UN DÍA CUALQUIERA
Anteayer se produjo la muerte en atentado selectivo del líder de Hamás: Ahmed Yasín.
Aseguran las autoridades israelíes que “a la larga es una forma de asegurar la paz. Los palestinos seguidores de Hamás aseguran que la respuesta a este acto serán más muertes de israelíes y que “Israel no conocerá la paz” en esta guerra larvada que ya dura décadas.
La paz que quiere asegurar Sharon es la de los cementerios, apuntalando así, la misma noción de paz en los palestinos, que cada vez practican más a menudo la auto inmolación en actos desesperados y mortíferos.
¿Todo el empeño antiterrorista va a converger, a escala planetaria, en iniciativas policiales de mayor control y más agresivas en la manera de establecer los filtros antiterroristas? ¿Se va a emplear la catalogación maniquea y simplista que ya se aplica en los aeropuertos de Estados Unidos? Allí se clasifica a los viajeros en “inocuos” o “normales”, si no representan un peligro, ni siquiera potencial; “dudosos” (sin que sepamos el criterio que anida en esa consideración ambigua), a los que se atribuye un color que no les deja libres de sospecha. Finalmente los proscritos del “paraíso”, los que son algo más que sospechosos y no entrarán en el “reino de los cielos blindados”, pues su origen o curriculum es abiertamente dudoso o potencialmente peligroso.
Se están abriendo brechas en las leyes sobre detención y encarcelamiento de terroristas. Quizá, en un futuro, algún dirigente sienta la tentación de extender esta excepcionalidad a otras situaciones. Guantánamo ha sido un precedente y “aparentemente” una excepción peligrosa.
¿Qué se consigue aplicando las medidas adoptadas en Guantánamo, aparte de castigar a los reos con el infierno de la incomunicación, el trato vejatorio y la tortura física y psicológica?
En Palestina, con la construcción del muro y la presencia de helicópteros en misiones de crímenes selectivos, se pretende conseguir otra especie de gigantesco Guantánamo.
Como las ollas a presión, cuando no tienen válvulas de escape para que por ellas se libere la presión interna, cuando estallan, pueden provocar un efecto metralla, de alcance imprevisible y peligroso.
Y si sólo fuera Palestina, pero también Chechenia, Irak y países africanos a los que se intenta exprimir. También países de Sudamérica, víctimas de los ensayos perversos de la economía globalizada, además de la corrupción de sus propios dirigentes (algo también omnipresente hasta ahora).
La lucha contra el terrorismo no puede olvidar las diversas situaciones que viven los países de los que pueden surgir los posibles terroristas.
La irracionalidad de los fanáticos puede que no tenga vuelta atrás, pero el hecho de que sus acciones puedan ser justificadas por amplios grupos, en determinados países, sólo podrá comenzar a cambiar cuando al terrorismo no se responda exclusivamente con la guerra o el terrorismo de Estado, con la asfixia económica que condene a pueblos enteros a la miseria o con la prepotencia neocolonial de ver en ellos, tan sólo, almacenes de materias primas o de materias energéticas, sin importar que sus gentes malvivan entre el hambre y las enfermedades mas mortales y con guerras alimentadas por ríos de armamento descontrolado.
Se cosecha lo que se siembra y ya se sabe que quien cosecha vientos recoge tempestades. Estas cada vez tienen menos barreras, pues los principios de respeto por los pueblos y los lugares en que se asientan no se cumplen, sino que se convierten en nuevos motivos para pensar que Occidente no es tan inocente, ni lo que se cuece ahora es una película de buenos y malos, una del oeste, vamos.
¿Qué objetivo persigue el terrorismo al golpear de forma brutal e indiscriminada el corazón de las sociedades occidentales?
Ni siquiera en el “World Trade Center”, que como símbolo podía ser la representación más genuina del capitalismo y una de las creaciones de su imperio sin fronteras, el objetivo fue discriminatorio.
En este y otros grandes atentados, atribuidos al terrorismo islámico o reivindicados por él, las víctimas pertenecían a países, a razas, a religiones y culturas diferentes, incluida la musulmana. Muestran la ceguera que guía a quienes los perpetran y los financian.
El miedo y la violencia sólo engendran más violencia y miedo y todos salimos perdiendo.
Los países, que son posible objetivo, se blindan.
En aras de la seguridad, la vida de los ciudadanos se envuelve, cada vez más, en rituales de control aduanero y policial. En algunos lugares son tantos los que no están libres de sospecha que sus habitantes se ven abocados a vivir entre la paranoia como algo normal.
¿La sospecha habrá de convertirse también en un mal necesario y cotidiano?
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