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viernes, 2 de agosto de 2013


Llançá se desparrama por las colinas, las salpica de blanco, sin llegar a anular su color natural. Esta es la parte menos agresiva de la Costa Brava, al menos en lo que a urbanizaciónes se refiere. Apenas hay edificios de más de cuatro plantas. Cuando ya voy llegando a las afueras me cruzo con una pareja de jubilados dando su paseo matutino. Me cuentan que son de origen andaluz, pero llevan más de media vida en Cataluña y ahora disfrutan de su jubilación en este paraje tan bello, del que disfrutan a diario con largos paseos junto a las playas. El pueblo apenas conserva nada de su antigua estructura amurallada que albergaba unos trescientos habitantes. Conserva, sin embrago varias ermitas en torno al prerrománico y  románico (siglos X y XI). Parece ser que Llançá  se erigió cerca de la ciudad de Deciana, fundada en el 218 aC. Tras la destrucción de Ampurias por los normandos de Hasting, en el año 862, muchos habitantes de la costa se desplazaron hacia el interior y Llançá se levantó muy cerca del mar, pero en un sitio escondido. En su historia medieval se recuerda un episodio protagonizado por el segundo conde de Ampurias, Ramón Berenguer, quien se rebeló contra el rey Pedro IV. En 1659, los franceses pretendieron en la paz de los Pirineos, establecer su frontera en el cabo de Creus, integrando Llançá dentro de su frontera, que finalmente quedaría establecida en Cerbere.
En el siglo XVIII, el pueblo llegó a tener un millar de habitantes. En 1793, los franceses serían rechazados en Llançá y en 1870 se plantó el árbol de la Libertad para mostrar el sentir democrático de la población. El turismo de los años sesenta traería consigo la transformación del núcleo en lo que hoy se puede contemplar. Hoy en día su población supera los cinco mil habitantes. En la plaza aún se conserva una pequeña parte del castillo que el abad de San Pere de  Roda poseía en la población.
He visto unas imágenes de un temporal habido el 26 de diciembre de 2008, en el que un oleaje espectacular invade las primeras calles de la población, una vez superado el puerto.

Muy cerca del puerto se toma de nuevo el camino de ronda. Esta vez se trata de un camino espacioso, bastante llano y muy agradable, como el que ya se ha dejado atrás y que nos ha traído desde Colera.

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