La verdad que
me resulta difícil sacar el sentido del humor en estos tiempos y admiro
a los que son capaces de hacerlo y aguantan el tipo cada semana e incluso cada
día, haciendo chistes o dando la vuelta a todo lo que ocurre en este circo
llamado España. En el mes que ha pasado desde la última máquina de escribir
sería difícil recordar todas las mamarrachadas que han ido surgiendo. Los
protagonistas, lo siento, son los mismos que tan entretenido me tienen
últimamente y de los que me gustaría poder olvidarme o que como la roña, se
fuesen con un buen lavado.
Ese personaje sobre el que hay unanimidad en
su parecido al señor Burns, de la serie de los Simpsons, llamado Montoro, se
suelta la melena y tras soltar lindezas
sobre la calidad del cine español para justificar los recortes al mismo y la
asfixia del IVA, nos da lecciones de economía diciendo que los salarios no
bajan sino que suben moderadamente y días después, tras conocerse su
participación en una gran transacción de inmuebles, asegura que en nuestro país
no hubo burbuja inmobiliaria. Su pose de chulo de barrio empieza a ser
habitual, aunque en apariencia no tenga media hostia, como dirían sus colegas
aprendices de macarras. Se disputa con Wert, personaje cercano a la familia
Monster por su palidez y aspecto mortecino, lo de ser como un toro bravo que se
crece con el castigo. Ambos podrían ser un dúo inimitable de payasos que no
necesitarían de narices rojas, ni zapatones para hacer llorar al personal.
Reír, seguramente nada, pero como la mucha risa también acaba en llanto, a
ambos les puede parecer que sea esa su verdadera vocación y que el éxito (toda
vez que se prohíben los escraches y el lanzamiento de tomates) les sonríe por
su buen hacer y su gran valía como artistas de la pista.
Lo de que una mentira repetida mil veces se
convierte en una verdad es sin duda el mantra y la consigna que practican en
bloque todos y cada uno de los miembros de nuestro gobierno cada vez más
absoluto. Todo puede justificarse si los que tienen voz en los medios y los
portavoces políticos se ponen de acuerdo en el tratamiento que hay que dar a
las mentiras y qué es lo que hay que callar. Por ejemplo a la hora de quitar
importancia a las huelgas y las protestas que se hacen en educación y sanidad.
Tanto el gobierno como sus voceros se ponen siempre de acuerdo y rebajan las
cifras, hasta el punto del ridículo, ya que al menos se necesitan tres
recuentos diferentes para acabar por no saber nunca la verdad. A esto se suele añadir la descalificación,
poniéndose de acuerdo en decir que quien hace huelga lo hace tan solo por motivos
salariales y porque les hacen trabajar más horas. Como además, quien lo dice
sale en un escenario parecido al que elige el rey por Navidad para echar su
discurso, alejado del mundanal ruido periodístico (pues nunca hay preguntas) es
como si la televisión fuese un púlpito que se utiliza para dar la comunión a
los que ya tragan ruedas de molino habitualmente, para que ya les quepa alguna
más.
Parecen seguir, como leía en el Jueves hace
unas semanas, que la estrategia a seguir es en boca de un Rajoy de viñeta:
1-“La gente es tonta y se traga cualquier
mierda
2- Si se lo repetimos constantemente, se
tragan cualquier mierda y además nos dan las gracias. Les ha funcionado con lo
de “han vivido por encima de sus posibilidades”
3- Yendo a lo práctico, sigue diciendo Rajoy a
sus oyentes, cada vez que digáis en público que la crisis se acaba, cobraréis una
indemnización en diferido.
Yo añadiría que esto irá dirigido tanto a sus
colegas de profesión como a los mal llamados periodistas de la caverna
mediática.
Por supuesto a quien no sea capaz de mentir
por pudor y opine en público que la crisis va para largo, será cuestión de
hacerle callar, multándolo o metiéndole al trullo, hasta que se convenza de que
estaba equivocado. La historieta del Jueves acaba, con una pareja que está
comiendo y él la dice a ella:
-La crisis se acaba
Y ella le contesta
-
Pero Paco estamos comiendo rata
Y él, un convertido a la filosofía y el
lenguaje dominante, practicado por el equipo de Rajoy en pleno, le contesta:
-No es rata, es proteína ecológica criada en
libertad.
Como toque final de humor negro, negrísimo, el
humorista recuerda que el autor de la frase sobre la mentira repetida que se
convierte en verdad fue Goebbels, el
ministro de propaganda de Hitler. Quizá como justificación a esa práctica que
tan buen resultado les da por el momento (por esa mayoría absoluta de la que gozan),
nos dirán que es solo un rasgo de multiculturalidad, un trasvase enriquecedor
de pensamiento filosófico intereuropeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario