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jueves, 21 de febrero de 2013

LOS INTRUSOS


LOS INTRUSOS
A estas alturas no sé si se trata de un intruso, del quimérico inquilino o del fantasma de los sobres, porque desde que inició su mutis por el foro, hace más de tres años, siempre ha estado ahí, presente, no solo en la mente de sus colegas, sino en su despacho reservado, en la presencia de una secretaria que seguía siendo la suya y en una nómina que se le pagaba a plazos después de años de, en teoría, haber dejado de trabajar para el partido.
Si, como no, hablo de Bárcenas, el tesorero por excelencia, el rufián que queriendo, o sin querer, con ayuda de alguien que no acaba de dar la cara, ha destapado el hecho de que la corrupción salpica a buena parte de la cúpula del Partido Popular. Por supuesto los miembros de dicha cúpula se han apresurado a formar una piña y a salvarse de la quema negando todo, tanto la veracidad de los papeles (a los que Rajoy llamó apócrifos) como la vinculación de Bárcenas con el partido. Esto se ha desmontado en ambos casos, al darse a conocer lo del despacho y la secretaria que mantenía en la sede y al saberse que siguió cobrando lo que sus antiguos compañeros de partido denominan “finiquito”, hasta diciembre de 2012.
Al parecer tanto Bárcenas como Rajoy adolecen del mismo mal, no reconocer su propia letra, pues aquel ha negado que los papeles sacados a la luz por el diario el “País” los hubiese escrito de su puño, mientras éste ha vuelto a pasar en público por la misma situación bochornosa que se pudo ver en “Tengo una pregunta para Usted” cuando fue incapaz de leer lo que él mismo había escrito
A pesar de que lo de los 22 millones en Suiza es un hecho incontestable, Bárcenas anda  como Pedro por su casa por esos mundos. Tan pronto se le ve cenando en un restaurante de lujo en Carcasonne, como se va a esquiar a Canadá, sin que el riesgo de fuga como imputado se le aplique y le mantenga vigilado y a buen recaudo, como pájaro de cuenta que es. Además de ello les hace a los periodistas y nos hace a todos una peineta, ese gesto obsceno tan español, para subrayar más aún su catadura moral de sinvergüenza sin escrúpulos y personaje indeseable, con el que espero que se empiece a hacer por fin algo de justicia.
Para apoyar sus negaciones, Rajoy hizo un “ejercicio de transparencia”, con el que al parecer nos toma por idiotas, al pretender que sea suficiente exponer lo que ingresa “legalmente” para que pasemos por alto lo que pudo ingresar por otra vía no fiscalizada, ni declarada. Además, dando por bueno el dinero que declara, nos encontramos con que después de atornillarnos con la austeridad más leonina y haber repetido lo de vivir por encima de nuestras posibilidades, en los últimos años se subió el sueldo muy por encima de nuestras posibilidades, un 27%, más de una cuarta parte de lo que ya ganaba.
Qué falta le hace sacar dinero a Suiza a quien ingresa anualmente 15 veces más de lo que ganaría alguien con el sueldo mínimo establecido para nuestro país. Eso que se sepa, porque como dicen muchos en España, sería de tontos declarar voluntariamente, lo que conscientemente se quiere esconder.
Por otra parte, como no considerar un intruso al propio Rajoy cuando es capaz de decir que no ha cumplido con las promesas electorales, pero está convencido de haber cumplido con su deber. ¿Su deber es precisamente engañar al electorado, a su propio electorado? No es de extrañar que alguien así pueda llegar a decir sin inmutarse que  “A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y eso es también una decisión”. Esa frase le reconcilia en mi mente con aquel Rajoy de los hilillos de plastilina del Prestige y me hace pensar que ese mismo criterio tan  marciano puede aplicarlo a la hora de elegir sus colaboradores, empezando por la señora Mato, siguiendo por Wert, de Guindos, Montoro, Fátima Báñez. En fin lo más parecido a la “Parada de los Monstruos” que hemos tenido nunca en España como miembros del Gobierno.
Si algo positivo tiene que surgir después de toda esta mugre, deben ser unas reglas claras de comportamiento, unos límites precisos en cuanto a los sueldos de políticos, consejeros de bancos y demás, unas leyes que protejan a los ciudadanos y demuestren que la igualdad ante la ley es un hecho, leyes que no permitan la prescripción de delitos económicos y contra lo público, una diligencia mayor que agilice los juicios a los corruptos, una ética que ponga en claro que la política debe ser un servicio público y que quien está en ella para beneficiarse no tiene cabida alguna. Que la palabra dimisión tome cuerpo y se haga realidad en los incompetentes. Que las fuerzas de orden público estén para proteger a la ciudadanía y no a los delincuentes de guante blanco y toda la caterva de deshonestos. Que los políticos de turno no puedan vender patrimonio público ni privatizarlo para beneficio de sus amigos, sin que los ciudadanos puedan denunciarlo y pararlo antes de que concluya la legislatura. Que se establezcan límites claros de lo que no se puede destruir en sanidad, en educación, en pensiones y en ayudas sociales. Que en los asuntos importantes se busquen verdaderos consensos de amplias mayorías  y no podamos ser gobernados a golpe de decreto por una mayoría que no llegue ni a la tercera parte de los posibles votantes. Que la democracia no se reduzca a votar cada cuatros años a unas máscaras que escondan la mentira y el engaño a la ciudadanía, sin poder elegir más que entre lo malo y lo peor.

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