El agua para beber se me ha acabado y les he preguntado a unos currantes que estaban arreglando una casa si tenían un botijo a mano.
“Hay tienes la manguera”, me ha dicho el mayor de los dos trabajadores. He subido hasta la torre circular para bajar luego por caminos sinuosos, cuyo trazado está interrumpido y marcado por la presencia de las urbanizaciones privadas, que se prolongan hasta la playa, muy concurrida cuando llego.

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