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domingo, 22 de abril de 2012

Educación (continuación)


Tras el veintiuno por ciento
que Enseñanza ha recortado,
nos explica el señor Wert
donde seguirá el sangrado
y para ello se expresa
con inocuos eufemismos
que dan la verdad de lado
como no se espera menos
de un experto tertuliano.
Si ya flexibilizar
significa echar al paro,
con una vuelta de tuerca
su sentido ya ha cambiado,
ahora  significará
apretar al alumnado,
metiendo unos cuantos más
en aulas de igual espacio,
para ahorrar calefacción
además de mobiliario.
Y si nuestra ley protege
a la ratio del ganado
cuando este se apiña en granjas
o lo llevan al mercado,
para que así no se estrese
y se coma con agrado
¿Por qué razón no se cuida
con un poco más de tacto
la importante relación
alumno-metro cuadrado?
Más, si tenemos en cuenta
que, parece comprobado
por análisis sesudos,
la obesidad ha aumentado.

Acaso está ya previsto
que con los padres en paro
los hijos no engordan mucho
sino, más bien, al contrario
y si va a peor la cosa
podrán sentarse de lado
dos culos adolescentes
sin sentirse muy apretados.

Siguiendo con lo flexible
que resulta el castellano
en la boca del ministro,
jamás hablará del paro
y si de no hacer contratos
a los miles de interinos
que tendrán que dar de mano
como decía mi abuelo
al concluir su trabajo.

Si no hay oposiciones
y se jubilan más tarde
maestros y profesores
y se quedan en la calle
unos miles de aspirantes
sin que se cubra una plaza
¿Qué será de la enseñanza?
La pública ya se ve
que les importa un carajo
y quieren, como en el resto
flexibilizar los tajos,
que cualquiera tenga miedo
a quedarse sin trabajo
y la concertada sea
refugio desesperado
de eternos opositores
que sienten pasar los años
sin que les salgan las cuentas
del esfuerzo malgastado.
Ahí entrarán como buitres
esos colegios privados
que pagan una miseria
estando subvencionados
y aplicarán la reforma
para hacer nuevos contratos
temporales y basura
con el decreto en la mano,
que la Iglesia y su silencio
ya dan por santificado
pues sus cientos de colegios
salen muy beneficiados
de un texto que, si les dejan
considerarán sagrado,
como palabra divina
que ha inspirado el dios mercado,
alargando así el noviazgo
entre la Iglesia y Estado
aunque ella ya recibiera
como ostentoso regalo
seguir con los presupuestos
que le dan los ciudadanos,
con o sin consentimiento,
habría que comprobarlo
pues seguro hay componendas
de que no me fío un pelo
ni estando los socialistas
ni gobernando peperos.

¿Hasta cuando aguantaremos
la religión en la escuela?
¿No sería razonable
acabar con la secuelas
de una Iglesia intransigente
que impone sus condiciones
contratando profesores
a los que paga el erario?
Sería justo empezar
por dejar de contratar
a quien no es necesario
pues el mismo PePe dijo
que sobran los doctrinarios.
Para aleccionar creyentes
ya están los confesionarios
por donde pueden pasar
los que sean voluntarios.
Lo demás que lo respeten
sin tocar lo necesario
ni recortar un derecho
que toda persona tiene
y que la Constitución defiende
con dignidad suficiente.

La educación de la gente
no es ninguna mercancía
sujeta a lo contingente
y con la que hacer negocio
a gusto de dirigentes
que quieren privatizar
lo que les venga a la mente
si ven alguna ganancia
a ingresar por vía urgente,
bien en su propio bolsillo
o si no en el de “su gente”.
Por si acaso cuatro años
de mayoría absoluta
no resultan suficientes
se dan prisa en legislar
a velocidad de “muerte”.

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