PÉSAME A BAM
Bam, me recuerdas con tu nombre
a otro lugar envejecido y seco,
aunque no tan desecho como tú,
ciudad arrasada por un cataclismo.
Como si fueran pocas las amenazas.
Bani luce al sol las mezquitas de barro y de ladrillo,
su alma moribunda aún alberga niños en sus calles,
un trópico africano que lucha contra la arena o huye de ella,
como sus gentes, que se fueron marchando poco a poco y ahora
sus sombras vagan lejos más allá del desierto y de los mares
Como la plaga aquella que vació de gentes las aldeas,
hoy marchan por millones a las urbes y se enredan en ellas como las hiedras.
Las viven y las mueren sobre el polvo y las noches de estrellas.
Hay quienes pronto vuelven heridos, maltratados por el crepitar
de la ciudad, donde aprenden de manera distinta a respirar.
Hay quien se adentra en la arena por alcanzar el mar.
La costa y el navegar albergan el mismo destino,
Europa la pudiente, la que blinda sus puertas y envejece.
Bam, hoy resuena tu nombre, en el aire,
como una condena o un presagio.
Tal vez tus calles vuelvan a ser refugio
cuando transcurra el tiempo suficiente
y las ruinas de nuevo estén en pie.
La tierra sigue siendo la dueña de si misma,
hermosa y cruel hasta el límite oscuro
de saber otra vez que apenas somos NADA.
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