He salido a la
calle y he visto la miseria trepar por las fachadas Miradas que se asoman al
quicio de balcones, fijas en el asfalto, como si fuera el lecho de su último
sueño, la promesa segura del olvido.
He salido a la
calle dispuesto a pronunciarme y he
sentido un clamor que se levanta para vencer el miedo. El miedo a ser mañana el
próximo parado que se vea en la calle, el miedo a que deshagan lo que se ha
construido a fuerza de luchar contra el miedo, los salarios dignos, sanidad
para todos, educación que haga honor a su nombre, derecho a disfrutar una
vivienda, poder comer decente cada día, que el poder no abuse de sus
prerrogativas, que la justicia sea la misma para todos, que no paguen tan solo
los más pobres por los desaguisados de los más desalmados y más ricos, que no
haya que buscar en la basura lo que a otros les sobra, que acabe el despilfarro
de los malos gestores, que acaben en la cárcel los grandes delincuentes, que la
verdad no sea rehén de las mentiras, que vuelva el periodismo a ser
independiente y los medios no sean tan solo la voz de sus amos, que pagan con
largueza al que más miente y despiden sin pudor a los que dignifican su
trabajo.
Hoy es difícil ver
otra cosa que no sean pájaros de mal agüero. Este año han pasado más pronto las
grullas camino del invierno, pero no por aquí o al menos yo no las he visto.
Sin embargo si han pasado los Phantom sobrevolando bajo, con su estruendoso
ruido, recordando en fantasma de la guerra.
A diario pasan
sobre nuestras cabezas docenas de aviones con otros tantos destinos diferentes.
Todos dejan su estela, esa de la que no sabemos que contiene, además del
residuo de quemar abundante petróleo por encima
de nosotros.
Satélites, aviones
no tripulados, tecnología punta que nos deja boquiabiertos y que a veces se usa
para bien, pero otras, quizá la mayoría, son poderosas armas cuyo uso se
esconde a nuestro conocimiento. Satélites que guían la guerra desde el cielo
para dar en un blanco, junto al que casi siempre hay inocentes. Aviones no
tripulados capaces de captar en directo la muerte de alguien que está en busca
y captura por los Estados Unidos o Israel, que han sido hasta ahora quienes los
han usado más a menudo para sus asesinatos selectivos (Esta semana pasada, sin
ir más lejos, sobre el jefe militar de Hamás)
Tecnología punta
representada sobre todo por internet, esa herramienta que parece cada día más
imprescindible y a través de la cual, a la vez que salimos al espacio cada vez
más insondable de la información, abrimos la puerta a que alguien pueda
entrometerse en nuestra vida. El papel de espía global que asumen los estados,
lo ejercen cada día más abiertamente y Wikileaks es solo la punta del iceberg,
aunque un buen ejemplo de lo que se pretende. Se acusa a China de querer
controlar internet, pero cada vez más las denominadas, aún, democracias.
Hasta ahora se
había considerado como un espacio de libertad, en el que expresar cualquier
idea. Hoy se asemeja cada vez más a una tela de araña donde atrapar a
disidentes que hacen, por ejemplo, convocatorias de manifestaciones o de raves.
Sirven para destapar intimidades de quien puede interesar que así se haga.
Aún así ¿Quién
renuncia a morder la manzana del progreso? Solo los que no tienen nada, que son
muchos.
Hemos sido
incapaces los humanos de utilizar los avances tecnológicos en beneficio de la
humanidad en su conjunto. Siempre se ha seguido el eslogan: “pruébelo y
después, si le convence cómprelo”. Da igual que sean alimentos, semillas,
sanidad, medicinas, educación o tecnología. Siempre el criterio de rentabilidad
lo contamina todo y así nos va.
Vemos como suben de
precio las tasas de los comedores escolares, como desaparecen las ayudas a la
compra de libros. En los centros escolares y en las bibliotecas no hay dinero
para la compra de libros. Se despiden miles de profesores, mientras a la vez se
siguen contratando miles de asesores de políticos, con sueldos “super guays, o
sea”. Se despide a cientos de periodistas, mientras los directivos de esos
mismos periódicos que hacen los ERES, se embolsan dividendos de millones de
euros, como ha ocurrido en el País con 129 trabajadores, despedidos por
iniciativa de Juan Luis Cebrián, quien con lo que se ha embolsado tendrá un retiro
fantástico. (Hace mucho tiempo que se le había puesto la misma cara que a
Rodrigo Rato cuando empezó en Bankia). Se les echa a la calle, mientras se
dobla la paga de los voceros del enfrentamiento, a esa caverna mediática que
apadrina el franquismo como ideal de vida, de perfección y lo que es peor aún,
de futuro.
Mientras más se
adentran en Marte nuestros aparatitos de lujo, más diabólicas se muestran las
perspectivas del destino humano general, entre la mirada puesta en el futuro y
un presente con muestras alarmantes de regreso al pasado.
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