Lo peor de esta farsa es el tufo que de cruzada adquiere.
Del ataúd la tapa se apuntala con clavos de ayuda humanitaria,
flores de despedida que traen las democracias, como regalo póstumo a los muertos.
No verán cómo al póquer se juegan los despojos.
Las yemas de los dedos, huérfanas de caricias, no palparán la niebla que esconde abarrotados cementerios de niños, de mujeres y de ancianos.
No estaban en el sitio adecuado
ni colateralmente prevenidos
y por tanto resultaron abducidos
por la certeza bienintencionada
de que el asesinato, (en masa a ser posible)
es acto de justicia si a salvo deja
las buenas digestiones (no el hambre descarada),
la obesidad deforme, la comida basura
(no así los excedentes destruidos), el "futin" y el aerobic,
la libertad de morir de cáncer de pulmón
(y no de inanición que es cosa de mal gusto),
el teléfono móvil y los ordenadores,
la huida de los fines de semana
(no las deportaciones),
el tráfico de coltán y de diamantes,
(no la esclavitud ni las mutilaciones)
Kissinger, al parecer lo dijo,
anunciando con ello una estrategia,
“En el planeta hay demasiados hombres
y es asunto de higiene hacer limpieza
si entre los casi desnudos habitantes
se esconde la riqueza que alimenta
el bienestar del arca en el diluvio”.
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