Entradas populares

martes, 8 de enero de 2013


ZAMBOMBAS LEJANAS
Llega la navidad y con ella un paréntesis en la tierra de nadie, teniendo como fondo los villancicos de siempre, sin nieve y sin ese frío zaragozano que se traduce en niebla o un fiero cierzo que invitan a abrigarse. Tanta gente en la calle como siempre, un río de ella en la calle Alfonso, donde toca el violín la misma artista, un poco más mayor. Los mendigos ocupan siempre el mismo sitio. A la salida del Rincón de Independencia y siempre de rodillas, con el rostro vuelto hacia el suelo y acompañado de su pequeño perro, que adopta la misma actitud de casi humillación, permanece un mendigo, igual que una estatua silenciosa, mientras a su alrededor transitan los viandantes que entran al Corte Inglés o salen, dejando tras de sí un olor de palomitas, chuches y bollos industriales que engullirán viendo el Hobbit o cualquier otro estreno de los que se exhiben en los grandes carteles de los cines Palafox. Si no sacamos la entrada con al menos una hora de antelación, la cola de gente que espera, a media hora de comenzar la película, es la misma de siempre en los días navideños. Eso, a pesar de que el cine también se ha convertido en un caro objeto de consumo, al que somos cada vez más los que acudimos sólo en ocasiones contadas. Los bares del centro también parecen vivir la bonanza de siempre, lo que quizá no ocurre con los quioscos, ni con las pocas castañeras que resisten en este tiempo cambiante y caprichoso. ¿Quién quiere castañas muy calientes a casi quince grados de temperatura ambiente?
En la ribera del Ebro se ven más cormoranes que gaviotas. Permanecen en pequeñas bandadas, ocupando los islotes entre el pozo de San Lázaro y el Puente de Hierro. Alguno se encarama a las ramas de los álamos que conservan algunas hojas que el invierno no se ha llevado aún. De los bajos del Náutico van surgiendo sombras oscuras y ateridas de vagabundos jóvenes que se desperezan. Salen como de una madriguera, sin puertas ni ventanas, abierta de par en par a la humedad del río. Parecen zombis buscando lentamente el sol que les devuelva un poco de calor, mientras las brigadas del ayuntamiento se disponen a limpiar las zonas asfaltadas de ribera.
El oscuro  perfil del Pilar se recorta sobre un cielo del que se adueña el sol.            Viste de plata el agua, ilumina las piedras del puente, dibuja a contraluz el menudo y negro  perfil de los patos que pueblan las orillas y convierte en deformes pájaros ahorcados los frutos invernales de las acacias desnudas.
Ese mismo sol frío alumbra y se refleja en los bloques de pisos, más gélidos aún, de la otra orilla, pintando pequeñas lenguas de fuego sobre el cemento hostil de la mañana urbana.
Qué lejos de la música de zambomba y pandereta cuando después camino al hospital atravesando una ciudad que ya se mueve inmersa en una navidad tan pasajera como todas lo son, aunque tal vez un poco más cargada de cierta incertidumbre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario