Tras
el veintiuno por ciento
que
Enseñanza ha recortado,
nos
explica el señor Wert
donde
seguirá el sangrado
y para
ello se expresa
con
inocuos eufemismos
que
dan la verdad de lado
como
no se espera menos
de un
experto tertuliano.
Si ya
flexibilizar
significa
echar al paro,
con
una vuelta de tuerca
su
sentido ya ha cambiado,
ahora significará
apretar
al alumnado,
metiendo
unos cuantos más
en
aulas de igual espacio,
para
ahorrar calefacción
además
de mobiliario.
Y si
nuestra ley protege
a la
ratio del ganado
cuando
este se apiña en granjas
o lo
llevan al mercado,
para
que así no se estrese
y se
coma con agrado
¿Por qué
razón no se cuida
con un
poco más de tacto
la
importante relación
alumno-metro
cuadrado?
Más,
si tenemos en cuenta
que,
parece comprobado
por
análisis sesudos,
la
obesidad ha aumentado.
Acaso
está ya previsto
que
con los padres en paro
los
hijos no engordan mucho
sino,
más bien, al contrario
y si
va a peor la cosa
podrán
sentarse de lado
dos
culos adolescentes
sin
sentirse muy apretados.
Siguiendo
con lo flexible
que
resulta el castellano
en la
boca del ministro,
jamás
hablará del paro
y si
de no hacer contratos
a los miles de interinos
que
tendrán que dar de mano
como
decía mi abuelo
al
concluir su trabajo.
Si no
hay oposiciones
y se
jubilan más tarde
maestros
y profesores
y se
quedan en la calle
unos
miles de aspirantes
sin
que se cubra una plaza
¿Qué
será de la enseñanza?
La
pública ya se ve
que
les importa un carajo
y
quieren, como en el resto
flexibilizar
los tajos,
que
cualquiera tenga miedo
a
quedarse sin trabajo
y la
concertada sea
refugio
desesperado
de
eternos opositores
que
sienten pasar los años
sin
que les salgan las cuentas
del
esfuerzo malgastado.
Ahí
entrarán como buitres
esos
colegios privados
que
pagan una miseria
estando
subvencionados
y
aplicarán la reforma
para
hacer nuevos contratos
temporales
y basura
con el
decreto en la mano,
que la Iglesia y su silencio
ya dan
por santificado
pues
sus cientos de colegios
salen
muy beneficiados
de un
texto que, si les dejan
considerarán
sagrado,
como
palabra divina
que ha
inspirado el dios mercado,
alargando
así el noviazgo
entre la Iglesia y Estado
aunque
ella ya recibiera
como
ostentoso regalo
seguir
con los presupuestos
que le
dan los ciudadanos,
con o
sin consentimiento,
habría
que comprobarlo
pues
seguro hay componendas
de que
no me fío un pelo
ni
estando los socialistas
ni
gobernando peperos.
¿Hasta
cuando aguantaremos
la
religión en la escuela?
¿No
sería razonable
acabar
con la secuelas
de una
Iglesia intransigente
que
impone sus condiciones
contratando
profesores
a los
que paga el erario?
Sería
justo empezar
por
dejar de contratar
a
quien no es necesario
pues
el mismo PePe dijo
que
sobran los doctrinarios.
Para
aleccionar creyentes
ya
están los confesionarios
por
donde pueden pasar
los
que sean voluntarios.
Lo
demás que lo respeten
sin
tocar lo necesario
ni
recortar un derecho
que toda
persona tiene
y que la Constitución defiende
con
dignidad suficiente.
La
educación de la gente
no es
ninguna mercancía
sujeta
a lo contingente
y con
la que hacer negocio
a
gusto de dirigentes
que
quieren privatizar
lo que
les venga a la mente
si ven
alguna ganancia
a
ingresar por vía urgente,
bien
en su propio bolsillo
o si
no en el de “su gente”.
Por si
acaso cuatro años
de
mayoría absoluta
no
resultan suficientes
se dan
prisa en legislar
a
velocidad de “muerte”.
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