Tras Sant Pol siguen las playas estrechas muy cerca de las vías del tren.
Bunkers en la zona de playas ente Sant Pol y Canet de Mar.
Una pintada homófoba en una playa cercana a Canet de Mar.
Tras la playa de la Murtra se suceden las de Roques Blanques y la del Pla que ya pertenece a Canet.
Canet de Mar es un municipio situado en la comarca del Maresme, a 43 kilómetros de Barcelona, entre los municipios de Arenys de Mar y San Pol de Mar. En los últimos años la población ha crecido considerablemente con la expansión de la presión inmobiliaria más allá de los límites del Área Metropolitana de Barcelona, doblando su población en poco más de 10 años, alcanzando en el año 2015 los 14.123 habitantes. La industria dominante en el municipio, por su carácter costero, es el turismo, junto con la explotación agrícola (la floricultura y el cultivo de fresones), además de la industria textil. En Canet de Mar se encuentra la Escuela Universitaria de ingeniería técnica en tejidos de punto, único centro de España que ofrece este tipo de estudios.
Canet de Mar nace en el siglo XI como una pequeña aldea El topónimo de Canet viene del latín canna (caña), debido a los riales llenas de cañas que había en El Maresme.
En lo arquitectónico el modernismo dejó huella gracias a Lluís Domènech i Montaner (1850-1923) con la casa Roura, la casa Domènech i Montaner, l'Ateneu Canetenc y la reforma del castillo de Santa Florentina. Además de las construcciones decimonónicas, contemporáneas y a otras de influencia indiana y colonial.
Arquitectura y monumentos
Escultores como Josep Llimona, Carles Flotats y Eusebio Arnau también han dejado su huella en el municipio. Construcciones como el Castillo de Santa Florentina (Siglo XI), el templo de San Pedro de Canet (siglo XVI), o el Santuario de la Misericòrdia (Siglo XIX).
Las rieras son el emblema del pueblo. Las riadas son repentinas y bastante violentas, y pueden llegar a ser peligrosas. Se dice que el clima de Canet y Sant Pol son como un micro-clima por su elevada humedad y vegetación. Los bosques de Canet son frondosos, densos, con mucha vegetación, grandes arboledas y sobre todo con muchos campos de cultivo de todo tipo. Antes, la mayor parte de historia canetense está relacionada con la agricultura en los valles y llanuras, se pueden apreciar por el territorio aún hoy en día, zonas donde habitaban los almendros, viñas, fresas (fresones del Maresme), olivos, campos de floricultura y fruticultura.
Playas de Canet: Roques Blanques, Playa del Plan de Santo Cristo, Playa de Canet, Playa del Cavaió, tras la que llegamos al puerto de Arenys de Mar
Las 6 horas con los conciertos que se celebraban en Canet en los años 70. Lluís Llach, Maria del Mar Bonet o Pere Tàpias, son algunos de los músicos que desfilaron por el escenario del mítico festival, uno de los hechos más importantes en el campo de la movilización popular que se produjeron durante los últimos años de la dictadura. Así, las concentraciones, además de actos musicales, se convirtieron en un lugar idóneo para repartir panfletos políticos informativos. El grupo musical, teatral, y más tarde televisivo, La Trinca, organizó el primer festival en 1974, y se ocupó de él hasta su última edición en 1978. El año de más éxito fue 1975, en el que unas 60.000 personas acudieron al encuentro. Recientemente, en 2002, Canet celebró una nueva edición del festival con el fin de recordar aquellos años y lo que eso supuso para Cataluña.
Las playas de Canet son un poco más anchas que las precedentes. Hay algún restaurante ubicado en plena playa, como en de la Rocas, en la playa de les Roques Blanques. La playa de Canet está flanqueada de una larga hilera de palmeras, como ocurrirá en adelante con otras muchas y ya se ve en algunas de las ya dejadas atrás. También desembocan en ella varias rieras.
Un descanso a mitad de recorrido, en las cercanías de Canet de Mar.
LOS CABALLITOS Solo una vez al año, por septiembre, cuando aún jugábamos todos los días en la calle hasta hacerse de noche, llegaba el tiovivo, el único que adornaba la pequeña feria de barracas que durante tres días animaba la esquina entre la carretera, la Florida y los Soportales. Junto a él, la churrería de Lorenzo, donde supe por primera vez a qué sabían los churros. Me gustaba aplastarlos en el azúcar del fondo para endulzarlos. No eran muchos y por eso los degustaba despacio, mientras miraba dar vuelta al tiovivo de los caballitos. Así llamamos en adelante a todas las ferias, fuera grande o pequeña, los caballitos. Entonces todos eran caballos de madera fijados a una barra, subiendo y bajando. No había ambulancias, ni coches de bomberos o de carreras, motos o aviones. Eran caballos blancos, negros, tordos, pintados con colores brillantes y llamativos que se reflejaban en los fragmentos de espejos colocados como mosiacos, multiplicando las imágenes, las...
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