ESPAÑA SE VENDE, ESPAÑOLES INCLUIDOS.
Si escarbamos en la historia de este país, se
puede constatar que ya en el siglo XVI, la riqueza que legítima o más bien
ilegítimamente, los españoles expoliaban del continente americano, iba a parar
en buena parte a los famosos banqueros alemanes Fugger y Wellsser, quienes
entre otras cosas recibieron el monopolio de las minas de mercurio de Almadén,
concesiones en Venezuela y una buena participación en las cantidades de oro y
plata que llegaban de América hasta España. Esto lo obtuvieron gracias a la financiación
de las guerras que los Austrias “españoles” mantuvieron en Europa para defender
el catolicismo.
Lo de España en venta comenzó a ocurrir de
manera más clara en el siglo XIX, cuando las minas de nuestro país fueron
cedidas para ser explotadas por naciones como Francia e Inglaterra, que
supieron sacar mayor partido a las materias primas, albergadas en nuestro
subsuelo, que los propios españoles. No es difícil pensar que, como en algunos
países africanos actuales, parte de las élites se enriquecieron con esa
explotación de los recursos nacionales pero, como siempre, el producto de dicha
cesión no tuvo repercusión en una mejora económica de la mayoría de los
españoles. Franco cedió territorio español para que Estados Unidos estableciera
las famosas “Bases Americanas”. A cambio supimos a qué sabía la leche en polvo,
vimos multiplicarse los tractores por toda la geografía rural del país y
comenzamos a usar los pesticidas para así vendernos un poco más, comprando los
productos procedentes del imperio. Todo fuera por entrar de lleno en el libre
mercado donde, como ya se sabe, el pez grande se come al chico e impera la ley
del más fuerte.
Cuando se inició el boom turístico se desató
una competencia feroz por vender terrenos a los guiris. Desde finales de los
cincuenta no ha habido otro negocio tan lucrativo, tan recurrente, tan
corrompido y persistente como el de la construcción. Al principio sobre todo en
la costa, pero a partir de los años noventa en cualquier rincón de nuestra
geografía. No creo que se tenga una noción clara ni estadística de cuantas
propiedades acumulan compradores extranjeros en nuestro país. Es curioso e
irritante que mientras se estaba desahuciando a tantas familias españolas, se
estuviese ofreciendo la nacionalidad a quienes comprasen propiedades por valor
de 160000 euros o superior. Está claro que en estos tiempos para lo único que
no existen fronteras es para el dinero. Si ya lo sabíamos de antes, después de
la entrada en el Euro ya no tuvimos duda.
Hoy todo lo público está en venta o más bien
se está desmantelando, se está volatilizando para dejar paso al paraíso de los
buitres que nos venderán una sanidad privada impagable, una enseñanza privada
inalcanzable para la mayoría y una vejez llena de sobresaltos que ayude a bajar
las altas cotas de esperanza de vida alcanzadas en países como el nuestro por
cualquiera, aunque no se pase el día jugando al golf ni en el club de tenis.
Los desmanes se acumulan, se amontonan y en
menos de una semana vemos a Rajoy vender las bendiciones de una España plagada
de trabajadores dóciles y domados ante los inversores japoneses, a los que
asegura que los salarios no tienen parangón y están en el punto justo para
invertir sin sobresaltos. La Sorayita sale en plan muñeco diabólico, anunciando
que hay medio millón de parados que son defraudadores. No solo es mentira, sino
que ella se ratifica por no dar su brazo a torcer, como ya es habitual.
Mientras, se desmantelan todos los grupos policiales que investigan los casos
de corrupción más escandalosos, el de la Gurtel, el de Bárcenas, los de
Urdangarín y la Infanta Cristina. A qué nivel de abyección se está llegando. El
que Albert Pla diga que le da asco ser español no debiera chocar a nadie porque
si la marca España lleva aparejada tanta insensatez, tanta mentira, tanta
opacidad, tanta represión, tanta mierda acumulada en suma, es para sentir asco
hasta vomitar.
Para rematar la jugada sale el marciano de
Botín anunciando que en España está entrando dinero a espuertas y une su voz a
la de los que aseguran que la crisis se acaba. Está claro que para los cuarenta
mil nuevos millonarios de este país (entre los cuales a buen seguro habrá unos
cuantos políticos), ni siquiera ha empezado. Para los miles de trabajadores de
Fagor y de Panrico, recién empieza ahora, cuando Botín desde su platillo
volante, a salvo del olor acre que desprende la pobreza y despreciando, como
siempre lo ha hecho, a todos los españoles que no son pudientes, anuncia que la
juerga continúa y que los que compran y venden el país pueden estar tranquilos,
porque el cortijo sigue siendo rentable para los especuladores y chorizos de
altos vuelos. Dice además estar muy contento con el fichaje de Rato. La
verdadera razón se la calla y es que ambos tienen el mismo nivel de desprecio y
de indiferencia por lo que le pueda pasar a los millones de españolas y
españoles a los que hoy están vendiendo como si fueran parte de su propiedad, a
la que no maltratan, sino con la que simplemente hacen negocio. Son solo
negocios, aunque sean más sucios y malolientes que los purines y en ellos se
den la mano con los Slims, Warren Buffets, Ortegas y demás grandes delincuentes
que manejan el mundo a su antojo, con la ayuda de peones; políticos tan sordos
como ellos que cogen las migajas de la mesa como perros fieles que esperan el
mendrugo de sus amos y corean lo que quieren oír sus pagadores, a cuya mesa
aspiran a sentarse para ser otro más de los que tiene el privilegio de olvidar
para siempre, definitivamente, que no hay nada más en este mundo que dinero y
poder y alguien, muchos a ser posible, anónimo al que poder joder cuando lo
ejercen y mejor además si están amordazados.
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