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lunes, 19 de agosto de 2013



Allí compro agua, una botella de aquarius de limón y un par de plátanos. Los plátanos y el Aquarius me los arreo a la sombra, en un banco, junto a una octogenaria francesa de pocas palabras, pero que me cuanta como ella también había hecho montaña cuando era joven. El beberme el aquarius frío y entero de seguido, me deja una sensación de frío interior que me dura un buen rato. Debió ser también el rato que estuve a la sombra y el aire que soplaba constantemente.
Una vez reiniciada la marcha y después de largo rato bordeando el mar, el sendero se prolonga hacia el interior, a través primero de un pinar y luego de una estepa arbolada que se hace interminable.

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