Dejo
atrás Cala Montjoi y encuentro un lugar ideal para darme el tercer baño de la
jornada. Lo disfruto a placer y durante largo rato. Después afronto con mejor
disposición lo que me queda hasta llegar a Rosas. A mi izquierda dejo otras
tres calas nada masificadas, las de Rostella, Murtra y de Lledó. Desde el
camino se oye una voz tras un megáfono, que al parecer da instrucciones a un
novato que casi encalla muy cerca de las rocas. Por supuesto aprovecho para
tomar una foto.
El olmo de la imagen, La Olma, era un ejemplar de dicho árbol que, como tantos otros, murió por la enfermedad de la grafiosis. Los que la conocimos y disfrutamos, los que estuvimos albergados bajo su sombra, llegamos a amarlo como a un personaje más de un lugar diminuto, llamado Riocavado de la Sierra.
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