ANDAR SOBRE HIELO Me gusta andar sobre el hielo, sentir por un rato la sensación de lejanía que produce su frío silencio en lo más hondo de los barrancos. No me ha gustado nunca, sin embargo, desafiarlo. Admiro a los que tienen el valor de arriesgarse a subir una pared helada o son capaces de adentrarse en la inmensidad de un desierto helado. Hace unos días hablaban en la radio sobre la conquista de la Antártida, en la que Roald Amudsen se adelantó a Scott, cuya vida acabó de forma trágica, muy cerca del lugar que acaparó sus sueños largo tiempo. Amudsen, que moriría años más tarde, siguiendo su instinto de eterno explorador, cedería parte de su fama, a la visión romántica y doliente de otro hombre que vivió la certeza de su muerte acercarse entre el hielo, una vez que todos sus compañeros de expedición ya habían muerto. Los humanos, tan dados a celebrar hazañas, trataron injustamente a Amudsen por haber sobrevivido, comiéndose a sus perros para no perecer. Scott confió su destino a la...