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viernes, 22 de julio de 2016






Sitges al atardecer, cuando el sol ya no castiga, da para un paseo agradable por su paseo marítimo. Nada que ver con la artificialidad de Casteldefells. El pueblo está construido a la orilla del mar y es una delicia pasear por sus calles



Hay callejones tan estrechos como este, ideales para resguardarse del sol o de la lluvia. Tiene ese aire Mediterráneo que aúna en su arquitectura al norte de África con toda la costa mediterránea peninsular, haciendo notar lo que hay en común culturalmente entre dos orillas tan cercanas y ahora tan lejanas en muchos aspectos.


Una portada del último gótico nos indica lo antiguo de esta pequeña ciudad y el gusto con el que se conserva y respeta.


Un escudo labrado en piedra nos hace admirar  más aún la arquitectura de Sitges y aumentar las ganas de seguir paseando.



Una curiosa fuente a la que solo le falta lo principal, seguir manando.



La imponente torre de la iglesia hace inconfundible el perfil urbano de Sitges




El sol se pone y es el momento del paseo mojando los pies en las olas mansas y plácidas que lamen la playa

Sitges tiene una gran infraestructura turística, con equipamientos y tres puertos deportivos, (Puerto de Ginesta, Garraf y Aiguadolç) es la villa con más puertos deportivos de España siendo Port Ginesta el puerto deportivo más grande de Europa. Además del turismo la población centraba su comercio en la pesca y posteriormente la fabricación de calzado, actividades económicas que han desaparecido (exceptuando pequeños talleres).



El balneario es considerado como uno de los destinos turísticos más concurridos por la comunidad gay en la península ibérica, desarrollándose en las últimas décadas una amplia variedad de lugares para el turismo homosexual. En 2006 fue inaugurada la Escultura al colectivo homosexual, convirtiéndose en el primer monumento conmemorativo de la comunidad LGBT en España.




Pequeñas calas coronadas de urbanizaciones no tan estridentes como otras, pero restando el encanto que tendrían si su entorno fuera más natural.


Apenas hay bañistas ya que se aventuren a adentrarse en el mar. La luz es para regalar la vista.


La mujer de bronce contempla el ponerse del sol entre el caserío de Sitges.