soñando
sobrevivir tan solo.
Mientras tanto el artilugio va recogiendo muestras
diminutas, que se procesan a gran velocidad para mantener la tensión de la
noticia con cada descubrimiento.
Soñamos que el agua nos siga regalando su materia.
Aunque se muestre violenta, a veces, como producto de un clima inesperado que
no acertamos a explicar hasta que miramos hacía la tierra desde el espacio.
El maltrato a la tierra es constante.
Mirad hacia el Sahara desde arriba.
En las fotografías de los satélites los desiertos
aparecen en rojo.
Si pudiéramos echar hacia atrás la misma mirada
diez mil años, veríamos que el color era otro y había ríos en el altivo Hoggar
o el Tibesti.
Miremos también los colores que cambian en el
globo porque se destruyen espacios con avidez, de bosque o de selva, buscando
lo que las entrañas de la tierra albergan.
Somos humanos, mujeres y hombres, seres que
navegan en la deriva ordenada de un planeta que gira doblemente. Sin saber
hasta cuando estaremos aquí. Solo sabemos que seremos partículas del cosmos
algún día, porque no es otra cosa la muerte la vida en suspenso que deja su
estela.
Mas, antes de que llegue ese momento, paremos a
tomarle el pulso a la Tierra y oigamos lo que dice dentro.
Buscar otros planetas. Seguir el esquilme de éste.
¡Qué gran paradoja!
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