Es nuestro ministro Wert
Un grandioso paladín
El líder en la cruzada
Por meternos al redil
De su ocurrente reforma,
La última de otras mil,
Que van dejando su huella
En documentos sin fin
Que aumentan la burocracia,
no el saber estudiantil,
objeto de mercadillo
lo mismo que el perejil.
Aunque al paso que llevamos
tendrá precio de pernil
llegar a universitario,
con incierto porvenir,
no digamos encontrar
curro del que subsistir,
tras cinco años de carrera,
máster y estar de aprendiz.
Aunque te llamen becario,
eres más bien meretriz,
que cobra por su trabajo
tropel de maravedís,
moneda que ya no existe,
por lo que es un decir
eso de que ganan algo.
Están a verlas venir,
mientras sueñan con marchar
a un sitio lejos de aquí.
Es el centro de atención
más que otro cualquier ministro,
al decir barbaridades
que le sorprenden a él mismo,
como si hablase tan solo
bajo efectos de hipnotismo
o tras haber trasegado
mas de veintidós chupitos.
Radicales y extremistas
son para él los estudiantes
y quiere españolizar
a todos los catalanes.
Luchar contra los recortes
es solo tener prejuicios
aunque dejen en la calle
a gentes de mil oficios
y los toros son cultura,
oponerse a ellos es vicio
de gente ignorante y baja
que no comprende al ministro.
Todos piensan que desbarra
como un orate cualquiera
Cada vez que abre la boca
sale de dentro la fiera
que ruge con desparpajo
las más
infectas lindezas
que sirven para portadas
en que se ceba la prensa,
para no hablar de otras cosas
que sin vergüenza nos cuelan.
El caso es que este señor
dirige la educación
y al igual que un talibán
quiere la segregación
de los sexos en las aulas
y a eso le da subvención
para volver al pasado,
a un tiempo que feneció,
queriendo resucitarlo
como el santo monseñor,
en quien parece se inspira
con retrógrado tesón,
igual que un iluminado
al que le falta un hervor.
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