LOS INTRUSOS
A estas alturas no sé si se trata
de un intruso, del quimérico inquilino o del fantasma de los sobres, porque
desde que inició su mutis por el foro, hace más de tres años, siempre ha estado
ahí, presente, no solo en la mente de sus colegas, sino en su despacho
reservado, en la presencia de una secretaria que seguía siendo la suya y en una
nómina que se le pagaba a plazos después de años de, en teoría, haber dejado de
trabajar para el partido.
Si, como no, hablo de Bárcenas,
el tesorero por excelencia, el rufián que queriendo, o sin querer, con ayuda de
alguien que no acaba de dar la cara, ha destapado el hecho de que la corrupción
salpica a buena parte de la cúpula del Partido Popular. Por supuesto los
miembros de dicha cúpula se han apresurado a formar una piña y a salvarse de la
quema negando todo, tanto la veracidad de los papeles (a los que Rajoy llamó
apócrifos) como la vinculación de Bárcenas con el partido. Esto se ha
desmontado en ambos casos, al darse a conocer lo del despacho y la secretaria
que mantenía en la sede y al saberse que siguió cobrando lo que sus antiguos
compañeros de partido denominan “finiquito”, hasta diciembre de 2012.
Al parecer tanto Bárcenas como
Rajoy adolecen del mismo mal, no reconocer su propia letra, pues aquel ha
negado que los papeles sacados a la luz por el diario el “País” los hubiese escrito
de su puño, mientras éste ha vuelto a pasar en público por la misma situación
bochornosa que se pudo ver en “Tengo una pregunta para Usted” cuando fue
incapaz de leer lo que él mismo había escrito
A pesar de que lo de los 22
millones en Suiza es un hecho incontestable, Bárcenas anda como Pedro por su casa por esos mundos. Tan
pronto se le ve cenando en un restaurante de lujo en Carcasonne, como se va a
esquiar a Canadá, sin que el riesgo de fuga como imputado se le aplique y le
mantenga vigilado y a buen recaudo, como pájaro de cuenta que es. Además de
ello les hace a los periodistas y nos hace a todos una peineta, ese gesto
obsceno tan español, para subrayar más aún su catadura moral de sinvergüenza
sin escrúpulos y personaje indeseable, con el que espero que se empiece a hacer
por fin algo de justicia.
Para apoyar sus negaciones, Rajoy
hizo un “ejercicio de transparencia”, con el que al parecer nos toma por
idiotas, al pretender que sea suficiente exponer lo que ingresa “legalmente”
para que pasemos por alto lo que pudo ingresar por otra vía no fiscalizada, ni
declarada. Además, dando por bueno el dinero que declara, nos encontramos con
que después de atornillarnos con la austeridad más leonina y haber repetido lo
de vivir por encima de nuestras posibilidades, en los últimos años se subió el
sueldo muy por encima de nuestras posibilidades, un 27%, más de una cuarta
parte de lo que ya ganaba.
Qué falta le hace sacar dinero a
Suiza a quien ingresa anualmente 15 veces más de lo que ganaría alguien con el
sueldo mínimo establecido para nuestro país. Eso que se sepa, porque como dicen
muchos en España, sería de tontos declarar voluntariamente, lo que
conscientemente se quiere esconder.
Por otra parte, como no
considerar un intruso al propio Rajoy cuando es capaz de decir que no ha
cumplido con las promesas electorales, pero está convencido de haber cumplido
con su deber. ¿Su deber es precisamente engañar al electorado, a su propio
electorado? No es de extrañar que alguien así pueda llegar a decir sin
inmutarse que “A veces la mejor decisión
es no tomar ninguna decisión y eso es también una decisión”. Esa frase le
reconcilia en mi mente con aquel Rajoy de los hilillos de plastilina del
Prestige y me hace pensar que ese mismo criterio tan marciano puede aplicarlo a la hora de elegir
sus colaboradores, empezando por la señora Mato, siguiendo por Wert, de
Guindos, Montoro, Fátima Báñez. En fin lo más parecido a la “Parada de los
Monstruos” que hemos tenido nunca en España como miembros del Gobierno.
Si algo positivo tiene que surgir
después de toda esta mugre, deben ser unas reglas claras de comportamiento,
unos límites precisos en cuanto a los sueldos de políticos, consejeros de bancos
y demás, unas leyes que protejan a los ciudadanos y demuestren que la igualdad
ante la ley es un hecho, leyes que no permitan la prescripción de delitos
económicos y contra lo público, una diligencia mayor que agilice los juicios a
los corruptos, una ética que ponga en claro que la política debe ser un
servicio público y que quien está en ella para beneficiarse no tiene cabida
alguna. Que la palabra dimisión tome cuerpo y se haga realidad en los
incompetentes. Que las fuerzas de orden público estén para proteger a la
ciudadanía y no a los delincuentes de guante blanco y toda la caterva de
deshonestos. Que los políticos de turno no puedan vender patrimonio público ni
privatizarlo para beneficio de sus amigos, sin que los ciudadanos puedan
denunciarlo y pararlo antes de que concluya la legislatura. Que se establezcan
límites claros de lo que no se puede destruir en sanidad, en educación, en
pensiones y en ayudas sociales. Que en los asuntos importantes se busquen
verdaderos consensos de amplias mayorías
y no podamos ser gobernados a golpe de decreto por una mayoría que no
llegue ni a la tercera parte de los posibles votantes. Que la democracia no se
reduzca a votar cada cuatros años a unas máscaras que escondan la mentira y el
engaño a la ciudadanía, sin poder elegir más que entre lo malo y lo peor.
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