Un esqueleto gótico y frente a él los esqueletos de árboles que murieron de pie, como las casas. Unos y otros tienen, casi, el mismo color. Se reconoce una plaza, donde alguien, todavía vivo, bailó muchas verbenas.

El olmo de la imagen, La Olma, era un ejemplar de dicho árbol que, como tantos otros, murió por la enfermedad de la grafiosis. Los que la conocimos y disfrutamos, los que estuvimos albergados bajo su sombra, llegamos a amarlo como a un personaje más de un lugar diminuto, llamado Riocavado de la Sierra.
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