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miércoles, 10 de agosto de 2016


De mañana, temprano, la playa de Altafulla presenta las huellas de las máquinas que alisan y aplanan la arena. Al fondo se ve aún el Faro de Torredembarra.
La playa de Altafulla es larga y se une con la de Tamarit, una vez pasado el Riu Gaia, una  "corriente" de agua que, como otras tantas muere antes de llagar al mar. Al fondo, a la derecha se ve el castillo de Tamarit.



 Castillo de Tamarit.

El castillo de Tamarit, de estilo románico, está situado sobre un promontorio a orillas del mar Mediterráneo en el término municipal de Tarragona (España). Está rodeado del antiguo núcleo medieval de Tamarit, que formaba una pequeña aldea en torno al castillo del que queda muy poco. La muralla se abría por cuatro puertas, de las cuales se conservan dos, la de la Mora y la de la Cruz.1


La construcción del castillo data del siglo XI y pertenecía al condado de Barcelona y fue transferido a la Casa de Claramunt, señores del Castillo de Claramunt que mantuvieron esta señoría hasta el siglo XIII. Los señores de Claramunt, concretamente Bernardo Amat de Claramunt, fue el primer vizconde de Tarragona, señor de Tamarit (que reconquistó), Ullastret, Altafulla y de la Riera de Gaia. Todos ellos títulos y señoríos otorgados por Ramon Berenguer I, conde de Barcelona.



A los pies del Castillo de Tamarit, aparece de nuevo un búnker, pegado al acantilado.

En el siglo XIV, época en la que se construyó la muralla, pasó a manos del arzobispado de Tarragona, que conservó hasta el siglo XIX, aunque en el siglo XVII tuvo que compartir el señorío con la familia Montserrat, cuando en 1681 Carlos II concede a Francisco de Montserrat el título de primer marqués de Tamarit. Fue gobernador de Tarragona, señor de Montoliu y de la baronía de Altafulla. En esta época se reconstruyó la muralla y se construyó la torre principal logrando la estructura actual. En 1916, el arzobispo de Tarragona vendió el lugar al magnate norteamericano Charles Deering, que hizo una restauración de tipo romántico a cargo de Ramon Casas y Joan Ruiz. Se conservan elementos románicos y góticos. En 1992, los Deering (que poseen un museo en Miami) vendieron la propiedad a la catalana Sociedad Inmobiliaria Betren, S.A.



Durante la Guerra Civil, una dotación de la FAI pretendió quemar la iglesia y su espléndido retablo barroco, pero alguien les alertó de que el propietario era el norteamericano Charles Deering, mecenas de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, además de fundador en 1910 del Museo Maricel, en Sitges. Con esto, la brigada anarquista desistió de su incendiario propósito.



El castillo se halla en la cuenca del Gaià, donde durante la reconquista se levantó una cuarentena de fortificaciones y castillos (el más antiguo el de Santa Coloma de Queralt, del siglo X). El de Tamarit tenía por función defender la costa de piratas berberiscos y otomanos. En el siglo XIV, sus propietarios elevaron la muralla que rodea la fortificación y la antigua villa. Además de la iglesia y su notable retablo, el castillo conserva una importante colección de muebles antiguos. La Sociedad Inmobiliaria Betren lo utiliza para conciertos y bodas.

Pasado el castillo, dirección a Tarragona hay una pequeña y deliciosa playa. Se inicia un tramo en el que se alternan pequeños acantilados de roquedos amarillentos con playas no demasiado masificadas aún, a estas alturas de julio.
Los diferentes perfiles del Castillo de Tamarit son todos notables, al tratarse de una construcción muy bien conservada.
Cala Jovera, dominada por la rotunda presencia del castillo de Tamarit.
En Tamarit destaca la presencia de varios campings bastante concurridos. Yo conocía de antes el de Torre de la Mora que se encuentra más adelante, en dirección a Tarragona.

Entre el castillo de Tamarit y la siguiente playa de la Punta de la Mora, se interrumpe el sendero de ronda que, al parecer, recorría el borde costero y he de volver sobre mis pasos para caminar un rato entre urbanizaciones

A partir de aquí no me es posible continuar y he de dar la vuelta.

Entre las rocas se ven las olas chocar contra ellas.

El contraste del azul del mar y el color blanquecino, amarillento y oscuro de las rocas hacen un contraste realmente bello, que hace de este tramo de costa un paraje muy atractivo.


Tras pasar las urbanizaciones, retomo nuevamente un camino de ronda que me permitirá seguir hasta Tarragona.


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